LOS MARTES DE DON DEMETRIO
POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO
En uno de sus más conocidos libros, el Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, recientemente fallecido, creó una frase que se hizo famosa y que en el vecino país del norte tiene plena vigencia: "Cuándo se jodió el Perú". Pues bien, inspirado en esa idea se me vino a la mente cambiar el adverbio inicial de aquélla y preguntarme "quién jodió a Chile". Lógicamente, desarrollar cabalmente esta cuestión me obligaría a escribir un lato libro, por lo cual seré esquemático. Haré un intento desde mi condición de simple chileno jubilado hace ya años, que tuvo la oportunidad de tener experiencias importantes en varias áreas. Aclaro desde el inicio que mis planteamientos no irán dirigidos sólo a personas que actualmente ocupan una determinada posición y que tampoco busco que a mis ideas se les dé un carácter político coyuntural.
Los primeros "imputados" son las instituciones existentes, no sólo las políticas. Lógicamente, estas últimas tienen una responsabilidad sustantiva, pues han dirigido el país desde la posición que han desempeñado. Hemos visto que con los años, miembros del Poder Ejecutivo de varios gobiernos han cometido irregularidades donde habitualmente han estado envueltos el dinero y la manipulación. Muchos han confundido el bolsillo del Estado con el propio, provocando escándalo y rechazo nacional. Luego, si miramos el Congreso Nacional, no ha habido límites para tener acciones que van desde faltas de criterio hasta manipulaciones políticas que han provocado una generalizada rabia visceral. Sólo para mencionar casos recientes. Un diputado es peinado por otro en plena sesión de la Cámara y una senadora perdió su cargo por faltar abiertamente a la Constitución. Enseguida, si observamos el antes incorruptible Poder Judicial, que hacía a un distinguido profesor de Derecho Procesal enseñarnos "después de la Corte Suprema sólo el Tatita Dios", nos ha dejado atónitos con la realidad que se vive en su interior, donde la probidad y la imparcialidad indispensables han sido olvidadas. Como abogado, siento añoranza de presidentes de la Corte Suprema como don Pedro Silva Fernández. Hemos perdido la confianza en la administración de justicia y eso es de las cosas más graves que le puede acaecer a una sociedad.
Pero lo indicado más arriba no sólo alcanza a las autoridades nacionales. Hemos visto con espanto cómo las regionales o comunales -que han demandado por años tener independencia y dinero para desarrollar sus funciones- ahora que los tienen, han tenido una carencia de eficiencia y de probidad no pensada. Sólo un hecho. La gran mayoría de quienes son electos como gobernadores o alcaldes, antes de asumir, piden una investigación contable acerca de su antecesor y en una inmensa mayoría se descubre que estos habían "metido la mano en la lata". Adicionalmente, la gran mayoría de los gobernadores o alcaldes, ante una dificultad específica, declaran que los presupuestos son insuficientes y que el "Gobierno Central debe hacerse cargo del problema", sin siquiera intentar mejorar la administración de los recursos propios. Trasmiten la idea que el dinero en el Ministerio de Hacienda fluye de una forma interminable y que los pesos caen como el agua de una cascada.
Desafortunadamente, otras instituciones importantes en nuestras vidas han caído en renuncios que nos han dejado sin habla. Como católico, me duele tener que mencionar el menoscabo de mi Iglesia y de muchos de nuestros obispos, llegando al extremo de haber dejado al fallecido Papa Francisco en una situación incómoda, al haberle negado hechos imperdonables. Por otra parte, soy nieto, hijo, hermano y padre de bomberos. Cómo no nos va a doler a todos los chilenos que miembros de esta única y prestigiosa institución hayan sido sorprendidos robando cascos para luego venderlos.
