APUNTES DESDE LA CABAÑA
POR ROBERTO AMPUERO ESCRITOR, EX MINISTRO Y EMBAJADOR, ES ACADÉMICO DEL CENTRO PAÍS HUMANISTA DE LA UNIVERSIDAD SAN SEBASTIÁN Y DE LA UNIVERSIDAD FINIS TERRAE ESCRITOR, EX MINISTRO Y EMBAJADOR, ES ACADÉMICO DEL CENTRO PAÍS HUMANISTA DE LA UNIVERSIDAD SAN SEBASTIÁN Y DE LA UNIVERSIDAD FINIS TERRAE
Antes que el destructivo tornado de Puerto Varas pase al olvido, sepultado por los escándalos de fundaciones, licencias médicas, nepotismo, inmigración irregular, delincuencia, funerales narco, sicariato, Araucanía, tomas de terrenos y de aceras, etc., quiero llamar a no echar al saco roto el tema de los tornados. Lo hago pues viví quince años en tierra de tornados, y cinco en una de huracanes, y son en extremo peligrosos. Por ello no nos dejemos tranquilizar con eso de que "aquí no son frecuentes". Están en aumento en frecuencia e intensidad en Estados Unidos, y aerolíneas registran turbulencias cada vez más peligrosas durante los vuelos, y es inquietante el saldo de pasajeros lesionados.
Lo cierto es que la única forma de librarse del tornado en una casa liviana es tener bajo ella un subterráneo sólido y cerrado con escotilla, preparado para pasar horas o días con suficientes alimentos y bebidas, linternas, radio y celulares con baterías de repuesto, muebles y vestimenta. No olvide sus medicinas. Si el tornado pasa por su calle (son de trocha angosta) pueden llevarse una línea completa de casas livianas. Hay que dejar ante todo bien cerrado, pues basta una ventana abierta para que entre el chiflón y levante el techo y ahí sí, se lleva todo. Y si no está en su casa, busque en cuanto suenen las alarmas los refugios acondicionados y construcciones sólidas, las que ojalá estén debidamente identificadas. No se asome a las ventanas. Mientras usted y los suyos estén en sitio resguardado, ármese de paciencia y deje que el tornado haga de las suyas. Salga del refugio sólo cuando las alarmas lo permitan si no quiere salir volando por los cielos entre vacunos, vehículos y planchas de zinc.
"Te deseo que cuando abras la escotilla del subterráneo, no veas el cielo", dice un refrán en la vasta zona de tornados de Estados Unidos que se extiende -depende de los estados- de febrero a julio. Decenas de personas mueren cada año en ese país por los tornados. Un tornado es difícil de pronosticar con antelación y exactitud. Pocas horas antes las alarmas pueden anunciar que su zona o barrio reúne las condiciones para que se forme un tornado. Por lo general la atmósfera en ese momento es de calor extremo, no corre ni una gota de brisa y desaparecen los pájaros. Eso sí, cuando el sistema ubica el punto del touch down (toque de tierra) del tornado, quedan apenas minutos para ocultarse. Es decir, hay que estar atento cuando la autoridad meteorológica indica que en tu comuna están dadas las condiciones meteorológicas porque en cualquier instante puede producirse el temido touch down. Y si no tienes subterráneo, debes ocultarte entre paredes sólidas y ojalá sin ventanas, y si tampoco tienes eso, recomiendan tenderse en tinas de baño y cubrirse con almohadones y frazadas.
Recuerdo que en Iowa City tuvimos numerosas alarmas de tornado, pero sólo dos hicieron touch down en nuestra comuna. Durante horas esperamos en familia en el subterráneo a que se produjera el toque a tierra porque las condiciones ideales seguían allí y estábamos sofocados. Esperamos escuchando música, viendo noticias, sirviéndonos refrescos y algo de picar, conversando o jugando algún juego de salón, tratando de distraernos y olvidar al enemigo que acechaba afuera como dragón endemoniado.
