LA TRIBUNA DEL LECTOR Idealismo y pragmatismo
POR ALFONSO SALINAS MARTÍNEZ, PRESIDENTE ASOCIACIÓN DE EMPRESAS REGIÓN DE VALPARAÍSO - ASIVA
Después de más de una década de análisis, debates y la firma de un gran acuerdo en torno a la expansión portuaria de Valparaíso, aún hay quienes insisten en proponer diseños distintos a los planteados por EPV.
Más larga aún ha sido la discusión sobre el trazado del tren Valparaíso-Santiago. Finalmente, EFE y las autoridades de transporte están avanzando en un proyecto, realizando los estudios necesarios para, ojalá, concretar una iniciativa.
En cuanto a la ampliación de la Ruta 68 -una de las autopistas más insignes del país- también existen opiniones diversas sobre cuál debió ser el mejor trazado. Concesiones, por su parte, ya licitó el proyecto, que esperamos se materialice según el cronograma previsto.
Estos son sólo tres ejemplos de proyectos emblemáticos en los que persisten distintas visiones sobre las soluciones propuestas. Eso es natural y saludable: se trata de decisiones complejas que afectan a toda la sociedad, y no todos vemos las cosas del mismo modo. El problema aparece cuando esa diversidad de miradas se transforma en un tironeo que impide avanzar. Las propuestas técnicas son entonces resistidas por quienes creen que sus alternativas son mejores. Y surge la duda: ¿y si tienen razón? ¿Y si vale la pena echar pie atrás y tomar otro camino?
El dilema es real. Pero una de las características de la acción pública es que, muchas veces, no es posible saber quién tenía razón. Nadie posee una bola de cristal para anticipar el futuro y comparar los resultados de ambas opciones. En términos técnicos, esto se llama no conocer el contrafactual: nunca sabremos qué habría pasado si hubiésemos optado por la otra alternativa.
Más profundamente aún, no está claro que esa lógica binaria -"yo tengo razón, tú estás equivocado"- se aplique a la realidad. Solemos imaginar que existe un mundo ideal en el que, si pusiéramos todas las soluciones sobre la mesa, podríamos ordenarlas de mejor a peor. Pero, ¿mejor en qué sentido? Podemos aplicar múltiples criterios: empleo, bienestar, crecimiento, impacto ambiental. ¿Pero alguien puede afirmar, con certeza, que trazar el tren por un lado u otro, o ubicar el puerto en este o aquel punto, sería inequívocamente mejor según esos parámetros?
Podemos conjeturar, pero la realidad es mucho más compleja que nuestras presunciones. También lo vemos en nuestras vidas: a veces lo que parecía una mala decisión termina siendo lo mejor, y viceversa.
Una de las grandes contribuciones de la entonces naciente nación estadounidense al pensamiento global fue la filosofía del pragmatismo, desarrollada por Peirce, Dewey y William James. En su libro Pragmatismo (1907), James argumenta: "La realidad no es un templo clásico, con proporciones cerradas y acabadas de una vez por todas, sino más bien una catedral gótica, que crece por añadidura, modificación y ajuste continuo".
Podemos seguir buscando la piedra filosofal que nos lleve al mejor de los mundos ideales. Pero corremos el riesgo de quedarnos entrampados en el intento. Tal vez, luego de debatir durante años -o décadas-, sea mejor aceptar las soluciones viables que hoy tienen el potencial de mover la aguja.
Ese es el enfoque que estamos impulsando junto al Gobierno Regional, los gremios y las universidades tradicionales de la región. Catastrar todos los proyectos que no sean sólo ideas, sino que cuenten con impulsores y estudios que permitan su pronta ejecución; debatirlos sin exclusiones ni vetos; y construir una visión de futuro concreta y realista. Una visión que, aunque no sea perfecta -si es que eso existe-, será sin duda mejor que la parálisis.
Hay proyectos privados potentes en el norte de la región (como Maratué), en el corazón de Viña del Mar (como Las Salinas), o en la bahía de Quintero. Como se dice, el movimiento se demuestra andando. Y lo perfecto, muchas veces, es enemigo de lo bueno.
Para cerrar: preocuparnos de concretar no es contradictorio con reflexionar críticamente sobre el futuro. Podemos distinguir entre lo inmediato y lo estratégico. Mientras vamos concretando, también podemos debatir con altura de miras hacia dónde queremos ir. Lo que no podemos hacer es ni lo uno ni lo otro, y quedar atrapados en una inercia destructiva que nos impida construir un presente -y un futuro- mejor.