LA PELOTA NO SE MANCHA El seis
POR WINSTON POR WINSTON
La primera vez que intenté ser parte de la selección de fútbol de mi colegio, el señor Pulgar -profesor de Historia, inspector de patio y entrenador por vocación- me dijo que jugara de seis. Me dio tanta vergüenza no tener idea de qué me estaba hablando que, apenas se inició el partido, comencé a correr como un loco por toda la cancha. En alguna parte de ese rectángulo de tierra que estaba al final de la avenida El Salto debía estar la posición del seis. Traté de cubrir cada uno de los puestos, mirando de reojo a mi profesor hasta encontrar su aprobación. El partido terminó y, obviamente, no quedé; no solo porque no había jugado en la posición que me pidieron, sino también porque en el fútbol no bastaba con correr.
El sueño de escapar de casa y, muchos años después, aparecer en televisión dedicándole un gol a mi madre como futbolista profesional, se había esfumado. Si ni siquiera podía ser parte de la selección del Seminario San Rafael, no había chance de probar suerte en un equipo de verdad.
La alternativa que me quedaba era ser director técnico. En un cuaderno de tapa dura, de esos que se usaban para la contabilidad de las empresas, comencé a registrar las entrevistas que les hacían a los entrenadores, destacando sus tácticas, mejores frases y consejos. Ahí tengo anotados los datos de Clavito, Peineta, Marcoleta y otros entrenadores que se siguen dando vueltas en los equipos chilenos.
En esos tiempos no existía el Instituto Nacional del Fútbol y ser director técnico parecía algo lejano, prácticamente imposible, casi como ser astronauta o actor de cine. Entonces tuve que postergar mi sueño o acercarme a él desde otro lado.
Hoy me doy cuenta de que no solo no tenía las condiciones, el manejo de grupo o la inteligencia táctica, sino que tampoco hubiese tenido el carácter y el aguante. Basta con echar un vistazo al fútbol mundial y chileno para comprobar que la mitad de los directores técnicos está siempre a punto de ser despedido.
¿Se imagina usted estar todas las semanas siendo evaluado y cuestionado?
Ni los títulos ni los pergaminos como jugador son suficientes para asegurar el puesto. Vea el caso del exdelantero de Wanderers Jorge Almirón: fue campeón con Colo Colo y ya lo quieren sacar por los malos resultados. Lo mismo que José Luis Sierra en Unión Española, identificado hasta la médula con los hispanos, hoy ya está con un pie más afuera que adentro.
Lo mismo pasa aquí en la región. Everton ya cambió de técnico y Wanderers, pese a haber estado peleando la punta, ya está buscando a alguien que pueda reemplazar al otrora capitán Héctor Robles.
Nadie tiene el puesto asegurado. Dos excepciones interesantes son precisamente entrenadores que como futbolistas jugaron de seis. Una es Didier Deschamps, quien ha estado al mando de Les Bleus por más de 14 años en uno de los períodos más exitosos de la selección de Francia y el más extenso para un entrenador galo. El otro es Diego Simeone, insigne seis de la albiceleste, que está desde 2011 a cargo del Atlético de Madrid, transformándolo en un equipo competitivo y aguerrido, con un estilo de juego plenamente identificable. Simeone se ha convertido, además, en el entrenador que más tiempo ha dirigido a un equipo en La Liga.
¿Coincidencia estos dos casos? Parece ser que el seis tiene una mirada estratégica para saber cuándo defender y cuándo atacar, y una fuerza para destruir y construir con pocos toques, lo que lo hace especialmente apto para liderar equipos. Algo que el señor Pulgar seguramente sabía.
Yo los miro con sana envidia y verdadera admiración. Quizás si hubiera sabido dónde jugaba un seis mi vida podría haber sido distinta; pero no me quejo, a pesar de que me leen poco, tengo un lugar asegurado en la última página de El Mercurio de Valparaíso los días lunes.