LOS MARTES DE DON DEMETRIO ¿Y qué pasa con el Puerto?
POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO
El 27 de enero recién pasado El Mercurio de Valparaíso publicó una interesante y lata entrevista al académico de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile y consejero del Consejo de Políticas de Infraestructura, don Alberto Texido, quien se refirió al proyecto Parque Barón. Él cataloga a dicho proyecto como "grande y necesario" y da cuenta que el Ministerio de Vivienda y Urbanismo invertirá en esta obra la suma de $23.000 millones. Sin duda, se trata de una cantidad importante de dinero. Agrega que "es una gran noticia que se hayan iniciado las obras" y que una vez terminadas aquellas "Valparaíso contará con 11 hectáreas de espacio público, resiliente, convertible e inundable, como una posibilidad del acceso al mar de sus habitantes, que ha sido limitado por muchos años debido a la superposición de funciones que han privilegiado al productivo por sobre el acceso al mar. Como espacio público metropolitano, genera una posibilidad de activación, de reactivación, que le dan altos estándares urbanos". Luego hace una serie de comentarios adicionales en el mismo sentido. La terminología usada a veces hace un tanto difícil comprender el texto a cabalidad para quien no es un especialista. Lo que es medianamente claro es lo que en el fondo el profesor de marras nos está señalando, que el amplio terreno de Barón- que se encuentra baldío hace más de 20 años - dará un espacio para un supuesto esparcimiento de los porteños. Y punto.
Todos los habitantes de esta Región sabemos en qué consiste este sitio, cuáles son sus dimensiones y que limita al norte con el mar mismo. Es efectivamente un lugar ideal para contemplar el mar y gozar de la hermosura de la bahía. Ahora, si ello va acompañado de los jardines como los que el experto anuncia, "miel sobre hojuelas". Parece todo muy bonito y da la impresión que agregaría un elemento sustantivo a la ciudad.
Pero, a mi juicio, el señor Texido no se ha percatado -así como los otros expertos que participaron en el estudio- cuál es la muy complicada realidad económica y de desarrollo que en este momento vive Valparaíso y no consideran para nada la variable de cómo día a día la ciudad se deteriora más y más, sin que haya en el horizonte una posibilidad que esa tendencia sea corregida. Los parques indudablemente son hermosos y dan esparcimiento, pero no crean empleo, actividad productiva, ni coadyuvan a enfrentar la cruda y triste realidad que vive el querido "Pancho". En aquél no aparece cita alguna a cómo ese terreno podría asistir al desarrollo del puerto mismo, único emprendimiento que daría un empuje al término del estancamiento que se vive. Como lo he indicado otras veces, Singapur o Hong Kong "darían un brazo" por contar con un sitio tan cercano al mar que otorgue la posibilidad de dar mayor crecimiento y mejoramiento a sus instalaciones portuarias, ya que esa es la única fuente de riqueza que ellos poseen. ¡Y por Dios que son ricos! Pero en esos lugares hay conciencia desde la niñez que su presente y su futuro tienen íntima relación con el espacio y calidad con que sean capaces de atender en forma eficiente a las naves que arriban.
Los porteños tendrán, acorde con la entrevista indicada, maravillosos lugares de esparcimiento personal y familiar, pero seguirán sumidos en la realidad de la falta de trabajo, de posibilidades y de futuro. Toda actividad importante que había alrededor de la ciudad se ha ido, sea a Santiago u otras urbes, dejando un espacio lleno de carencias económicas y de perspectivas de futuro. Es más, el deterioro ha llegado a tanto que incluso los profesionales de la zona -médicos, abogados y otros- han preferido trasladar sus oficinas a Viña del Mar. No se puede decir que Valparaíso está muerto, pero que está en la UTI, sí es verídico. Basta con recorrer sus calles y analizar las encuestas de actividad para comprobar la realidad del aserto indicado. Por favor, autoridades, señores urbanistas y planificadores, tengan siempre en mente que Valparaíso fue creado, se ha desarrollado y sobrevivirá dignamente si se preocupa de ser un puerto moderno. Todos los esfuerzos deben estar primeramente dirigidos a ese fin, sobre todo ahora en que la competencia internacional es cada día mayor.
Lo peor es que entre las autoridades superiores de la Región no hay preocupación alguna por este decaimiento. Cuando se reconoce que algo anda mal se culpa a Santiago y su centralismo, sin hacer mención alguna de lo que se podría emprender aquí para revertir la realidad que se ha descrito. No se escucha a los parlamentarios ni a los concejales locales buscar iniciativas que se basen en la razón de ser de la ciudad. El gobernador Mundaca se encarga de poner de relieve el incremento de la actividad de San Antonio. Se explaya sobre los proyectos que existen allí respeto a ese puerto y de cómo será la sustantiva ampliación que se proyecta a corto plazo. ¿Cómo San Antonio ha conseguido eso? Es una buena pregunta, sobre todo si se tienen en consideración los escasos metros cuadrados que posee frente al mar. Me consta que hace unos años una de las empresas que tiene actividad portuaria allí debió comprar un pequeño fundo sito a unos kilómetros del puerto a fin de tener espacio para acumular la carga que recibía y, al mismo tiempo, servir de depósito temporal a la cantidad de automóviles que se descargaban. Y fue una decisión acertada, como lo mostraron los hechos posteriores.
