Secciones

LA TRIBUNA DEL LECTOR Arte religioso en el Día del Patrimonio

POR GONZALO BRAVO ÁLVAREZ, OBISPO DE SAN FELIPE Y DECANO DE LA FACULTAD DE TEOLOGÍA PUCV
E-mail Compartir

En un mundo que a menudo parece extraviado en la superficialidad o la indiferencia, el ser humano, creado a imagen y semejanza divina, anhela un encuentro profundo con la trascendencia. La Iglesia, consciente de este anhelo, redescubre y propone hoy con vigor la "Via Pulchritudinis", el camino de la belleza, no como mero deleite estético, sino como una senda privilegiada hacia el encuentro con Dios.

Dentro de esta vía, el arte religioso emerge como una herramienta esencial. Lejos de ser un simple accesorio, la imagen sagrada es presentada como una "epifanía del misterio", un "eco visible del Verbo encarnado". Es una "ventana al infinito" y un "espacio de encuentro con lo eterno", donde la belleza sensible (estética) impulsa una transformación interior (ética), llevando de la contemplación a la conversión.

La capacidad transformadora del arte sacro se arraiga en una verdad bíblica fundamental: "ver transforma". Así como Moisés irradió la gloria de Dios tras contemplarla, el creyente que contempla la imagen de Cristo es "transformado en esa misma imagen". La obra de arte no es pasiva; actúa como un "cincel de experiencia divino", invitando a una "acogida existencial" que nos "desinstala" y orienta hacia nuestro destino eterno. Requiere apertura para dejarse "seducir" por lo que representa, trascendiendo la mera sensibilidad para encontrarse con Alguien.

La defensa del uso de imágenes en la fe cristiana tiene profundas raíces. Padres de la Iglesia como San Juan Damasceno (s.VIII) argumentaron que se venera al Creador encarnado, no la materia, y que la vista puede "elevar el alma a Dios". San Gregorio Magno (s.VII) las vio como un medio para instruir a los iletrados. Es una defensa teológica: si Dios asumió rostro humano, el arte puede ser "mediación de la gracia" y herramienta para evangelizar y transformar.

El Magisterio reciente confirma esta visión. Documentos vaticanos reconocen que una auténtica obra de arte cristiano es "potencialmente una puerta de entrada para la experiencia religiosa" y un "camino hacia el Misterio", capaz de generar "experiencias auténticas de encuentro con Dios" y abrir los "ojos del espíritu y del corazón".

Asimismo, la conexión entre bondad, belleza y deseabilidad, presente tanto en el hebreo (tôb: bueno) como en el ideal griego de la kalokagathía, subraya que lo bello y lo bueno se integran y reflejan el orden divino. El arte nos ayuda a reencontrar esta unión.

En definitiva, el arte religioso, comprendido como itinerario contemplativo, es un camino de "conversión interior". No se detiene en lo visible, sino que guía al encuentro con la fuente de toda belleza: Dios. No es solo ornamento, sino "llamada", "presencia", "belleza que salva". En la actualidad, sigue siendo una vía vital para la evangelización, capaz de despertar el alma y conducirla, silenciosamente, a una respuesta de fe y transformación. Aprovechemos este fin de semana del patrimonio (24 -25 de mayo), para contemplar y, a la vez, dejarnos seducir por esa belleza que nos habla de la bondad de un Dios que nos ama y nos llama a ser sus hijas e hijos.

Con licencia para defraudar

POR FERNÁN RIOSECO, ABOGADO
E-mail Compartir

Sin embargo, el problema de fondo es la deficiente regulación y escaso control de las licencias médicas en general, así como las derivadas de este abuso funcionarial. Empecemos por lo último: que un porcentaje menor, pero significativo de empleados públicos tengan el descaro de salir del país amparados en una licencia médica probablemente falsa ideológicamente, da cuenta del nivel de degradación y bancarrota moral de nuestra sociedad. La desfachatez de estos funcionarios es la demostración palmaria de un desprecio absoluto, por la ética y la gestión pública, ya que no sólo les pagamos sus vacaciones en el extranjero con los ingresos generales de la nación, sino que su ausencia laboral debe ser suplida por sus colegas, generándose un mal clima laboral en la institución.

La segunda derivada es también importante. Si un funcionario público es capaz de transgredir la ley de esta manera tan burda y descarada, es probable que ese mismo funcionario haya infringido la ley de otras formas igual de viles o, incluso, peores. El Ministerio Público debe investigar penalmente el enriquecimiento ilícito, lavado de activos, delitos de corrupción y hasta eventuales nexos con el crimen organizado. A su turno, el Consejo de Defensa del Estado debe ser implacable en el ejercicio de las acciones civiles y penales correspondientes.

Pero si vamos al problema de fondo, no se entiende qué esperan las autoridades para modificar en serio la Ley Nº 20.585 sobre otorgamiento y uso de licencias médicas. Quienes abusan de las licencias médicas son personas a quienes no les interesa cumplir con el pacto social y, por lo mismo, las sanciones deben ser especialmente rigurosas. En el caso de los funcionarios públicos bastaría con que, cada vez que se extienda una licencia médica, el empleado quede legalmente impedido de salir del país mientras dure el período de reposo, a menos que cuente con una autorización fundada del jefe de servicio.

Del mismo modo, se les debiera privar de bonos y otras prestaciones otorgadas por el Estado en caso de reincidencia, y perseguir severamente a los médicos expendedores de licencias ideológicamente falsas.

¿Sorprende que más de 25.000 funcionarios públicos hayan sido detectados por la Contraloría por el uso malicioso de licencias médicas para salir del país y tomarse vacaciones pagadas a costa de nuestros impuestos? No. Después de todo, la naturaleza humana es como es y sería necio pretender tapar el sol con un dedo. Funcionarios públicos inmorales, viles y corruptos ha habido desde la antigua Roma hasta nuestros días. El lado positivo es que del total de funcionarios públicos (más de 900.000 si incluimos a las Fuerzas Armadas y de Orden, a las empresas estatales y a las Corporaciones de Derecho Privado que por ley desempeñan funciones públicas) los empleados que transgreden la ley de esta forma tan despreciable apenas alcanzan al 2,7%.