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Corrupción o falta de humanismo

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Lo útil y lo valioso no son lo mismo, y nuestro país ha optado por priorizar sólo lo primero. Movidos por el afán de ser productivos y exitosos, fuimos dejando de lado esos espacios que cultivaban los aspectos más humanos, menospreciando su valor por exigirles utilidad".

¿Para qué sirve la filosofía?, nos preguntó un profesor en mi primer año universitario. Aunque intentamos responder, ninguno acertó, y entonces nos recordó las palabras de Aristóteles. "Para nada" -nos dijo-, "la filosofía no sirve para nada y ahí radica, justamente, su valor". En los últimos días, he recordado esa anécdota a propósito de los escándalos de corrupción que se han tomado la atención pública.

Quienes nos dedicamos a las humanidades -historia, filosofía, literatura, y podríamos incluir al arte-, enfrentamos esta pregunta con frecuencia: ante un alumno que nos declara con franqueza su desinterés; al postular a un fondo o beca que nos exige comprometer una retribución concreta al país; o cuando el sistema resta horas a nuestras asignaturas para dar espacio a las que se consideran "más importantes", por ser más útiles o prácticas.

Pero lo útil y lo valioso no son lo mismo y, lamentablemente, nuestro país ha optado por priorizar sólo lo primero. Movidos por el afán de ser productivos y exitosos, fuimos dejando de lado esos espacios que cultivaban los aspectos más humanos, menospreciando su valor por exigirles utilidad.

A diario, los medios nos colman con noticias sobre casos de violencia y corrupción de los que nadie parece salvarse, ni siquiera los eximios abogados, magistrados y funcionarios públicos. La atención pública se ha concentrado en estas últimas semanas en el escandaloso "caso audios", que genera la temible sensación de estar ante un sistema envilecido e inmoral. Hemos sido testigos de la acusación de crímenes y delitos que, en el fondo, se mueven por afanes de dinero y poder, donde no hubo espacio para la empatía, la ética, la conciencia ciudadana ni la decencia. Los involucrados pueden haber sido destacados especialistas en sus ámbitos de profesión, pero ¿son buenas personas?

Más allá de los juicios legales, al parecer, poco estamos haciendo por promover principios que eleven lo valioso por sobre lo útil. Y ahí, la educación debe jugar un rol esencial. En su libro Sin fines de lucro: Por qué la democracia necesita a las humanidades, Martha Nussbaum lamentaba, hace unos años, la ausencia de estas disciplinas en la formación universitaria. Sin ellas, decía, la educación se reduce a instrucción técnica o a preparar especialistas que, aunque buenos en su rubro, no tienen la capacidad de entenderse ni relacionarse como ciudadanos. Atrás quedaron los tiempos cuando el objetivo de la educación era formar ciudadanos, lo que justificaba que los ramos humanistas constituyeran el eje curricular. Ciencias y matemáticas eran cursos de segundo orden, que se alcanzaban a partir de esa primera base.

No es que quiera idealizar a las humanidades. Mal entendidas, la historia puede caer en la memorización o en discursos panfletarios, y la literatura, en la obligatoriedad de la lectura sin un acompañamiento que le dé sentido. Tampoco se trata de reinstalar el ramo de Educación Cívica y ya. Tan ingenuo sería pensar que con eso formaremos buenos ciudadanos como creer que, con clases de ética, los empresarios condenados por colusión aprenderán a ser buenas personas.

Se necesita un cambio cultural que renueve y conecte estas disciplinas con los problemas actuales, para formar a las nuevas generaciones en reflexión crítica, ética, filosófica; con la altura de miras que la historia ofrece, para saber que siempre ha habido crisis y que debemos aprender de los errores pasados; o con la capacidad de empatía que la literatura y el arte forman, cuando nos permiten imaginar otras vidas y ponernos en su lugar. El profesor Nuccio Ordine afirmaba que las humanidades pueden ofrecer un refugio ante la barbarie. Humanismo público y aplicado, que nos recuerde que una sociedad no será plena si no se forma por personas integrales, conscientes del sentido de lo humano y del valor de la vida más allá de su utilidad. 2

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"House of cards" chilensis

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Lo preocupante, también, es considerar que lo difundido esta semana, profusamente en los medios de comunicación y hasta en la cultura memética de las redes sociales, no tendrá efectos sobre las percepciones sociales y la confianza pública en el Chile de hoy".

