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hay lluvias, se comience a secar y sirva como combustible".

La doctora en Ciencias remarca que 2024 fue el año más cálido documentado a nivel global desde que existen registros y que también fue el primero en que la temperatura media superó en 1,5 °C el nivel preindustrial, como lo comunicó en enero el Servicio de Cambio Climático de Copernicus (C3S), el programa de observación de la Tierra de la Unión Europea.

A lo anterior añade las olas de calor, que son cada vez más intensas, y las sequías prolongadas, así como el hecho de que las temporadas de alto riesgo coinciden en la mayoría de los casos con el verano en nuestro clima mediterráneo, periodo de altas temperaturas y muy poca precipitación.

"Pero también hay otros factores que provocan incendios forestales, como ocurrió en el hemisferio norte, donde las altas temperaturas han ido asociadas a fuertes vientos, que en nuestro caso tienen distintos nombres en diferentes zonas, como el Raco o el Terral; todos estos son elementos que influyen en la propagación del fuego", detalla la académica.

Para que haya un incendio forestal, recuerda, es necesario que exista el combustible y el oxígeno que aporta el aire, pero una vez que empieza, por efecto de la elevación del aire caliente, genera vientos por sí mismo, los que aceleran la expansión del fuego, como se ha visto en los gigantescos siniestros que han devastado zonas de California, en Estados Unidos.

última generación

No existe consenso en denominar los megaincendios como siniestros de quinta o sexta generación. Un artículo de National Geographic España, 9 de enero, remite a una investigación publicada en Global Ecolology and Biogeography cuyos autores analizaron un centenar de estudios sobre esta materia y sugieren que, en términos de tamaño, un megaincendio es aquel que supera las 10.000 hectáreas de terreno afectado.

Para Roberto Chávez, doctor en Geo-información y Percepción Remota, más allá del tamaño, hay que considerar el poder calorífico del incendio, que se mide en megawatts, y con ese parámetro el del 2 y 3 de febrero de 2024 en el Gran Valparaíso y Marga Marga califica de sobra dentro de la máxima categoría, aunque su superficie haya sido menor que la de otros siniestros, como el de Las Máquinas, registrado en enero de 2017, en que se quemaron 187.000 ha en las regiones de O'Higggins, Maule y Bíobío.

El laboratorio que dirige trabajó en la estimación de temperatura y poder calorífico del 2F utilizando imágenes satelitales y pudo determinar de ese modo que en algunos puntos de las zonas más golpeadas por la tragedia el incendio superó los 800° C y los 1.500 MW.

Otros expertos, como Inazio Martínez de Arano, director de la Oficina Regional del Mediterráneo del Instituto Forestal Europeo, se refieren a incendios de sexta generación. Aluden con ello a siniestros "de tal intensidad que alteran la dinámica de las capas altas de la atmósfera y generan vientos que pueden ser muy difíciles de modelar, por lo que no nos es posible predecir el comportamiento del fuego".

Modelación incompleta

El investigador y académico de la PUCV dice que en el país se han desarrollado modelos para simular en pocos minutos la dirección y características del avance de un incendio, con el objeto de que se pueda organizar mejor el ataque, y en ese contexto destaca la labor del Premio Nacional de Ciencias Aplicadas 2000, doctor Andrés Weintraub, del Instituto de Sistemas Complejos de Ingeniería de la Universidad de Chile.

"El modelo matemático existe. El problema es que no existen todas las variables que necesita para funcionar, y uno de los principales es la inexistencia del mapa de combustible", expone, el cual requiere tres insumos: el tipo de vegetación, su humedad y la altura de la misma.

Para los dos primeros se puede recurrir a los satélites, no así para el tercero. La altura de la vegetación se determina con la tecnología de teledetección Lidar, Light Detection and Ranging, un escáner láser que, operando en un avión, es capaz de registrar esos datos y entregar la información.

"En Chile no existe esa tecnología, pero sí cuentan con ella Estados Unidos y Europa, que realizan vuelos Lidar justo antes de la temporada de incendios con el propósito de registrar la altura de la vegetación para el mapa de combustible, que en mi opinión es lo que se necesita para poder modelar adecuadamente un incendio", recalca Roberto Chávez.

El experto también opina que debería establecerse algún tipo de alianza entre la academia y la Fuerza Aérea para que el país pueda contar con esta herramienta y prever el comportamiento de los incendios.

Hay aprendizaje

Por otra parte, los académicos de la UV y de la PUCV coinciden en un aspecto: aunque a golpes y con dolor, hay un aprendizaje después de la tragedia del 2 y 3 de febrero. La rapidez del combate contra los incendios y una mayor conciencia de la población -que no tarda en reportar incipientes focos- constituyen para ellos señales alentadoras.

Como también el efecto disuasivo que han conseguido instalar el fiscal especializado en incendios, Osvaldo Ossandón, y el comisario de la Brigada Investigadora de Delitos contra el Medio Ambiente de la PDI Valparaíso, Iván Navarro, que tras minuciosas diligencias han logrado detener y formalizar a siete imputados como responsables del megaincendio.

Zonas de riesgo

En otra arista de este tema, la directora del Departamento de Meteorología de la UV plantea que "nosotros como región estamos muy expuestos".

"Cuatro universidades regionales hicimos un proyecto acerca de las zonas con mayores riesgos en el Área Metropolitana de Valparaíso, y su prospección a futuro. Se incluyeron marejadas, incendios forestales, deslizamientos de tierra, todo lo que hemos estado viendo en las costas, con las dunas, eso se sabía. Pero se siguen autorizando construcciones donde no se debe, la población crece y muchas personas se instalan en lugares muy vulnerables, y es la población que se ve más afectada".

