Mistral
Si hubo quienes en el pasado no podían entender que una humilde maestra primaria tuviera tan enorme talento, pareciera que hoy el papá Estado, con la varilla de la corrección política, no lograra comprender algo tan simple como que el talento de Gabriela está más alla de su orientación sexual".
Era niño, mi madre nos había regalado un disco con los poemas de Gabriela Mistral recitados por una actriz chilena que ya he olvidado, aunque no su voz, ni tampoco el contenido tierno y profundo de esos versos que hablaban de los piececitos de niño, de Dios, del evangelio y el campo.
Esta extraordinaria mujer se definió en alguna entrevista como "una niña triste, huraña como son los grillos oscuros", recordando su infancia como "desdichada donde nadie podrá devolverme jamás la alegría que me robaron", y hablaba de sí en términos tales como "creyente lo que no quiere decir derechista", o como "parte de un socialismo particular que consiste exclusivamente en ganar lo que se come y sentirse prójimo de los explotados".
Así era Gabriela, preocupada por la infancia y la niñez marginada, portadora de numerosas "llagas" como la ausencia de su padre, maestro primario que abandonó el hogar cuando Lucila tenía apenas tres años de edad, su expulsión de la escuela pública de Vicuña, o el suicidio de Romilio Ureta y de su sobrino Yin Yin, pero que por encima de todo, escribió, fomentó la educación de las mujeres, su participación en las profesiones liberales y el retorno a una maternidad tradicional, siendo su nombre uno que marcó y condicionó su carácter y, por ello, su destino. Lucila fue el nombre que sus padres le dieron, sinónimo de Lucecita; y Godoy su apellido cuya conexión con el gótico significa Dios Santo. Y esos dos poderosos nombres por ella escogidos, Gabriela, que en hebreo significa Dios es mi fuerza, y Mistral que en el latín significa viento maestro, que habrían de ser en consecuencia su destino.
Ella como el viento que domina, esparció su voz por todo el mundo, voz de autoridad, no autoritaria, voz que enseña como la maestra de otro, atemperada por la nostalgia de la serenidad y la vida solitaria de Fray Luis, por la tentación de la vida contemplativa no exenta de ribetes místicos, anclada en una clara y profunda vocación. En fin, un auténtico tesoro del espíritu.
Pero claro, ahora que comienzan los homenajes públicos por el 80° aniversario del otorgamiento del Premio Nobel, especialmente los más notorios, que son los que cuentan con el patrocinio de la recaudación fiscal, digo como Oscar Castro "¡ay Gabriela Gabriela, estás ahí partida por enemigas fuerzas", que vuelven a la carga anunciando a través del Ministerio de la Mujer que "relevará su lesbianismo como tema central de su celebración".
Así al menos lo afirma el directorio de Gabriela Mistral Foundation, consternado -como muchos-, por semejante desvirtuación, al ser evidente que de esta manera no se le está rindiendo un auténtico homenaje a su legado, el cual supondría poner de manifiesto lo que ella misma quiso al recibir el Nobel: "ser la voz directa de los poetas de mi raza y la indirecta de las muy nobles lenguas española y portuguesa". Y razón llevan quienes afirman que la vida personal de la poetisa no debiera ser usada como carne de cañón para la consecución de un objetivo que nada tiene que ver con su poesía, olvidando el verdadero sentido y valor de su obra.
Sabido es que el verbo poético es milagroso y "se posa donde quiere". Hay artistas puros y extraordinarios que pasaron toda su vida encerrados voluntariamente en un claustro, otros que fueron soldados y vivieron a la intemperie, los hubo pobres, millonarios, santos, criminales, homosexuales, heterosexuales, quienes, por encima de toda peripecia, o a pesar de ellos mismos, fueron artistas.
Y si hubo quienes en el pasado no podían entender, muertos de envidia -Amanda Labarca entre otros-, que una humilde maestra primaria tuviera tan enorme talento, pareciera que hoy el papá Estado, con la varilla de la corrección política no lograra comprender algo tan simple como que el talento de Gabriela está más allá de su orientación sexual o de su amor secreto por Doris Dana.
A eso están llegando nuestros políticos. Los chilenos tienen sentido común y son quienes pagan en último término los reconocimientos que éste entrega. No nos obliguen a ver o a reparar aquello que sólo a un pequeño grupo le interesa, por favor. Que cada quien libremente se acerque a la figura de la eminente Gabriela y, sobre todo, a su obra. 2
"