Durante esta semana, el caso Hermosilla ha tenido una sucesión de declaraciones y entrega de informaciones que podrían alimentar una nueva temporada de la premiada "House of Cards". Da la impresión que los guionistas de Netflix, u otra plataforma de streaming, tendrían inspiración de sobra para producir una serie con todos los ingredientes estereotípicos sobre los recovecos más cuestionables del poder y las espurias relaciones entre los actores que intervienen en dichas dimensiones.

Lo triste de esta situación, es que la ficción se está quedando corta con las sospechas que surgieron luego de lo que significaron, por ejemplo, los casos referidos al financiamiento de la política (Penta, SQM) y a otros que hemos podido ir conociendo durante el transcurso de la última década.

Lo preocupante, también, es considerar que lo difundido esta semana, profusamente en los medios de comunicación y hasta en la cultura memética de las redes sociales, no tendrá efectos sobre las percepciones sociales y la confianza pública en el Chile de hoy.

Los rasgos de estos eventos en la credibilidad sistémica de las instituciones, golpea en diversos aspectos, incluso, cuando estos hechos todavía no están zanjados desde lo judicial o tienen habituales giros que ponen en un punto de equilibrio o de mayor veracidad lo que realmente había acontecido.

Vista la dinámica de la Caja de Pandora que se está abriendo con este caso, los encuadres de recepción que están quedando en el ámbito cognitivo en las personas, las cuales construyen una realidad social representada que impacta en sus miradas sobre el sistema político, legal y económico, podrían ser las siguientes:

1. La concentración de poder unipersonal existente en individuos tipo Luis Hermosilla, que permite que, bajo el contexto que se investiga, un abogado podría incidir directamente en las decisiones que competen a influyentes sujetos que representan a los poderes del Estado.

2. Los niveles de incidencia que evidenciarían que trascendentes instancias del Estado, son espacios que facilitan los intereses particulares y específicos de privados, por sobre los propósitos que declaran y deben cumplir esas entidades desde lo regulado, en favor del bien común.

3. La indolencia que exhibirían los sujetos que representan a esas instituciones, financiando indebidamente sus propias acciones de resguardo personal, moviendo las estructuras de determinados poderes del Estado, como verdaderos escudos protectores.

4. La fragilidad del sistema producto de su nivel de descomposición estructural o, por otro lado, la capacidad de agentes externos a estos poderes para ingresar en áreas específicas o personas específicas de las instituciones estatales, mostrándonos una vulnerabilidad no menor.

5. El tipo de comunicación informal entre poderes del Estado e individuos ajenos al poder del Estado con estas instituciones, que se activa en función de los beneficios personales, el tráfico de información privilegiada y el diseño de escenarios en la trastienda, que terminan por consolidar los contextos reales de acción.

6. La proyección de reputaciones corporativas, institucionales y personales que son incoherentes con los mismos planes de comunicación estratégica que impulsan ante la opinión pública y sus stakeholders.

7. La percepción social hacia una élite chilena que pone todos sus esfuerzos estratégicos y materiales en favor de asentar sus objetivos a costa de cualquier precio, desvinculada de la realidad de otros estamentos, culturas organizacionales y sociales. Mucho de esto se aprecia en los resultados del último informe del PNUD.

8. La sensación de que la resolución de conflictos en el Chile de hoy es un simulacro, depende del "criterio del empate" de las mismas instituciones estatales, fuerzas políticas o privados que manejan la información sensible y que están involucrados en los escándalos.

Una última reflexión a modo de pregunta: ¿Qué cree que están provocando y provocarán estas premisas en la ciudadanía? ¿Anomia, incertidumbre, búsqueda de soluciones en grupos que actúan al margen del Estado? Eso no lo puede responder "House of Cards". 2

Claudio Elórtegui Gómez

Doctor en Comunicación

Director Escuela de Periodismo

Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

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