LOS MARTES DE DON DEMETRIO Viajes presidenciales
POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO
Una de las características más relevantes de la política exterior mundial la constituye el hecho que desde la segunda mitad del siglo XX se inició un proceso que significó que los jefes de Estado empezaron a desplazarse -a veces largas distancias - para visitar a colegas de otros países. El desarrollo de la aviación ayudó mucho a ello. Este sistema de entendimiento personal era y es mucho más fácil en Europa, por ejemplo, donde las distancias entre las capitales requieren de pocas horas de vuelo. Desde ese punto de vista, Chile se encontraba y se encuentra en una desventaja, la que se ha ido aminorando con el mejoramiento de las vías aéreas.
Desde el inicio de este proceso aparecieron variados grupos políticos contrarios a él, fuera porque ello significaba "un costo innecesario" o porque había una especial animadversión hacia los países que los jefes del Estado deseaban visitar. Todavía existen pequeños grupos que argumentan estos y otros motivos para oponerse a los desplazamientos presidenciales, ya que- señalan- los medios directos e instantáneos existentes hoy dan la oportunidad de conversar como si fuera en persona y sin gastos. Respecto de este último punto recuerdo un diálogo sostenido en Brasilia con un buen y antiguo colega brasileño. Prevengo al lector que la metáfora es un tanto irrespetuosa, aunque efectiva.
"Mira -me dijo- los jefes de Estado son como los perros. Te has fijado que los caninos cuando se encuentran con uno de sus iguales lo primero que hacen por un lapso es olerse, ello como un medio de comprobar la naturaleza e intenciones del otro. Ese es el camino que la naturaleza les dio para identificarse. Bueno -me agregó- por más que existan el internet y otros sistemas modernos similares, los jefes de Estado -al final- para crear confianza recíproca deben "olerse" y así saber quién es el otro".
En lo personal, tuve una experiencia relacionada con esta insolente comparación del brasileño. El presidente Patricio Aylwin tuvo durante su mandato a los menos tres encuentros directos con el expresidente George Bush. Incluso el americano almorzó en la casa del chileno cuando estuvo en Santiago. Don Pato, en una conversación en su oficina luego que había dejado el gobierno, me dijo: "Yo siento que Bush me tiene un especial aprecio, lo que es recíproco".
En Chile el primer desplazamiento largo de un presidente fue el de Jorge Alessandri (1958-1964), quien -gracias a una invitación del presidente John Kennedy- viajó a Estados Unidos en diciembre de 1962 y, de paso, visitó otros países americanos: Perú, Panamá, México y Ecuador. En varios casos el aterrizaje era algo forzado debido a la poca autonomía del avión, un DC 6B a hélice de Lan-Chile. La visita a Washington fue todo un éxito y constituyó un acercamiento verdadero entre los dos países.
Pero siempre en estos viajes presidenciales hay algo especialmente anecdótico. En este caso fue lo que sucedió en Ecuador, donde la presencia del jefe chileno era breve y se limitaría al aeropuerto. Allí sería el encuentro entre ambos jefes de Estado. Era presidente del Ecuador Carlos J. Arosemena. Era un secreto a voces que este hombre tenía una inclinación marcada a la bebida. Cuando se produjo el encuentro en el aeropuerto de Guayaquil, al parecer el ecuatoriano estaba un poco pasado de copas. Fue muy cordial con el chileno, pero el jefe de protocolo nacional -sabedor que su jefe sólo aceptaba el consumo de agua mineral- se puso nervioso. Cuando había transcurrido una media hora del encuentro, Arosemena se salió de protocolo y en voz alta dijo: "Todos a mi casa. Vamos allá a tomar un trago". Los chilenos temieron lo peor. Sin embargo, la reacción de Alessandri sorprendió a su comitiva, pues aceptó de buena gana la invitación. En voz baja le dijo a sus cercanos: "Harto simpático el curadito". Todo transcurrió sin contratiempo alguno.
Quizás la más exitosa gira de un presidente chileno fue la que hizo don Eduardo Frei Montalva a Europa. Su presencia ocupó las primeras páginas de los diarios de Inglaterra, Italia y Francia. Los canales de la TV nacional enviaron a sus mejores periodistas a cubrir el evento, lo que, lógicamente, no se hacía con los medios modernos de hoy. Entre otros cumplieron esa función Luis Hernández Parker y Augusto Olivares (el Perro Olivares), ambos eran los más destacados comentaristas políticos de la época. Cabe recordar que Olivares, posteriormente, se suicidó en La Moneda en el momento en que el 11 de septiembre de 1973 comenzó el ataque aéreo.
