Narrar a Valparaíso sin su nostalgia: la ética literaria lateral de Cristóbal Gaete
Premiado por su trayectoria, el escritor ha construido una literatura donde el "yo" se descentra para abrir espacio a lo colectivo y la memoria se convierte en narrativa.
Cristóbal Gaete no cree en dogmas literarios, menos en aquellos que idealizan la lectura. "Probablemente leer me hizo peor persona", dice con ironía. No lo afirma para provocar, sino como parte de una reflexión más profunda sobre el lugar que la literatura ocupa en su vida: un espacio de obsesión, detalle y aislamiento, pero también de compromiso y comunidad.
Recién galardonado con el Premio Municipal de Literatura de Valparaíso en la categoría de Trayectoria, Gaete -escritor, periodista, editor y tallerista- ha forjado una obra marcada por la experimentación y el arraigo territorial, muy lejos del centro del campo literario chileno.
Géneros y formatos
"La mejor forma de leer mucho era convertirme en un trabajador de la literatura", afirma. Esa vocación lo ha llevado a cruzar géneros y formatos: novelas cortas, crónicas, libros de memoria social, publicaciones en ferias callejeras y fotolibros.
Autor de Valpore y Motel ciudad negra (Premio Municipal de Literatura de Santiago 2015), compiladas junto a otros textos en Apuntes al margen (Emecé/Planeta), el escritor ha publicado en medios como The New York Times en español, Dossier UDP y JOIA.
Desde Valparaíso -ciudad que retrata sin filtros ni nostalgia- Gaete coordina el Laboratorio de Escritura Territorial en Balmaceda Arte Joven (BAJ) y codirige el Taller de Fotolibros, un espacio donde vincula la escritura con el territorio y la memoria social.
Oficio literario
Para Gaete, enseñar es también una forma de leer distinto. "Leo con toda atención los escritos de los asistentes buscando una luz para su trabajo, algo que descifre el misterio de su funcionamiento", señala. Lo que busca no es formar escritores obedientes a un molde, sino fomentar una mirada crítica, autónoma y sensible.
De sus talleres han surgido voces jóvenes que ya destacan en el panorama nacional. "Aprovecho de avisar que tiene abierta su convocatoria el Laboratorio de Escritura Territorial", dice con tono práctico, recordando que de allí han salido tres premios Roberto Bolaño y casi una decena de becarios del Fondo del Libro.
Territorio narrado
La relación de Gaete con Valparaíso es compleja, crítica y profundamente vital. "La nostalgia a la que se aferra mucha gente al pensar en Valparaíso es una trampa... si todo tiempo pasado fue mejor, estamos congelados", señala.
Por eso sus textos escapan a la postal romántica del Puerto. En su lugar, muestra un Valparaíso precario, tenso y actual, con personajes y escenas que dan cuenta de la experiencia urbana contemporánea, muchas veces ignorada por las narrativas oficiales o centralistas. "Decido plasmar la experiencia contemporánea porque es la que vivo, y porque no sobraba gente que lo hiciera", explica.
La marginalidad, sin embargo, no es una etiqueta que lo defina. "No me siento marginal, sino más bien lateral", aclara. Desde esa lateralidad, Gaete ha desarrollado una obra coherente y generosa, comprometida con dar visibilidad a otros -lectores, autores, personajes reales- en un sistema cultural donde la centralidad parece estar reservada a unos pocos. "Tampoco sé si es posible la centralidad viviendo en alguna provincia del país. Pero estoy bien así, me funciona para el cotidiano".
Voces múltiples
Esa ética del trabajo atraviesa su modo de entender la literatura. Para Gaete, el "yo" del autor no debe ser el centro del relato. "Mi experiencia es una más entre muchas. Me interesan más esas otras voces más allá de la mía". Por eso sus talleres no solo enseñan a escribir: ayudan a observar, escuchar, y a leer de forma distinta.
"Hablamos de textos inéditos, probablemente nunca antes interpretados. Eso es estimulante", señala. En esa búsqueda de voces múltiples, Gaete reconoce el valor de lo autobiográfico, siempre que logre conectar con lo colectivo: "Lo autobiográfico sí es combustible, pero debe establecer coincidencias con otras vidas".
En su proyecto literario, la tensión entre lo documental y lo ficticio es un factor constante. "Más que borrarlo, estimo que ambos géneros permiten estampar sensiblemente la realidad", explica.
Para él, la crónica no deja de ser literaria, así como la novela puede entregar verdades sociales. "¿Cuánta verdad hay en el diario de residencia de María Graham?", se pregunta. "La verdad sobre nuestra ciudad también la puede entregar la novela, aunque necesite o considere ficción".
Apegado al papel, amante de los libros de segunda mano, Gaete escribe a mano y rescata ejemplares olvidados como si fueran pequeños tesoros. Más que una resistencia programática a lo digital, su relación con la literatura es una forma de vida cotidiana y persistente.
"Para expresarme profundamente necesito el papel, para retener mejor lo que leo marcar los libros me dejará pistas para el futuro". Más que nostalgia, es una postura frente a la velocidad con que se consume la cultura actual. "Esto tiene que ver no solo con una postura, sino con acceso: las librerías de novedades concentran libros recientes y eso limita lo que quiero leer".
Memoria social
Ese mismo impulso lo ha llevado a editar libros fuera del circuito tradicional. En ferias callejeras ha publicado historias de ambulantes, de kiosqueros de fruta, del Mercado Cardonal. "Ver la vida propia en papel no debe convertirse en otro privilegio", dice.
Escribir desde la periferia editorial le ha permitido regalar esos trabajos y promover la lectura en lugares donde la oferta comercial no llega. "Quería que leyera otra gente, básicamente", refiere. La cita resume una convicción profunda: la literatura no como objeto de consumo, sino como herramienta de comunidad y conciencia.
En paralelo, ha trabajado en la recuperación de voces clave como la de Carlos Pezoa Véliz. "Reponerlo era acercar sus estampas porteñas o viñamarinas a una comunidad que podría preguntarse cuánto había cambiado su entorno". Para Gaete, la genealogía literaria no se construye solo desde los libros canónicos, sino desde los vínculos afectivos, territoriales y políticos que ellos contienen. 2
Para expresarme profundamenre necesito papel, para retener mejor lo que leo marcar los libros me dejará pistas para el futuro; si todo tiempo pasado fue mejor, estamos congelados".
Leo con toda atención los escritos de los asistentes buscando una luz para su trabajo; decido plasmar la experiencia contemporánea porque es la que vivo, y porque no sobraba gente que lo hiciera".
Sebastián Casanova Díaz
reportajes@mercuriovalpo.cl
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