Cuando la nostalgia no sube el cerro
El abandono del ascensor Artillería refleja la crisis de los funiculares porteños y la enervante inacción estatal en Valparaíso. De 19 ascensores, sólo seis funcionan. ¿Qué pasó con el Legado Bicentenario, la compra estatal de 2012 o la promesa de recuperación tras la declaración de Patrimonio de la Humanidad?
Valparaíso no se cae a pedazos, se desliza cuesta abajo por sus propios rieles oxidados. La reciente declaración desierta de la licitación para reparar el ascensor Artillería -símbolo indiscutido del puerto- es mucho más que un traspié administrativo: es la confirmación de una inercia política que margina lo esencial y folcloriza lo fundamental.
Desde su cierre en 2021, este funicular, orgullo de la ciudad desde 1892, se ha transformado en metáfora viva del abandono institucional. No sólo se trata de una postal turística paralizada, sino de una necesidad cotidiana ignorada. Quienes habitan los cerros no usan los ascensores como adorno, sino como medio de transporte. Negárselos es cortar el acceso, literal y simbólicamente, a la ciudad. Las cifras son alarmantes: de 19 ascensores, sólo seis funcionan. ¿Qué pasó con el Legado Bicentenario, la compra estatal de 2012 o la promesa de recuperación tras la declaración de Patrimonio de la Humanidad? Nada. O peor: burocracia, fragmentación institucional, presupuestos insuficientes y ausencia de visión.
No hay voluntad ni coordinación. Un ascensor cerrado es más que un ícono detenido: es un cerro aislado, un comercio estancado, una comunidad olvidada. No es sólo el Artillería. Es también Polanco, Mariposas, Lecheros y Monjas. Son comunidades enteras aisladas, con opciones de transporte limitadas, con habitantes obligados a bajar a pie lo que antes recorrían en minutos. Y todo esto en una ciudad que presume de su estatus de Patrimonio de la Humanidad, como si los títulos internacionales pudieran ocultar el deterioro local.
La ciudad necesita más que promesas: urge una institucionalidad única, robusta y con competencias claras. No bastan reuniones de emergencia o frases bien intencionadas; se necesita una ley que ponga a los ascensores en el centro de la planificación urbana y patrimonial. Valparaíso no merece seguir atrapado entre nostalgias y ruinas. Necesita ascender. Y para eso, sus ascensores deben, literalmente, volver a funcionar.