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Garibaldi en Valparaíso

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Al momento de su partida, parte de la comunidad italiana que lo acogió en el puerto le regaló una bandera de seda bordada con hilos de oro y plata que representaba a una Italia en forma de hermosa mujer triunfante, que se erguía sobre cañones y cadenas".

Una de las buenas cosas que se han estrenado este año en Netflix es la adaptación de la novela El gatopardo, escrita por Giuseppe Tomasi Lampedusa a mediados del siglo XX. Ésta narra los avatares del príncipe de Salina, Fabrizio Corbera, durante la invasión de Giuseppe Garibaldi a la isla de Sicilia como parte del proceso de unificación de Italia ocurrido en 1860.

Un personaje que, aunque lateral en la novela y en la miniserie, es el elemento dinamizador de todos los sucesos: Garibaldi. Para quienes conozcan Valparaíso, el nombre les resultará familiar por la calle y escalera que lleva su nombre en el puerto. En Viña del Mar, existe también un vestigio: una piedra escondida a los pies del Cerro Castillo que recuerda su desembarco en Caleta Abarca. En efecto, Garibaldi llegó a este puerto el 26 de marzo de 1853 y permaneció hasta el 10 de abril de ese año.

El historiador Emilio Toro Canessa dedicó algunas páginas a esta breve, pero significativa estancia. Gracias a él, sabemos algunos detalles de esta visita: alertados de su llegada, su compatriota Pietro Sepp fue el encargado de recibirlo en la playa con elogiosas palabras, que lo destacaron como el máximo héroe del resurgimiento de Italia y la esperanza de todos los italianos del mundo.

Luego de su traslado a la hacienda de Viña del Mar, donde fue recibido con un agasajo, Garibaldi pa rtió hacia el puerto y se hospedó en la casa de otro compatriota. No existen registros detallados sobre sus actividades en esos días, pero es posible imaginar que, además de las habituales tareas de abastecimiento y mantenimiento de los buques, también disfrutó de las distracciones típicas de los marineros (¿quién sabe si dejó un amor por esta zona? Tal vez su historia terminó inspirando al grupo mexicano Garibaldi y su canción La Ventanita ).

Sí hay certeza de que, al momento de su partida, parte de la comunidad italiana que lo acogió en el puerto le regaló una bandera de seda bordada con hilos de oro y plata. Según el relato de Toro, en ella se representaba a una Italia en forma de hermosa mujer triunfante, que se erguía sobre cañones y cadenas, llevando una corona torreada con las palabras: independencia, unidad y libertad.

Garibaldi, conmovido, habría agradecido el gesto diciendo: "En esta playa chilena, de frente a este mar infinito, les juro que siempre flameará a mi lado, en primera línea y en todos los combates que me esperan por la libertad de Italia eterna".

El Mercurio de Valparaíso , en tanto, consignó el 11 de abril la anotación que había quedado del registro de su partida: "Capitán Garibaldi, honroso lema que ilustró una vieja nación y ahora honra solo una modesta embarcación que pudiera hundirse bajo una carga tan valiosa, si la gloria tuviera el peso material de las cosas perecederas. El ilustre héroe italiano, manejando el timón de una pequeña barca entre tempestades y escollos, entretiene y engaña de este modo las inspiraciones elevadas de su alma ávida de movimiento, hecha para la acción y destinada a combatir peligros y desgracias conjuradas".

Así terminó la historia del héroe en su paso por Valparaíso, siete años antes de la Expedición de los Mil, que le permitió conquistar el Reino de las Dos Sicilias y entregar el territorio al rey Víctor Manuel II, sellando la unificación de Italia en 1861.

A diferencia de lo que plantea Toro, dudo de que el recibimiento de Garibaldi haya sido bien recibido por toda la comunidad, en especial, los monarquistas. El resultado de su campaña era todavía muy incierto, por lo que apostar por él era un acto riesgoso.

Finalmente, en tiempos de Garibaldi, un viaje en bergantín entre Italia y Valparaíso duró unos 5 meses; a pesar de eso, el puerto fue una parada obligada para varios protagonistas del siglo XIX. Hoy, con Europa a menos de un día de distancia, ningún actor importante necesita ni mostrar interés en pasar por este puerto. En tiempos de decadencia, pareciera que lo único que nos queda es la historia; no la olvidemos, sería la lápida definitiva para Valparaíso. 2

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Sethmacher

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Nuestra ciudad está que revienta de tanta tragedia, y hay pocos signos esperanzadores que nos ayuden a encontrar una salida. Todos diagnostican, nadie resuelve. Hora sería de dejar de contemplar cómo se nos cae el mundo y pasar a la acción".

