LOS MARTES DE DON DEMETRIO Miremos atrás para avanzar
POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO
Los chilenos no nos merecemos por historia, tradición e inteligencia colectiva la realidad que estamos viviendo. Pienso que nunca el país había estado en una posición más negativa de la que se encuentra hoy día. Si pensamos que somos 20 millones de habitantes, los que participan en los asesinatos, robos, asaltos, portonazos, escamoteo de las platas del Estado que son de todos sin diferenciarlas con las del bolsillo propio, autoridades que no ejercen su función como se debe o no poseen una mínima preocupación por la situación económica de Chile, no deben ser más del 1%. O sea, para hablar en buen chileno, los que nos tienen jodidos a todos -y en verdad es a todos- es un número insignificante.
Es decir, 200.000 - para proseguir con el porcentaje mencionado -connacionales ayudados por algunos extranjeros ilegalmente ingresados son los que ocupan la mayor parte de la información negativa diaria que recibimos a través de los noticiarios de televisión que vemos y de los diarios que leemos.
Algunas de las preguntas que caen ante esa realidad son obvias: ¿qué hace efectivamente la autoridad llamada a poner fin a la mayoría de los males mencionados? ¿Quién pone el énfasis en que para terminar con esos insostenibles males es indispensable tener una reacción más firme? ¿Cuántos son los que fundados en el respeto a los derechos humanos -principio general del cual participo plenamente- no se dan cuenta que con medidas como las habituales no vamos a conseguir nada? ¿Quién ha levantado la bandera que estamos sufriendo una verdadera pandemia de inseguridad y que para atacarla eficazmente debemos mirar las cosas de una forma distinta a la tradicional?
Todos estuvimos contestes en aceptar durante la crisis del Covid que se pasaran a llevar muchos de nuestros derechos, como la libertad de movimiento o la posibilidad de cumplir adecuadamente con el trabajo que deseábamos desempeñar. Todos encontramos como lógica y adecuada la vulneración de parte de esos y otros derechos. Esperábamos sin enojo que la subsecretaria Daza apareciera en televisión todas las mañanas para darnos cuenta de cómo se había comportado "el enemigo" y en qué magnitud se había socavado en las últimas 24 hora no sólo la salud de muchos, sino que sus vidas. Todo ello mientras estaba en plena vigencia la "vulneración" aludida.
Pues bien, estimo que hoy nos encontramos atacados por un virus que ahora es visible y que está formado por ese 1% ya mencionado. ¿Debemos comportarnos con normalidad habitual frente a esos "virus" que ahora son corpóreos? ¿No es ya tiempo que la autoridad se decida a que esta "pandemia" debe ser atacada por medios excepcionales? En vez de ver todos los días a la subsecretaria Daza dando como cuenta la forma en que se intentaba controlar el mal , se nos presenta la ejecución de actos absolutamente repudiables. Yo, por lo menos, me niego a reconocer que ese 1% debe recibir el respeto de sus derechos como debe hacerse con los míos.
Estimo que es indispensable que estas autoridades y las que vengan hagan la distinción necesaria y adoptar medidas excepcionales contra esa minúscula minoría que empuercó nuestras vidas. Las leyes nacionales e internacionales cuando fueron dictadas no fueron pensadas en la posibilidad que existieran mal nacidos como los que hoy menoscaban la existencia de todos. Fuerte y claro: esos malandrines no pueden tener el reconocimiento de todos los derechos humanos que la sociedad establece.
Adicionalmente, para poner coto a lo ya indicado, tengo plena conciencia que todos debemos aportar nuestro grano de arena a fin de encontrar una salida que nos permita volver a vivir como ha sido la tradición de este país. Pero ante la imposibilidad de ubicar un sistema que eficientemente cumpla con ese objetivo, pienso que como primer paso deberíamos olvidarnos de la historia reciente que tanto nos pesa y divide, y centrarnos en imitar a grandes hombres que otorgaron brillo a la República.
