Anatomía de un nuevo parquicidio
Una vez más, como tantas antes, el PCdV terminó por privilegiar la desidia de aquellos que sólo buscan diezmarlo y cooptarlo.
Por casi una década y media, el Parque Cultural de Valparaíso (PCdV) ha sido más que un centro cultural: es un espacio de memoria, identidad porteña y resistencia. Pero también ha sido escenario de conflictos, abandonos institucionales y una inestabilidad directiva ya cíclica. La renuncia de Gianina Figueroa a la presidencia del Parque no es la excepción: es otro capítulo en una historia de desgaste, indiferencia y cálculos políticos.
Figueroa, figura reconocida del mundo pyme y sin militancia partidaria, asumió el cargo ad honorem en 2023, enfrentando una herencia tóxica: una deuda millonaria, una querella del Consejo de Defensa del Estado por malos manejos financieros durante la gestión de Nélida Pozo -hoy subsecretaria de Patrimonio- y un embargo que paralizó el funcionamiento del Parque. Sin sueldos para trabajadores, sin apoyo efectivo de las instituciones que integran su directorio y con el cobarde silencio del Gobierno, su salida sólo era cuestión de tiempo.
No es la primera en irse frustrada. Antes de ella, otros presidentes renunciaron o se fueron en medio de disputas políticas, conflictos presupuestarios o simples abandonos (Mellado, Coulón, Barría, Redolés, entre otros). Lo alarmante es que el patrón se repite: presidentes que llegan con voluntad, pero se estrellan contra la inercia institucional y el desinterés político. Esta vez, con ingredientes aún más enrarecidos.
Se comenta en voz baja -pero cada vez con más fuerza- que la falta de colaboración por parte de la Delegación Presidencial y del Municipio de Valparaíso (ambos controlados por el PC y el FA) respondería a razones electorales. ¿La hipótesis? La madre de la ministra de Cultura, Carolina Arredondo, es la diputada PPD Carolina Marzán, quien competiría por el Senado contra candidaturas del propio PC y del Frente Amplio. ¿Y si el debilitamiento del Parque fuese un daño colateral de esa pugna? La pregunta es incomoda, pero no puede ser ignorada.
Figueroa no renuncia por cansancio, renuncia por algo más cercano a la dignidad. Porque no es posible sostener un espacio cultural sin presupuesto, con cuentas embargadas y con "fuego amigo" bloqueando la gestión. Su salida es una advertencia: sin voluntad política transversal, sin una estructura de gobernanza robusta y sin compromiso real con la cultura, el Parque Cultural de Valparaíso seguirá condenado al colapso. Y con él, una parte fundamental de la memoria y vida porteña.