LOS MARTES DE DON DEMETRIO
POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO
Si se analiza lo acaecido en el mundo desde la segunda guerra mundial en adelante, se puede comprobar que han existido hechos o dichos que han tenido una repercusión sustantiva en el devenir futuro de la humanidad. Mi idea en estas líneas es mencionar solo algunos- como fundamento - que tuvieron la categoría antes anotada.
El 5 de marzo de 1946, el entonces primer ministro de Gran Bretaña y luego Premio Nobel de Literatura (1953) Winston Churchill, ofreció una conferencia en el Westminster College. Entre otras cosas se refirió a la política que estaba desarrollando Stalin en la Unión Soviética y cuyo objetivo era crear "una verdadera cortina de Hierro entre la Europa Oriental y la Occidental". Nadie antes había empleado esa metáfora y fue el quien puso una denominación permanente a la realidad que Europa vivió hasta la caída del muro de Berlín, lo que acaecería muchos años después.
El 14 de octubre de 1962 en una presentación televisada al mundo en general y a Estados Unidos en particular que duró 17 minutos, el entonces presidente John Kennedy denunció a la Unión Soviética de haber instalado subrepticiamente en Cuba un centro de misiles nucleares que ponía en peligro inminente a todo su país y otras partes del planeta. El asunto escaló de tal manera que esa debe haber sido la época en que todos sentimos estar a las puertas de una guerra nuclear entre las dos superpotencias de la época cuyos efectos eran incalculables para el mundo entero. El temor se expandió a todo el orbe y hubo días en que realmente se pensaba que estábamos al borde de un holocausto nuclear. Kennedy sostuvo con fuerza que Moscú debía retirar esas armas de inmediato y que establecería un bloqueo marítimo total sobre Cuba. Los diálogos habidos entre el experimentado embajador soviético en Washington, Anatoli Dobrynin, quien era hombre de absoluta confianza de Kruschev, con el entonces ministro de Justicia americano, Robert Kennedy, abrieron un curso de acuerdo que evitó la temida confrontación. Como resultado de esos diálogos Moscú retiró de Cuba los misiles y se comprometió a no intentar nuevamente una acción semejante. Washington, a su vez, se comprometió a no llevar a cabo una invasión armada contra Cuba, materia esta última sobre la cual se ha puesto poco acento y que a la larga ha permitido a los Castro y sus sucesores mantener un sistema político-económico que, si bien tiene sumida a su población en la pobreza, posee la seguridad que Washington no tratará de derrocarlo.
A fines de 1971, en un discurso que fue anunciado previa y ampliamente a todo el país sin mencionar el tema a tratar, el presidente Richard Nixon dio cuenta que, a comienzos del año siguiente, obedeciendo una invitación especial "del chairman Mao", viajaría a Pekìn. Fue un discurso en extremo breve que tuve la suerte de ver directamente pues en ese tiempo me encontraba estudiando política internacional en Detroit. Esa intervención significó un cambio radical en el alineamiento futuro del mundo y todo fue dicho en menos de cinco minutos. Recuerdo que, en los días siguientes en los cursos que estaba tomando en la Universidad, hubo una verdadera revolución intelectual y dicho viaje se constituyó en el único tema del cual nos ocupábamos. La visita de marras se llevó a cabo con gran solemnidad y publicidad en febrero de 1972. Después de eso el mundo fue otro.
Yo le daría esa categoría de hecho sustantivo digno de ser consignado en la historia a la cita recién habida en Londres, a menos de 48 horas después de la caótica reunión en la Oficina Oval entre los jefes de estado de Ucrania y Estados Unidos. Desde un inicio es destacable la capacidad de convocatoria del primer ministro británico, Ken Starmer, para juntar en tan breve plazo a todos los jefes de estado de la Unión Europea, incluyendo a Canadá y Turquía, y a los más altos representantes de la OTAN, de la comunidad económica europea y del banco europeo. Fue una acción notable. La inclusión en aquélla del presidente Zelensky y el trato que le otorgó el anfitrión desde el primer momento, fue un claro mensaje a Washington en el sentido que los europeos rechazaban lo acaecido en la Casa Blanca. Los hechos lo demuestran. Al llegar Zelensky a la famosa Downing St. (lugar donde esta sita la casa del jefe de gobierno británico) su automóvil no se detuvo frente al tradicional al N. 10, sino que unos veinte metros antes. El primer ministro local avanzó esa distancia y le dio una calurosa bienvenida al visitante en plena calle apenas aquél se bajó de su vehículo. Luego cuando el ucraniano se retiró de la cita bilateral, acaeció algo parecido. Starmer salió del número 10 y caminó junto al ucraniano los veinte pasos que los separaban de su vehículo y lo dejó en la puerta de este, con una despedida muy afectuosa. Recordemos que en Washington había sido la mano de una displicente funcionaria de protocolo local quien había dejado a aquél en la puerta de la Casa Blanca.
Una vez iniciada la reunión en pleno de los líderes europeos -desafiando la afirmación de Trump en el sentido que un arreglo sobre Ucrania debía ser sin la presencia del líder de ese país- este fue sentado en la testera de la cita, a la izquierda del dueño de casa, quedando a la derecha de este el presidente de Francia. Ese fue el primer mensaje claro a Washington de parte todos los jefes de estado presentes respecto a cuál era la postura de los europeos ante la guerra que se desarrolla entre Rusia y Ucrania. Los europeos adoptaron importantes acuerdos de respaldo a Zelensky haciendo ver que para ellos ese conflicto no les era indiferente. Veían con razón que esta podría ser la primera parte de la arremetida rusa para seguir hacia el oeste y así dar cumplimiento al sueño de Putin de devolverle a Moscú el poder casi imperial que tuvo con la fenecida Unión Soviética. Hubo acuerdos concretos para incrementar la asistencia militar a Ucrania, ello como un modo de paliar en parte la decisión de Washington de disminuir su ayuda. Por otra parte, los europeos acordaron incrementar sus presupuestos para mejorar su propia defensa y no depender tanto de la OTAN, donde la Casa Blanca tiene hoy una influencia incontrarrestable. La Unión Europea tiene hoy dudas sobre la voluntad de Estados Unidos de seguir siendo el miembro más sustantivo de la OTAN y por ello intenta adelantarse a hechos que pueden suceder en los próximos cuatro años. A su vez, en la cita mencionada no cerraron la puerta a acuerdos pacíficos. Fruto de ello fue la reacción de Zelensky de poner a los pocos días sobre la mesa un proyecto de negación que se iniciara con el alto al fuego.
Pero la guinda de la torta vino del parte del Rey Carlos III del Reino Unido, quien en un acto inusual recibió a la máxima autoridad ucraniana sin que mediara una preparación previa, como es habitual, cuando el monarca recibe a un jefe de Estado. Estimo que el monarca envió un mensaje muy significativo a Europa y al mundo, y una advertencia que Gran Bretaña y sus aliados continentales están dispuestos a desafiar los desvaríos de Trump.
Lo narrado señala que la unidad estratégica inquebrantable entre Europa Occidental y Estados Unidos, iniciada en la Primer Guerra mundial, se ha dañado como nunca antes y constituye en sí un hecho grave para la paz del mundo. Sabemos dónde comenzó, pero no tenemos idea hasta dónde puede llegar mientras el actual residente de la Casa Banca sea Donald Trump. Y todo esto sucede mientras el gran oso panda desde la lejana Beijing mira con tranquilidad oriental lo que acaece entre Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea.