RELOJ DE ARENA Té para dos
"Tea for two". Té para dos, un tema norteamericano que saltó a la popularidad hace poco más de un siglo, 1924, en una revista musical de Broadway y que se mantiene en el tiempo, en la radio, discos, filmes, videos y en Spotify.
Tiene numerosos intérpretes, la más conocida es Doris Day, que lo presenta en un filme de los años 50 del siglo pasado. Incursionan también, entre muchas y muchos, en su letra y música Frank Sinatra, Paloma San Basilio, además del inolvidable Xavier Cugat.
"Té para dos" tiene relato. Muchas canciones tienen relato en sus letras. Es el caso de los tangos. Uno con un relato terrible y compartido:
"El mundo fue y será
una porquería, ya lo sé…"
Es la tesis de "Cambalache.
"Tea for two" tiene un relato romántico, idílico, con la propuesta para formar una familia que será adornada con "a boy for you and a girl for me…". Compartirán los fines de semana en algún lugar lejano sin amigos ni parientes. En fin, "happy we will be". Traduzca usted, es elemental.
La interpretación de Doris Day para el tema resulta ideal, pues el show business norteamericano la ha convertido en una rubia bella, inocente, modelo para las chicas norteamericanos.
Esa imagen la destruye cruelmente y con mal gusto el pianista y humorista Oscar Levant, quien afirma por ahí en un libro que conoció a Doris "antes que fuera virgen".
El tema lo rescató para el público chileno Ricardo García en los años 50 del siglo pasado, en su popular "Discomanía", en la fenecida Radio Minería.
Por su parte, Carlos Spaieh, director de Radio Cooperativa de Valparaíso, tenía un espacio de corte sentimental por las tardes llamado "Té para dos", que habla de una mesa, con dos sillas, "una de ellas vacía". Alguien que no llegó a la cita.
Eran tiempos de invitaciones en que se armaban romances en torno a una tacita de té, a las cinco, hora por lo demás inocente, al "Riquet" porteño, al "Mirabel" viñamarino, a "La Bombonera" de Quilpué o al "Erika" en Peñablanca, locales que se llevó el viento. No habría que culpar al octubrismo culpable de mucho más daño, sino que a los pesos y a los cambios de costumbres. Pero ese es otro tema con responsables y escondidos remordimientos.
LOS "DíAS DE…"
Hoy y mañana celebramos el Día de los Patrimonios, fecha instituida con el fin de que la población conozca los valores tradicionales del país, antiguos y actuales. Buena iniciativa con sentido cultural y que debe lograr un objetivo de respeto a esos valores.
Respeto, una palabra olvida en estos tiempos. En busca del respeto perdido, podríamos escribir emulando a Proust.
Pero tenemos, además, varios días a partir del reciente Día de las Glorias Navales y también, frivolidad pura, el Día del Completo, que veo por ahí se celebraría hoy sábado 24. No debemos dejar pasar el Día de la Piscola y la reciente evocación del Día de las Abejas.
Entre tanto día perdido nos encontramos que se ha celebrado el Día Internacional del Té.
Se afirma que el té, en forma de infusión es una bebida de gran consumo y, extrañamente, los chilenos estamos casi en la punta del ranking universal de bebedores del producto. De cualquier modo, somos los líderes de Sudamérica con 475 tazas por persona al año. El té nos llega de muy lejos, principalmente de Sri Lanka, territorio que conocimos como Ceylán. El primer productor de té del mundo es China, seguido de la India.
En Chile aparece en la primera mitad del siglo XIX y su consumo se convierte en arrollador, desplazando al matecito colonial al que cantan Los Cuatro Huasos y Los Quincheros, "viejo mate de plata, venerada reliquia".
El mate, especialmente el de plata, puede ser una reliquia familiar, un patrimonio, para ponernos al día. Su consumo con una bombilla del mismo metal que pasaba de boca en boca -repartición microbiana- era parte de la tertulia colonial.
El mate se hace presente ahora con las visitas argentinas y con el consumo en sectores del sur de Chile.
SE IMPONE EL Té
Pero quedémonos con el té, el mismo de la canción. Como muchas cosas se impone en el siglo antepasado en este puerto principal a partir de la importante presencia británica. Los chilenos, tal vez por arribismo y eternos imitadores, lo comenzamos a consumir en cantidades hasta hacer de su importación y venta un lucrativo negocio, que no sólo suponía beneficiosos para importadores como la casa Weir y Cia. Además, era servido lógicamente en juegos de loza con tazas, tetera y lechero importadas de Gran Bretaña. Pero ya en el siglo pasado, 1927, reacciona la industria nacional y Lozapenco lanza estupendos juegos de té, hoy apreciados. La empresa desaparece en 1997. También están los juegos de cerámica de Lota, producción que muere en 1951.
En fin, en esos juegos también tenemos valiosos y frágiles patrimonios familiares, hoy desplazados por vajillas orientales sin mayor tradición, pero buen precio. Competencia, pero también turbulencias en la gestión económica de las empresas mencionadas tal ocurrió con CRAV, nuestra vieja vecina, las sacaron del mercado.
La Segunda Guerra Mundial frena nuestra afición por el té. Lógico, venía de tan lejos, el transporte marítimo era escaso, focalizado en la contienda y los submarinos hacían su "pega".
Llegamos así a un racionamiento de té, cuotas y colas. Vimos algunas en Plaza Vergara, al pie de un camión del Comisariato, nombre original del actual Sernac, donde se vendía a los ansiados consumidores unos reducidos paquetitos de té.
No se trataba de un artículo de primera necesidad, sino que más bien de un capricho nacional pese a tener la yerba mate a mano y café de calidad a la vuelta de la esquina.
Además del agrado tenemos beneficios del tecito aquel. Con bastante azúcar ayuda a resolver problemas intestinales y con limón resulta ser una buena terapia ante un resfrío. Una "agüita de té" es solución para lavados oculares… En fin, sus méritos, más allá del agrado o de la moda, han convertido al té, que llega de lejanas tierras, en una suerte de bebida nacional y en solución casera a múltiples males.
El "five o'clock tea" es casi una obligación en nuestros horarios. Mejor aún con scones o pan tostado con mermelada de naranjas, por cierto, agrias, receta clásica, para sentirnos transportados a las islas británicas, justamente en estos brumosos días.