Triste resulta comparar la preocupación sobre el puerto de las autoridades locales y nacionales actuales con otras anteriores. Baste recordar lo que acaeció con la construcción del actual molo de abrigo, obra que en definitiva le cambió el perfil al puerto mismo, ya que le dio resguardo a las naves en contra del viento y las olas provenientes del norte, especialmente en el invierno. Los trabajos se iniciaron en 1912 y terminaron en 1930. Fue un emprendimiento titánico si se toman en consideración los recursos con que en esa época contaba el país y los primitivos medios técnicos existentes en ese momento para emprender dicha tarea. La zona era muy profunda y había constancia que la fuerza del mar allí era poderosa, por lo que hubo de realizarse un trabajo realmente extraordinario para llegar a la profundidad existente y contener la fuerza con que el mar iba a reventar. Han pasado decenas y decenas de años y pese a los terremotos y temporales feroces que se han sucedido en este lapso, la construcción realizada sigue ahí, incólume. Quiere decir que en su momento no hubo mezquindad en la asignación de recursos ni en el esfuerzo requerido para efectuarlos. Repito, los medios para emprender una obra como esa eran muy primitivos. Ese molo de abrigo permitió crear la poza del puerto, con lo que se hizo posible tener un espacio de mar para que los buques atracaran sin problemas y pudieran realizar sus labores de carga y descarga sin depender de la fuerza del viento o la intensidad del mar. Se extraña profundamente la resolución que tuvieron las autoridades nacionales y regionales de la época para su finalización. Hoy, pese a los tremendos adelantos que existen para construir un puerto, quienes mandan no tienen el empuje ni la decisión para llevar a cabo un emprendimiento de similar magnitud. Es un conocido hecho la existencia de variados estudios de sesudos expertos que dan muestras de cómo deben ser los trabajos de alta envergadura requeridos, aprovechando para ello la tecnología actual y la posibilidad de hacer uso de la figura de las concesiones. Hoy nadie plantea alternativa alguna para la creación de las instalaciones requeridas por las grandes embarcaciones. En el caso de Chancay fue todo lo contrario. Allí las autoridades tuvieron la visión, el empuje y la inteligencia que sí hubo en las de Valparaíso en 1912.
Insisto en lo planteado antes. En Valparaíso hay suficiente espacio a metros de los barcos que traen y llevan la carga para dar vida a un puerto moderno y competitivo. Por otra parte, se habla mucho -y con razón- de lo sustantivo que será para el futuro del transporte marítimo regional el ya mencionado nuevo puerto de Chancay. Cuando se plantea este tema, un número no despreciable de "expertos" acota que ese temor es pura teoría. Pues bien, es tan real como que el sol aparece por el este y se pone por el oeste. Recién la empresa china, que es dueña de un porcentaje mayoritario de esas instalaciones en el Perú, indicó que sus barcos de gran tonelaje que transportan desde China mercaderías a Chile no irán más a Lirquén. Resolvieron que los productos que hoy están destinados a los lugares cercanos a esa ciudad chilena se descargarán en Chancay y luego dos de sus barcos menores los traerán a nuestro país. Todo eso, lógicamente, significará un mayor costo final del flete, sin contar con la demora que aquello significa. Hay que tener en mente que el puerto de Chancay no tiene cerca de sus instalaciones nada parecido a lo que es la superficie de los terrenos de Barón. Ante la medida descrita adoptada por los chinos se me viene a la mente el adagio jurídico "a igual razón, igual disposición". En otras palabras, si lo han hecho con Lirquén, ¿por qué no seguirán con otros puertos chilenos? Frente a todo lo antes descrito, nosotros en la Quinta Región respondemos que nada de aquello nos importa. Lo sustantivo aquí es tener parques a la orilla del mar...
Tengo conciencia que otras veces he escrito sobre el tema y que no he tenido recepción alguna. Por ahora no abrigo la menor esperanza que suceda lo contrario, pero aspiro a que los pocos que estamos preocupados de la caída de la actividad de Valparaíso y de una posible solución, sigamos insistiendo que la única fuente de crecimiento es aumentar los espacios y las facilidades del puerto. Pongamos los bueyes antes de la carreta y después pensemos en los parques que satisfagan las inquietudes de los proyectistas y urbanistas. Tengo la secreta pero vaga ilusión que si se produce una mutación de mentalidad seremos más los que hablamos del tema y así esperar que se produzca lo que indica ese antiguo dicho "tanto al cántaro va el agua, que al final aquél se rompe".