Secciones

DE TAPAS Y COPAS Miró, todo un mundo de sabores

POR MARCELO BELTRAND OPAZO, CRÍTICO GASTRONÓMICO
E-mail Compartir

Es interesante constatar, a través de la gastronomía, la influencia que tienen diversas culturas en nuestras prácticas culinarias, todo, gracias a la globalización cultural, que nos llega a través de las comunicaciones, la migración y de los viajes. Tanto recetas como tradiciones se traspasan y las hacemos nuestras como si existieran desde siempre. El idioma se va enriqueciendo con anglicismos, nuevos términos que significan todo un mundo. De la misma forma, incorporamos prácticas que antes no teníamos, ejercicios de comer, combinaciones de alimentos que no había en nuestra dieta habitual. Todo eso ocurre con una rapidez de la que no siempre tomamos conciencia. Vivimos un mundo globalizado, tanto en las transacciones económicos, como en lo cultural, donde lo vemos día a día. La experiencia que vivimos en la visita a la cafetería Miró, fue un encuentro con nuevas prácticas gastronómicas.

Fuimos el fin de semana, durante la tarde. Al llegar, el ambiente se sentía cómodo, familiar. Nos instalamos y después de ver la carta y escuchar las sugerencias de Jorge Díaz, el garzón, decidimos iniciar con la Torta Pompadour. El trozo de torta que compartimos tenía un dulzor medio, de excelente consistencia, donde las capas de hojarasca estaban blandas y húmedas, se siente y sabe cremosa. En resumen, una torta muy rica. Y esta torta es el primer ejemplo de la globalización. Veamos. El origen exacto de la torta Pompadour es difícil de rastrear, pero su presencia en la repostería latinoamericana se estableció a lo largo del siglo XX, impulsada por la influencia de la cultura europea en la cocina de la región, especialmente la francesa, que ha dejado una huella profunda en la repostería a lo largo de la historia. El nombre "Pompadour" hace referencia a Madame de Pompadour, quien fue la amante del rey Luis XV de Francia en el siglo XVIII y una de las figuras más influyentes de la corte. Aunque no está claro si el postre tiene un vínculo directo con ella, se cree que el nombre se relaciona con la elegancia y el estilo que se asocia a su figura, evocando una estética de refinamiento y sofisticación. En su versión más popular, se utilizan capas de bizcocho que se ensamblan con rellenos de crema de chocolate o de vainilla, a menudo con un sofisticado decorado en la parte superior. La Torta Pompadour del Miró, contiene todo lo que se espera de una tora como esta, sabor y elegancia en sus componentes. Bien.

Mientras tanto, en el salón del Miró, sigue llegando gente. El ambiente es de relajo, vemos que todos están cómodos.

Sigamos con la degustación. Quisimos probar un nuevo producto, el Brunch, y acá me detengo, porque el concepto no es original de América Latina, pero lo hacemos nuestro, por lo mismo, antes de contarles qué trae este Brunch viñamarino, les cuento qué es el brunch. Bueno, el brunch es una combinación de desayuno (breakfast) y almuerzo (lunch) que se originó en Inglaterra a finales del siglo XIX. La primera mención registrada del término apareció en un artículo de la revista Punch en 1895, escrito por Guy Beringer, quien lo describió como una alternativa más relajada y sociable al tradicional desayuno inglés. Inicialmente, el brunch se popularizó entre la aristocracia británica, que solía ofrecer un bufé los domingos para que sus sirvientes tuvieran el día libre. En la década de 1930, el concepto cruzó el Atlántico y se hizo famoso en Estados Unidos, donde se convirtió en una tradición dominical, especialmente en reuniones sociales y eventos de negocios. Hoy en día, el brunch es una práctica común en muchos países y suele incluir una variedad de platos dulces y salados, como huevos Benedict, tostadas francesas, bagels con salmón, mimosas y café. El que nosotros conocimos y degustamos en el Miró esa tarde, incluye, dos cafés americano o cortado o té tradicional, dos jugos de naranja, huevos revueltos, tomate cherry, jamón y queso, mermelada y palta, tostadas de pan de masa madre, un trozo de torta del día y una medialuna, fruta de estación y dos mimosas. La verdad es que la combinación de sabores, texturas, distintos dulzores, algo de saldo y frescor, resulta muy interesante y rico. Tanto la proporción, como la calidad de los productos, más la presentación de estos, da como resultado una propuesta especial para compartir y disfrutar, porque tenemos los líquidos, por una parte: el café o el té, los jugos de naranja natural y las mimosas, que nos aportan diversidad de temperaturas, como también, sabores distintos; luego, los huevos revueltos, con el queso y el jamón, más, la acidez de los tomatitos cherry y la cremosidad de la palta, y se me olvidaba, el pan de masa madre. Y para cerrar, lo dulce, el trozo de torta y la medialuna. Una gran propuesta. Y como la globalización hace lo suyo, el brunch me parece una excelente propuesta de nuestra "once". Porque, siempre, tenemos que adaptar las prácticas culturales de otras culturas a la nuestra. El brunch nace en otro país, pero como toda práctica cultural, la tomamos y la adaptamos, incorporando nuevos productos, reinterpretándola, dándole el sentido de nuestra propia cultura.