Pero saliendo de las instituciones, miremos la actitud de los padres actuales. Vemos con verdadero estupor que todos los días muchachos menores de 16 años participan activamente en delitos como asesinatos, asaltos, robos, agresiones y otros. Me pregunto, dónde están sus progenitores. ¿Cuándo fue la última vez que los padres hablaron con aquellos para intentar conocer cuál es su conducta diaria? Incluso se ha perdido la costumbre de que la familia a la hora de la comida, una vez que se ha acabado la jornada, se reúna alrededor en una mesa, sin celular, para comentar el día y para que aquéllos tengan una instancia destinada a guiar a sus hijos, desde las formas de comer hasta la renovación de valores y principios. Hoy, una gran mayoría de los padres no tiene idea qué hacen sus hijos y si están o no metidos en asaltos, robos u otros delitos, o si consumen drogas. Es más, hay padres que ante una mala conducta en el colegio o ante una mala nota de un hijo, las emprende contra el profesor, llegando incluso a agresiones. ¿Cómo poder pedirles a los jóvenes que respeten a sus profesores si sus padres los desautorizan en presencia de ellos? Se han visto casos en que incluso los alumnos agreden a sus maestros. Se me viene a la mente mi padre. Cuando me quejaba de un profesor que "me tenía mala barra" y que me había castigado, existía una sola respuesta: "Algo malo debes haber hecho tú". Adicionalmente, es necesario reconocer que el Estado poco ayuda en la mejoría de lo indicado. Sólo un ejemplo: ¿cómo es posible que por la TV abierta se permitan avisos para que libremente todos podamos jugar dinero sin importar la edad? Es un error serio incentivar en la población el hábito del juego y mayor aun ponerlo al alcance de menores.
A su vez, una cantidad importante de jóvenes hoy no poseen el más mínimo respeto por sus educadores. Se ha llegado al extremo que muchachos los insultan abiertamente. Algunos incluso asaltan o incendian sus propios colegios. Establecimientos emblemáticos como el Instituto Nacional o el Internado Barros Arana, que antes tenían 20 o 30 postulantes para una vacante, hoy les sobran plazas. Si los líderes de estas fechorías incluso tienen un uniforme blanco para identificarse como cabecillas de los asaltos y autores de los incendios de buses destinados al servicio de quienes no poseen automóvil.
No puedo dejar en el tintero al sector privado. Soy acérrimo partidario de la empresa privada, sea grande, mediana o pequeña. Ellas son la herramienta que el país tiene para crecer. Pero que haya habido empresarios inescrupulosos que jugaron con necesidades básicas de la población, es una acción que merece la más grande condena. Se ha hecho trampa con los remedios, con el precio de los pollos e incluso con el papel toilette. Qué decir de los empresarios que faltaron a la ley en millones de dólares y que recibieron como pena el asistir a clases de ética.
Miremos lo que ha sucedido estos días con el fútbol y que ha sido la repetición de actos ya acaecidos. Es una demostración del nivel que como sociedad hemos alcanzado. Llama la atención que instituciones que gastan cientos de millones de pesos en contratar un jugador, no tengan el menor interés en crear campañas por internet u otro medio destinadas a instar a sus seguidores a comportarse como debe ser. ¿Cuándo un club ha puesto un spot en televisión llamando a sus hinchas a comportarse como corresponde? ¿Qué institución deportiva intenta identificar a los cabecillas de estos delitos? Ninguna. Sólo piden más carabineros como si esa fuera la gran solución. Los dirigentes del fútbol son los mayores responsables de la carencia de un patrón de conducta para quienes van a los estadios.
Lógicamente, podría seguir con una lista casi interminable de personas o instituciones que han hecho que Chile "se haya jodido". La pregunta que cae de cajón es: ¿tenemos cómo frenar este deterioro progresivo de nuestra sociedad? Aparentemente, pareciera que no. Pese a ello, pienso que sí existe y la forma es menos rebuscada de lo que pudiera estimarse. Basta que cada uno de quienes poblamos esta hermosa y angosta faja de tierra nos propongamos cumplir en forma correcta y eficiente lo que nos corresponde. Dejemos de echarles la culpa a otros. Está en las manos de cada uno recuperar Chile. Usted, señor, usted señora, me preguntará "¿pero si yo no tengo qué hacer para que esto cambie?". Yo le respondo que sí tiene. Puede entre los suyos adoptar acciones u omisiones que de una forma u otra hagan que la vida suya o la de los que los rodean sea mejor. Impulse esto entre los suyos. Todos podemos hacer algo más, sea en el ámbito personal o con los cercanos. El mejoramiento de las partes, por más pequeñas que sean, hace que el todo sea al final esplendoroso.