Ella no se desanima
Joaquín García-Huidobro
Con unos alumnos decidimos invitarla a contarnos lo que hace. Habíamos oído hablar de su proyecto, pero queríamos escucharla a ella.
Llegó al justo, porque venía de otra reunión, que se había alargado. Nos dijo que había estudiado periodismo y que al principio tenía otros planes en su vida, hasta que los descubrió a ellos. No fue fácil decidirse a dedicar la vida a ayudar a quienes todos desprecian. Menos cuando no hay plata y es necesario conseguir unas donaciones que son muy esquivas.
Las personas suelen encontrar excusas para no dar, y aquí tienen una que parece perfecta. "Ellos se lo buscaron", le dicen. "La gente se mete en la droga porque quiere. En cambio, los ancianos en situación de pobreza o los niños con cáncer no han elegido estar en esa situación. Además, aunque tus índices de rehabilitación son mejores que los estatales, tú misma reconoces que muchas veces fracasas. Es muy difícil sacar a la gente de la droga. Prefiero donar a causas más atractivas".
Ante esas objeciones, ella explica que las cosas no son tan simples, que en las poblaciones hay niños que empiezan a drogarse cuando tienen 12 o 13 años y muchas veces lo hacen porque provienen de entornos violentos y apenas conocen el afecto familiar.
Es verdad que otros comienzan más tarde y tienen más responsabilidad. Muchas veces parten por la marihuana, y se tragan eso de que no hace nada, de que es simplemente "recreativa" y otras tonterías por el estilo. "Qué tiene", les dicen sus amigos y se repiten ellos mismos. Saben que otros terminan mal, pero piensan que eso no pasará con ellos. Las variedades de drogas son infinitas y las excusas para tomarlas no faltan. "El primero te lo regalan/ el segundo te lo venden", decían ya Los Twist hace cuarenta años. Cuando se dan cuenta de en qué cosa se metieron ya es demasiado tarde y están esclavizados por completo.
Ella quiere llevar una esperanza a las poblaciones más pobres, a esas familias que no tienen ninguna posibilidad de pagar una rehabilitación. Le parten el alma esas madres que trabajaban todo el día para poder educar a sus hijos y, mientras ellas estaban afuera, un narco les ganó la partida y capturó a su hijo: "the pusher don't care/Ah, if you live or if you die", cantaba Steppenwolf, uno de los pioneros del Hard Rock: al narco le da lo mismo si vives o mueres, lo único que le importa es tu plata.
Al principio, esas mamás no lo notaron, sólo les llamaba la atención que desapareciera dinero o algún objeto de la casa. Hasta que descubrieron la triste realidad y el mundo se les vino abajo. Ella piensa en los adictos, aunque más especialmente en sus madres, esas madres que no sólo viven en la pobreza, sino que ahora cae sobre ellas la desesperación. Estaba claro, entonces, cómo debía llamar a su corporación: La Esperanza.
No puede atender a todos. Sabe que también hay otras madres que bañan todas las noches sus almohadas con lágrimas, porque las drogas ABC1 y el abuso del alcohol han capturado a sus hijos. Las entiende, pero no puede ayudarlas. Lo suyo son las poblaciones.
Su camino y el de su marido ha estado lleno de derrotas. Qué dolor cuando tuvieron que cerrar tres casas de acogida. No tenían suficiente plata y las donaciones no llegaron: "Ellos se la buscaron", por supuesto, "prefiero apoyar cosas más interesantes". Especialmente doloroso fue el caso de la casa de Huechuraba, destinada a mujeres. Los índices de rehabilitación de ellas son claramente superiores a los de los hombres.
Todavía les quedan cuatro casas y, como no se desaniman, se niegan a darle la victoria a los narcos. Además, han comenzado una iniciativa que llena sus vidas: la rehabilitación de guaguas adictas. Quizá no sabías que existen guaguas adictas a las drogas. ¿A cuáles? A la que haya consumido la madre durante el embarazo. Nos habló de la impresión que produce ver a un recién nacido llorar no por falta de leche o por frío, sino a causa de un síndrome de abstinencia. Pero aquí se puede hacer mucho si se actúa a tiempo.
Pasó rápido el tiempo y tuvo que irse. La esperaba un montón de tareas. Nunca le falta quehacer, porque los narcos son muchos más, trabajan siempre, no necesitan donantes y la eficacia de su negocio está garantizada. Pero nada de eso le quita el ánimo ni la alegría.