"Tenemos que trabajar en la educación, como siempre, y en la prevención. Pero esto se va a seguir viendo. Lo que se pensaba que podía pasar el año 2100 está pasando ahora, antes de 2030. Entonces es preocupante y tenemos que adaptarnos. No quejarnos, sino adaptarnos y buscar soluciones", sostiene.

Guerra anual

"Después de la tragedia de Viña del Mar, hemos hecho muchas adecuaciones, lecciones aprendidas, hemos revisado. Nos hemos concentrado en conocer más el fuego, lo que nos permite determinar dónde atacar y dónde hay áreas a sacrificar en términos de vegetación. Creo que ahí hemos dado un paso mayor, con programas desarrollados por especialistas en incendios de la Corporación, con lo que podemos dar una mejor respuesta", declaró a fines de enero a este diario la directora nacional de Conaf, Aida Baldini.

Para esa fecha, contadas desde el 1 de octubre, se habían registrado 17 olas de calor en el país, mientras que en la temporada anterior a la misma fecha eran solo dos. Y la velocidad del viento era compleja, lo que había provocado mayor cantidad de incendios que en el periodo de alto riesgo 2023-2024, pero con menor superficie afectada.

"Los incendios cada vez son más complejos. La preparación a nivel mundial va a cambiar. Podemos decir que todos los años va a venir una guerra, que vamos a tener y debemos estar preparados para eso". Es una guerra "que tenemos que enfrentar con recursos terrestres, aéreos y con mucha tecnología, con conocimiento del fuego, es la única forma", resumió. 2

En Chile está el modelo matemático para simular dirección y avance de incendios, pero no están todas las variables que necesita para funcionar".

Lo que se pensaba que podía pasar el año 2100 está pasando ahora. Entonces, es preocupante.Tenemos que adaptarnos y buscar soluciones".

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Los siniestros más letales del siglo xxi ocurrieron en australia, chile y hawái

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lEl incendio forestal conocido como Sábado Negro, que comenzó el 7 de febrero de 2009 en el estado de Victoria, Australia, es el más letal registrado en el Siglo XXI. Provocó la muerte de 173 personas, dejó centenares de heridos, alrededor de dos mil casas destruidas, 340.000 hectáreas de bosque quemadas y provocó el desplazamiento de 7.500 personas.

La tragedia fue gatillada por la combinación de fuertes vientos, una ola de calor con temperaturas extremas y una sequía sin precedentes, que hicieron que el fuego se propagara a una velocidad récord. La situación se mantuvo por 36 días. Una comisión se abocó a la investigación de las causas del desastre y concluyó su labor en 2010, presentando un informe que incluyó 67 recomendaciones.

Después del megaincendio de febrero de 2024 en la Región de Valparaíso, le sigue en letalidad el de Lahaina, paraíso turístico ubicado en las islas Maui, Hawái, donde se registraron 97 víctimas fatales y 31 desaparecidos, y se reportó la destrucción de más de 2.200 inmuebles, así como daños generalizados en la ciudad.

El incendio se prolongó entre el 8 y el 11 de agosto de 2023 y se originó a partir de una emergencia forestal previa que los bomberos creían haber apagado, y que fue causada por la caída de cables eléctricos sobre vegetación reseca. Impulsado por fuertes y erráticos vientos generados por una zona de alta presión al norte de Hawái y el huracán Dora al sur, el fuego arrasó Lahaina y alcanzó a personas atrapadas en sus autos, obligando a muchas a huir hacia el mar.

Con pérdida de vidas de similar magnitud figuran luego tres desastres: la ola de incendios que devastó el condado de Los Ángeles, en California, EE.UU.; los de la temporada 2019-2020 en Australia, y los del verano de 2023 en seis regiones del centro sur de Chile.

El 7 de enero comenzaron los incendios en Los Ángeles y recién el 31 del mes pasado fueron reportados como "100 por ciento contenidos". El de Palisades, el más violento, arrasó casi 9.500 hectáreas, mientras que el de Eaton, que afectó a la ciudad de Pasadena, redujo a cenizas casi 5.700 hectáreas.

Los siniestros dejaron al menos 29 muertos -de acuerdo a medios locales otras 14 personas siguen desaparecidas-, más de 16 mil estructuras destruidas y obligaron a evacuar a más de 150 mil residentes. La empresa meteorológica AccuWeather estimó los daños y las pérdidas entre 250.000 y 275.000 millones de dólares.

Entre junio de 2019 y mayo de 2020 se registró en Australia una serie de siniestros potenciados por temperaturas récord y una sequía prolongada, que causaron la muerte de 26 personas -otras seis desaparecidas-, destruyeron más de 2.500 inmuebles, incluidas 1.300 viviendas y consumieron cerca de 30 millones de hectáreas.

Finalmente, en el verano de 2023 la zona centro sur de Chile se vio afectada también por una serie de incendios que golpearon a las regiones de Ñuble, Biobío, La Araucanía, Los Ríos, Los Lagos y Maule. A raíz de la violenta propagación del fuego murieron 26 personas y cerca de 8.000 resultaron afectadas por la pérdida de viviendas o medios de vida, con especial impacto a más de 11.600 productores agrícolas, ya que los incendios destruyeron 5.900 hectáreas de cultivos y se perdieron casi 34 mil animales. La superficie arrasada por el fuego superó las 400 mil hectáreas. -2