Para este efecto y sólo para este efecto, debemos olvidarnos de la administración Allende, de la dictadura, de la Concertación y de los errores de los gobiernos recientes de izquierda o de derecha. Esa tendencia innata a poner delante el presente o el pasado reciente nos nubla la vista. Es por ello, insisto, en que debemos mirar hacia atrás e intentar fundar muestras discusiones y decisiones en ejemplos relevantes de nuestra historia. Hay muchos. Apelo a que retrocedamos el reloj y nos fijemos en personajes que un patrón común cumplieron con creces los diferentes desafíos que les presentó la vida. Si queremos personificar en un compatriota todo aquello, nadie mejor que la figura del capitán de fragata don Arturo Prat Chacón.
No se me escapa que es casi imposible que en nuestras vidas estemos llamados a repetir la realidad que vivió Prat ese 21 de mayo en la rada de Iquique. Pero no nos detengamos sólo en la herida mortal que sufrió en la cubierta del Huáscar y en la resolución heroica previa. Miremos cómo desarrolló su existencia en todos los ámbitos en los que los seres humanos debemos enfrentar.
Cumplió con su deber no sólo en ese frustrado abordaje, sino que fue un espejo para todos en los otros aspectos rutinarios de la vida. Fue un hombre que cumplió con su deber desde el momento mismo en que siendo un niño de 10 años ingresó a la Escuela Naval; fue un padre inmensamente preocupado de sus hijos, pese a que su profesión lo hacía estar ausente de la casa por largos períodos; fue un marido que no sólo respetó a su cónyuge, sino que le demostró su amor en una forma que resulta visible en sus cartas; más allá de ser marino y sin faltar a sus deberes de tal, tuvo la inquietud intelectual de estudiar Derecho y se recibió de abogado, hecho especialmente relevante para todos aquellos que hemos hecho nuestras vidas alrededor de los códigos; fue capaz de cumplir en el exterior deberes encargados por sus superiores con inteligencia y criterio; cada vez que se le ordenaba una comisión de servicio especial, sus rendiciones de cuentas respecto de los dineros puestos a su disposición por las autoridades fueron ejemplares, pues nunca faltó un solo peso; fue respetuoso de sus adversarios externos; inculcó en sus subordinados un respeto unánimemente reconocido.
¿Fue perfecto? Claro que no, pues era hombre y como tal tuvo falencias. Pero en el balance de su existencia el haber es infinitamente superior al debe. Seguramente, cuando debió enfrentar al Padre en el que tanto creía y le mostraron los talentos que se le habían otorgado, pudo demostrar que no sólo los había administrado bien, sino que los había multiplicado en forma ejemplar.
Ante lo expuesto, ¿por qué no enseñamos a nuestros niños desde el inicio de sus vidas que hubo en este país hombres buenos que con su conducta cooperaron con sus vidas a un Chile pleno de entendimiento, progreso y paz? ¿Por qué en los colegios, más allá de los actos que se realizan cada mes de mayo, no les presentamos a aquéllos los otros aspectos de la vida de ese hombre nacido en Ninhue? Insisto, para todos los que habitamos esta loca geografía -como la definió Benjamín Subercaseaux- no es necesario tener que perder la vida en la cubierta de algún buque enemigo, es sólo indispensable que nos desempeñemos en forma adecuada en todos los planos de la vida, aceptando que no somos perfectos.
Por ello, pienso que para salir del callejón sin aparente salida en que nos encontramos, es indispensable mirar hacia a atrás y comprobar que es viable tener un país donde vuelva a campear la paz, el respeto y el empuje para recobrar el bienestar que nos ha caracterizado. Debemos usar todas las "armas" que tenemos para pasar este drama y para ello nada mejor que mirar a los ilustres que nos precedieron. Pienso que los que estamos en el 99% que no queremos seguir en la locura actual estamos obligados a que nosotros y los nuestros hagamos nuestro aporte. Para ello, además, es indispensable darnos a la idea que no podemos reconocer los mismos derechos a ese 1% que arruina diariamente nuestras vidas.