En Londres, el presidente Frei, vestido de estricta etiqueta, se paseó por el centro de la ciudad en calesa abierta junta a la Reina Isabel, seguidos por otra de igual características en la que iba el Príncipe Felipe y doña Maruja. Las calles estaban abarrotadas de gente. En Francia el contacto con el presidente De Gaulle fue muy intenso y las conversaciones latas. El jefe de Estado galo incluso puso a disposición del chileno su avión presidencial para que realizara sus traslados. En Italia la visita de Eduardo Frei fue un verdadero evento histórico. Gobernaba allí la Democracia Cristiana, con la cual el chileno tenía estrecho contacto. Se le homenajeó de una forma única debido a que, además, era el primer presidente latinoamericano de esa tendencia política.
Pero, así como el viaje recién narrado debe ser el más exitoso de un presidente, Eduardo Frei M. debió sufrir, posteriormente, por razones absolutamente inexplicables y condenables, una de las más grandes humillaciones hechas a un jefe de Estado en esta materia en la historia de Chile. De acuerdo a la Constitución de la época, el presidente para salir del país debía contar con el acuerdo del Senado. En este caso se unió toda la izquierda y toda la derecha para negarle el permiso constitucional necesario para cumplir con una invitación oficial del presidente de Estados Unidos a fin de que visitara Washington. Pienso que este es un punto negro importante en la historia diplomática de Chile. Lo que, es más, la víctima de aquel desaire no se lo merecía en absoluto.
Desde que Chile volvió a la democracia, todos los presidentes se han esmerado en hacer la mayor cantidad de viajes a lejanos países, fruto de lo cual se han abierto canales políticos y comerciales positivos para todos los chilenos. El que con mayor ímpetu siguió este camio fue Eduardo Frei Ruiz Tagle. Se hacía acompañar por grupos numerosos de empresarios, los que gracias a la presencia presidencial eran capaces de obtener contactos en esos grandes mercados a los cuales desde aquí era difícil entrar. Esta tendencia continuó. Aquellos, a su vez, se dieron cuenta de eso y con entusiasmo acompañaban a los diferentes presidentes, sin importar la diferencia política que podía existir. Es así como se abrieron los mercados de Asia y hoy son los principales demandantes de productos chilenos, lo que redunda en beneficio de todos. La cantidad de bienes que se exportan a los mercados asiáticos es básica para el desarrollo nacional. Sin ello estaríamos varios escalones más abajo del cual nos encontramos. Asimismo, es bueno poner de relieve que todos los presidentes han sabido hacer "su pega" en el exterior de una forma que nos honra. Esta tendencia no se puede romper. Al contrario, debe incrementarse y los chilenos debemos tener la mente amplia para comprender el ciclo moderno de las relaciones internacionales.
He reconocido reiteradamente que soy opositor al actual gobierno. Sin embargo, no tengo dificultad alguna para destacar lo importante y adecuado que fue el viaje del Presidente Boric a la India y lo sustantivo que resulta su presencia en este momento en China y Japón. No tengo espacio para narrar mis experiencias personales como embajador en Nueva Zelanda, Japón y Brasil, donde recibí a los Presidentes Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet. Pero puedo afirmar con seguridad que las visitas presidenciales son de un valor incalculable para el país. El actual jefe del Estado está siguiendo -especialmente en el último tiempo- la senda de sus antecesores, poniendo en este esfuerzo mayor énfasis que al inicio de su administración. Comprendo que debe romper la resistencia de ciertos grupos que lo apoyan que no son partidarios de estos viajes. Pero en verdad la reafirmación-como indiqué- de la apertura hacia estos países grandes y lejanos es necesaria. Con una visita presidencial se consiguen cosas que de otro modo no se lograrían. Por lo que leo y veo, en mi opinión la presencia en Tokio debió ser más larga y al parecer el sector privado no fue parte sustantiva de la delegación que lo acompañó.
Pero además de la presencia presidencial esporádica es indispensable que se abran consulados en ciudades que están muy distantes de las capitales. En India deberíamos tener al menos cuatro consulados con gran actividad comercial. Las regiones separadas de la capital son ricas y sus habitantes suman decenas de millones de personas, a las cuales no se llega. Lo mismo en China y en Japón. Se requiere con urgencia abrir consulados que, además de cumplir su función natural, hagan los contactos económicos necesarios para abrir nuevos mercados y otorgarles a los empresarios nacionales la información adecuada. En este aspecto estamos muy al debe. Los ministros de Hacienda no se dan cuenta que el gasto que puede significar un Consulado en Calcuta, en la India, o en Osaka, en Japón, se traduciría en un beneficio que por lejos devolvería el valor de lo invertido. Ojalá se inicie un proceso activo en este aspecto, ya que estamos perdiendo oportunidades que están claramente a nuestra mano.