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Por ejemplo, en las próximas semanas tendremos talleres en Los Lagos, Rancagua y la Región Metropolitana. Ya hicimos un encuentro en Antofagasta. Me atrevo a pensar que las conclusiones de esos talleres serán muy distintas según las zonas trabajadas, lo que, lejos de ser un problema, es una gran oportunidad para salir del centralismo asfixiante de las últimas décadas.

- ¿Cómo evalúa el desempeño del Gobierno y qué espera para el tiempo que queda de mandato?

- El Gobierno cometió un error inicial del cual, me parece, no ha logrado salir: se la jugó por un texto constitucional refundacional y falto de sentido común. Los chilenos están a la espera de un plan práctico y rápido que nos permita superar la crisis actual y nos entregue certezas, estabilidad y grados óptimos de esperanza. Para ello, es necesario salirse de las trincheras identitarias -las "caletas con perspectiva de género" son sólo un ejemplo de ese identitarismo-, y comenzar a hablarle a las grandes mayorías. No deja de sorprenderme la obsesión de cierta izquierda por los gestos simbólicos que tienen poco y nada que ver con satisfacer las condiciones materiales de subsistencia, para parafrasear al propio Marx.

- ¿Cuáles reformas calificadas como centrales del Gobierno considera que tienen futuro?

- Al Gobierno le quedan menos de dos años para terminar su mandato. A estas alturas, tengo mis serias dudas de que las "reformas estructurales" que prometió el programa del Presidente Boric puedan realmente aprobarse. Eso no se debe tanto al supuesto obstruccionismo de la oposición, sino a la tozudez de algunos ministros que no aceptan que sus convicciones muchas veces chocan con el sentido común. Si estuviera en los zapatos del Gobierno, me la jugaría por avanzar en una reforma al sistema político que redujera significativamente la fragmentación partidista. ¿Tendrán conciencia de la relevancia de este tema?

- ¿Qué podríamos esperar en las elecciones? ¿Son las elecciones de octubre próximo un predictor de la presidencial? Evelyn Matthei dice que no.

- Las elecciones de octubre son importantes en sí mismas. De hecho, en un contexto tan polarizado y con una sociedad cada vez más compleja y heterogénea, es muy difícil extrapolar a una elección nacional el resultado en una comuna o región. Hay alcaldes de centroderecha que son apoyados por votantes de centroizquierda, y viceversa. En ese sentido, las elecciones de octubre son menos ideológicas que las parlamentarias y presidenciales. Ahora bien, soy optimista respecto de Chile Vamos: nos irá bien en muchas comunas de la Metropolitana y espero que tengamos triunfos emblemáticos en municipios como Alto Hospicio, Antofagasta, Rancagua, Temuco y Puerto Montt.

- ¿Es cierto que, como la alcaldesa Matthei no quiere exponerse como candidata, la palabra "presidencial" está prácticamente prohibida en sus conversaciones?

-La alcaldesa Matthei tiene un liderazgo indiscutido no sólo al interior de Chile Vamos, sino en amplios sectores de la población. Eso se debe a su capacidad de gestión, a lo mucho que conoce el funcionamiento del Estado y a su firmeza en materias clave como la seguridad y la reactivación económica. Es decir, tal como demuestran todas las encuestas, está preparada de sobra para ser Presidenta de la República. Sin embargo, ella ha sido clara en que continuará siendo alcaldesa de Providencia hasta el final de su mandato y que, en consecuencia, no es el momento de hablar de las presidenciales. Hay que respetar y ser cuidadosos con los tiempos de la política.

"Nos irá bien en muchas comunas de la Metropolitana y espero que tengamos triunfos emblemáticos en municipios como Alto Hospicio, Antofagasta, Rancagua, Temuco y Puerto Montt".

Infancia y la política hormonal

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A la controversia suscitada por el acceso a tratamientos hormonales en niños con disforia de género -cuyo fin es bloquear el desarrollo de la pubertad cuando comienza a manifestarse y que en Chile algunos médicos prescriben a menores de 10 años- le subyace el difícil asunto de la autonomía individual sobre el cuerpo al que pueden aspirar los niños para definir su identidad.

La modernidad reconoce a los individuos como soberanos de sí mismos. En sociedades estamentales y estratificadas, las personas y su cuerpo adquieren significado en su relación con el mundo físico o social. La modernidad, en cambio, alienta a las personas a definir su propia identidad. La identidad es la capacidad de considerarse a uno mismo como objeto, construyendo una narrativa sobre sí mismo a través de un proceso que es, a la vez, cultural, social y material. Es cultural porque involucra ciertas categorías compartidas, como las de etnia o género. Es también social pues implica una referencia a los otros. Y es material en cuanto las personas proyectan simbólicamente su "sí mismo" en cosas, partiendo por su cuerpo.

El sustrato corporal de la identidad es tan crucial para la sociedad moderna que es protegido por los derechos humanos. La modernidad ha desarrollado una semántica en la que el individuo se ve como desconocido, extraño y libre. Por lo mismo, la participación social requiere proteger las condiciones para la auto-presentación individual, posibilitando así el reconocimiento de los otros. Los derechos humanos no solo exigen respeto por el cuerpo; permiten, además, que un individuo sea una persona capaz de expresar opiniones y ser responsable de ellas.

Los derechos humanos protegen al cuerpo de los individuos principalmente de las acciones del poder político, especialmente del Estado. Se trata de un mecanismo jurídico de autocontención para el ejercicio de la violencia física. Así, la modernidad dio protección al cuerpo, situándolo al margen de la acción del poder político. Frente a este último, los derechos humanos garantizan su integridad y la posibilidad de los individuos de participar en sociedad como personas.

Resulta al menos paradójico -y también peligroso- que como sociedad no problematicemos las medidas e instrumentos que la política despliega sobre los cuerpos de las personas, especialmente sobre el cuerpo de los niños. El proceso de construcción de identidad contempla una dimensión corporal, pero es, sobre todo, una capacidad que se adquiere progresivamente con el tiempo.

No es razonable que un menor de 10 años pueda tomar responsablemente una decisión de inhibir el desarrollo de su cuerpo -con consecuencias permanentes- mediante tratamientos hormonales facilitados por el Estado, cuyos efectos no han sido completamente estudiados. Es fijar médicamente la identidad cuando ella aún está en construcción. Además, la política hormonal para tratar la disforia de género en menores de edad es una forma de reingresar el cuerpo al ámbito de acción de la política que debe, al menos, ser cuidadosamente justificada.

"La modernidad reconoce a los individuos como soberanos de sí mismos".

investigador CEP