Y de pronto la agencia meteorológica anunció que el tornado había hecho un "touch down" a pocas cuadras de nuestro barrio. Bueno, ahí ya venía al galope el dragón. Apagamos todo. Sólo llegaba un silencio de ultratumba. Y de pronto… Nunca olvidaré el espantoso bramar de animal antediluviano que parecía traer consigo una desbocada manada de búfalos que pasaba a todo galope por nuestra calle. La casa se estremecía arriba. Y de pronto fue como estar parado al borde de un andén mientras pasaban a toda velocidad, en ambas direcciones, dos interminables trenes de carga envueltos en una crujidera siniestra de chatarra y tubos como de gas licuado que rodaban por la calle y golpeaban contra paredes y techos. Mazazos contra la casa, lluvia intensa, escandalosa y desalmada, un estrépito ronco e inacabable. Tremendo. En ese momento imaginas lo peor: que tu casa arriba ya fue arrancada de cuajo y que ya vuelan por los aires ropa, muebles, libros, fotos, computadoras, recuerdos... Porque si un terremoto tiene al menos la sensibilidad de sepultar tus pertenencias bajo lo que queda de tu casa, el tornado es un ladrón a chorro: Se lleva todo en medio de una sonajera estremecedora, y nunca encontrarás nada de lo que fue de tu familia. Cuando la gente vuelve como topos a la superficie llora de la emoción de estar vivos y también de tristeza por lo que uno perdió o perdieron los vecinos.
La diferencia entre el huracán y el tornado es la dimensión del fenómeno y la magnitud de cuanto destruyen. Pero el huracán, por inmenso que sea, te concede tiempo. Además, su ruta aproximada puede ser pronosticada con relativa exactitud y tendrás días para blindar los puntos débiles de casa y alcanzar a huir. Nosotros en Florida decidimos escapar hacia el norte con la familia. Íbamos a la vuelta de la rueda por autopistas atestadas de vehículos. Otros deciden resistir en casa. La mayoría sobrevive, algunos no son tan afortunados. Si el terremoto no puede ser pronosticado como un huracán, el tornado sí puede ser pronosticado pero el plazo que te da es breve. El cruel terremoto es un latigazo sorpresivo. Llega sin aviso. El huracán es un portaviones de ventoleras y lluvias con itinerario aproximado y desplazamiento lento pero seguro. En cambio, el tornado es un joven nervioso, hiperactivo, bipolar, indeciso, veleidoso, y cuando posa sus pies en tierra emprende cualquier ruta. El tornado puede arrasar con todas las casas a tu alrededor y dejar la tuya intacta.
El segundo tornado destruyó por completo una iglesia de Iowa City. Comenzaron a correr rumores sobre el sacerdote que estaba a su cargo y la razón de tal castigo caído del cielo. La respuesta del religioso fue genial: "Es una señal de que Dios piensa que somos capaces de levantar un mejor templo". Levantaron uno precioso en tiempo récord.
El ancho de la trayectoria del tornado puede ser como el de una avenida de dos o tres pistas. Serpentea entre casas y parques, o como una máquina de cortar cabello de un barbero enloquecido. Y de pronto pierde fuerza, y todo cuanto hace girar por el aire vuelve a tierra. Hay osados "cazadores de tornados", que los siguen con cámaras en vehículos veloces. A ratos huyen de ellos porque los tornados son imprevisibles y pueden volver sobre sus pasos. Numerosos cazadores han fallecido al ser a su vez cazados y lanzados al aire por el viento.
Cuando el tornado se va, todo cambia. Retorna un silencio denso y profundo. Se asienta recargado de agobio e incertidumbre, no canta ni un pájaro ni se escucha el rumor de vehículos. Sólo a la distancia resuena la sirena de un coche policial o un carro de bomberos o una ambulancia. Es el momento en que uno empieza a destrabar la escotilla del refugio y, antes de alzarla, reza con la familia para no ver el cielo despejado…