Montes y la difícil reconstrucción
El ministro de Vivienda reconoció atrasos en el proceso y "ciertas limitaciones" en el equipo a cargo de las zonas siniestradas.
Mientras la reconstrucción en los cerros siniestrados el 2 y 3 de febrero de 2024 avanza por exclusivo impulso de las familias afectadas, casi sin ayuda estatal, y cuando Contraloría ratifica, en un extenso informe, que la acción del Minvu en el área sólo alcanza a la entrega de 20 viviendas, es decir, un mísero 1,14% de las 3.503 familias perjudicadas en la emergencia, las palabras del ministro de Vivienda, Carlos Montes, en torno a que el equipo a cargo del problema trata de hacerlo lo mejor posible pese a las dificultades que impone la tarea, se parece mucho a un reconocimiento de la ineficiencia del Estado para asumir sus responsabilidades y, a la vez, a una rendición frente a la urgencia de hacer mayores esfuerzos en este ámbito. Nada de lo que plantea Montes, en su tono mesurado de siempre, es una sorpresa. Ni los problemas de regularización en muchos de los terrenos involucrados, ni las dificultades geográficas que impone el terreno, especialmente en la población El Olivar, ni menos el nudo gordiano que significa la tramitación de permisos en las direcciones de obras involucradas. Todos estos son factores que estaban presentes el día que el Presidente Gabriel Boric llegó a la zona del megaincendio y comprometió una respuesta adecuada, en tiempo y forma, a los miles de damnificados. Ad portas de un invierno que se anticipa frío y lluvioso, las respuestas del Gobierno deberían tener, al menos, un poco de empatía con los dolores de aquellas personas que sufrieron hace un año la terrible pérdida de sus viviendas y que viven ahora el calvario de una burocracia que ninguna repartición pública ha sido capaz de soslayar. ¿Cómo no iba a ser posible que todos los organismos se coordinaran adecuadamente para diseñar un proceso expedito desde el principio? De las palabras de Montes no es posible extraer ninguna esperanza de que el Minvu prepare nuevas medidas que permitan acelerar el cancino ritmo de la reconstrucción y, peor aun, a diez meses de que acabe este Gobierno se percibe cierta convicción interna de que ya se hizo todo lo posible. Una nueva crisis llegará cuando el problema financiero-burocrático se convierta en un dilema social, porque todos sabemos lo poco que demora la desesperanza en convertirse en rabia.