La historia rima puertas adentro decía Mark Twain. Y si algo muestra, es que la estupidez, la falta de previsión y el escaso aprendizaje son parte de nuestra triste condición. Qué mejor demostración que Valparaíso y sus continuos desastres, que aún siendo previsibles no hay manera de impedirlos.

Hace sólo unos días se ha incendiado Sethmacher junto a una serie de inmuebles aledaños, ahondando el sentimiento de espanto y desesperanza en muchos de nosotros, que dicho sea, es el primero que se apodera de los primates cuando ocurre alguna tragedia, igual que la colaboración, surgida menos como altruismo y más como catarsis. Esa fatal imprevisión en que olvidamos la importancia de planificar escenarios futuros y de las acciones preventivas, pese a las advertencias recibidas.

¿O se nos olvidó que una de las exigencias de Unesco en su última visita fue la de elaborar un plan de gestión de riesgos catastrando propiedades en estado de abandono o ruinoso y hacernos cargo del pésimo estado de las instalaciones eléctricas y de gas en los sectores patrimoniales y de amortiguación?

Nuestra ciudad está que revienta de tanta tragedia, y hay pocos signos esperanzadores que nos ayuden a encontrar una salida. Todos diagnostican, nadie resuelve. Hora sería de dejar de contemplar cómo se nos cae el mundo y pasar a la acción. Para ello, podemos pensar en el Estado, o bien la sociedad civil, o por último en la empresa privada como motores para recuperar lo perdido.

Aunque en nuestro caso el asunto marche contra el sentido del reloj, ya que Valparaíso sufre del abandono estatal, la sociedad civil adolece de niveles importantes de marginalidad y anomia y la empresa privada, salvo contadas excepciones, no desea invertir en Valparaíso. En situación semejante, huelga decir lo poco alentador y menos promisorio del futuro que nos espera. La de Sethmacher no será en ningún caso la última pérdida que debamos lamentar y la reconstrucción de lo perdido allí seguramente tomará años, si es que ocurre.

Es por tanto momento de que la autoridad comunal junto a los concejales entiendan que la ciudad no vive condiciones de normalidad y que por lo mismo, requiere tareas excepcionales. Es urgente empezar mañana mismo con el catastro de todas las propiedades en estado ruinoso o de abandono. Hay que salir del edificio consistorial y reunirse con cada propietario, realizando el ejercicio de registrar las intervenciones más urgentes, barrio por barrio, cuadra por cuadra. No podemos esperar que suceda otra tragedia. Y es sabido que cuando ocurra el próximo terremoto, gran parte del plan de Valparaíso se desmoronará a menos que hagamos algo ahora.

Vuelvo a insistir sobre la necesidad de que el plan regulador defina de una vez cuáles son las zonas de mayor riesgo y se aproveche el marco legal de la Ley General de Urbanismo y Construcciones y de la ley de rentas municipales que entregan herramientas y facultades a los municipios para estimular el cuidado de los inmuebles por parte de sus propietarios y para desarrollar las acciones necesarias para la rehabilitación y saneamiento de las poblaciones deterioradas o insalubres, en coordinación con los planes de esta misma naturaleza del Ministerio de la Vivienda y Urbanismo.

Pero aún más importante es crear condiciones y estímulos para sensibilizar al Estado central a cumplir con sus compromisos hacia una ciudad patrimonio de la humanidad y para que la gente quiera invertir en nuestra ciudad y recuperar sus inmuebles pues la sola acción del ente público siempre será insuficiente. Uno esperaría que la municipalidad a través de la Secpla pueda gestionar todos los recursos económicos y humanos que sea factible conseguir para recuperar un negocio como Sethmacher y las propiedades aledañas que fueron arrasadas. Es lo mínimo que se debiera hacer.

Dicen que Teresa de Jesús dijo, aunque no es seguro que lo dijese: "No pasa nada, y si pasa, ¿qué importa?, y si importa, ¿qué pasa?". En el caso de Valparaíso, sí pasa y muy grave. Es hora de actuar, de no bajar la guardia, de resistir, y de persistir en que Valparaíso, pese a todo, todavía tiene remedio. 2

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