Bueno, pero sigamos, porque aún nos queda degustación. También quisimos probar otra propuesta, uno de los Iced Tea (Verde Jazmín), es decir, un té helado, que resulta muy refrescante. En realidad, es un coctel de té, algo que también viene de otra cultura pero que tomamos y la adaptamos a la nuestra. Este té helado estaba realmente bueno, refrescante, con el dulzor justo y con una bonita presentación. Nos gustó mucho.

A esas alturas de la tarde, varias mesas celebraban cumpleaños, otros conversaban animadamente, los comensales estaban bien, seguros y cómodos, a pesar de que todas las mesas estaban completas, se podía conversar bien. Eso no es menor cuando uno está en un lugar lleno.

Pero como no nos podíamos ir sin probar los helados, ya que son fabricados en el mismo Miró, quisimos degustar la Copa Miró, una de las copas "fantásticas", que consiste en un canastillo con cuatro sabores de helados a elección, dos barquillos bañados en chocolate, seis mini pop de avellana, mostacillas y salsa de chocolate. La copa es realmente grande, para compartir, por lo menos cuatro personas. Realmente fantástica, porque contiene todo para que un adulto pueda disfrutar como niño, y para los niños, esa es otra historia. Y no pude dejar de recordar las visitas que hacíamos con mi madre al café Paula, en Santiago, hace muchos años atrás. Recuerdo que era toda una fiesta poder pedir una gran copa de helado, y disfrutar sus sabores. Estos helados, la experiencia, los sabores, todo me hizo recordar esos años de niñez. La comida tiene mucho de evocativa, y cuando eso ocurre, creo, que ha cumplido con su objetivo, que es, transportarnos, hacernos disfrutar de un momento único.

La tarde estaba terminando, pero no podíamos irnos sin probar los helados con cero azúcar (chocolate, avellana y frutos del bosque), porque son toda una propuesta. Y estaban realmente ricos, no se nota la falta de azúcar, al contrario, los disfrutamos más aún.

Las cafeterías o los restaurantes, son lugares que desarrollan cultura. Son puntos de encuentro, donde las personas socializan, por lo mismo, estos deben ser destacado y cuidados por la misma ciudad.

La propuesta del Miró, como cafetería, heladería y pastelería, definitivamente aporta a la ciudad, porque entrega un buen ambiente, tanto en la decoración como por la seguridad y tranquilidad, por ejemplo, un punto no menor para una buena experiencia, las pantallas que tiene el local transmiten imágenes de la carta del local y no otras cosas, algo que muchas veces resulta disruptivo e interrumpe una buena comida; segundo, las sillas son muy cómodas; tercero, la decoración es agradable; y cuarto, la atención es muy buena. En resumen, es una excelente propuesta y alternativa, una cafetería que recomiendo.

Miró Sabores Fantásticos 13 norte 810, esquina

1 oriente, Viña del Mar

IG: @mirosabores