LA PELOTA NO SE MANCHA Champions: Una final inalcanzable
POR WINSTON POR WINSTON
Hace algunas semanas dije que lamentaba que los partidos importantes de la Champions no se jugaran el fin de semana. Sin embargo, en esta nueva definición he vuelto a recordar que nunca nada sale como lo planifico y que, en lugar de estar sentado cómodo frente al televisor disfrutando del partido con una cerveza, son otras las obligaciones las que me distraen de verlo tranquilo.
Una vez me pasó que tuve que acompañar a mi hija a una competencia de gimnasia en Playa Ancha. Siendo de las más pequeñas, era de las primeras en participar de un torneo que se iniciaba a las 9:30 de la mañana. Resultaba imposible, o esto creía yo, que esto se extendiera más allá de la hora de almuerzo. Quedé de visitar a mis padres a esa hora y luego ver la final con mis papás y hermanos. El problema fue que la competencia de gimnasia no solo no empezó según lo planificado, sino que además se anunció que todas las categorías se premiarían al final del evento. Esto no habría sido un problema si a mi hija le hubiese ido bien, de tal forma que se justificase la espera. Por el contrario, recién partiendo se salió de la colchoneta y quedó eliminada. Su ingenuidad solo era comparable a su entusiasmo y decidió quedarse hasta la premiación. Pasaban las horas, las categorías, la misma secuencia musical que se repetía en loop hasta el infinito y la hora de almuerzo se acercaba a pasos agigantados. No me quedó otra que llamar a mis padres y decir que partieran sin mí, que llegaba al partido. Ahora el ingenuo era yo. Después vinieron las rondas finales y las medallas. Casi todas recibieron una, menos mi hija. Aunque el más triste era yo, porque mientras esto sucedía, mi hermano me llamaba para anunciar los goles del Real Madrid contra el Atlético en tiempo suplementario.
En otra oportunidad, se me olvidó anotar la fecha en el calendario y me di cuenta de qué día era cuando ya me había comprometido a un asado con varios vecinos. Yo tenía la esperanza de que el gremio de futboleros actuaría como un bloque frente a tamaña aberración, pero el miedo a las esposas fue más fuerte y los que queríamos ver el partido tuvimos que hacerlo de reojo en un pequeño televisor, mientras algún despistado nos preguntaba si esa copa la había ganado alguna vez Iván Zamorano. Fue triunfo del Bayern contra el PSG por un gol a cero.
Este sábado no fue muy distinto. Invité a mi hermano y a mis sobrinos a un asado con la precaución de que todo estuviera listo temprano, de tal forma de poder levantarnos de la mesa a las 2 PM, escuchar el himno de la Champions como Dios manda, revisar las formaciones y estadísticas antes del inicio del encuentro, programado para las tres.
Cuando creí que ya tenía todo, me enteré de que venían con mi cuñada, que es vegana, y tuve que partir a comprar algo para ella. Al volver, me di cuenta de las pocas cervezas que me quedaban y que la mayoría era sin alcohol, lo que explicaba por qué no habían desaparecido. Encargué unas chelas a uno de estos servicios express y, como si fuese una maldición (quizás la peor de todas), venían a temperatura natural. Partí de nuevo a la tienda, pero esta vez por hielo para salvar la cerveza. Esta concatenación de eventos desafortunados derivó en que cuando era la hora, yo todavía no podía levantarme a ver el partido. Me sacrifiqué por el grupo y me quedé ordenando, labor que se vio interrumpida cuando todos gritaron el primer gol. El segundo lo vi sin ánimo ni sorpresa por culpa de una notificación anticipada de mi teléfono.
En el entretiempo, mi cuerpo se acordó de que los fines de semana duermo siesta. Y, lo que se suponía iban a ser unos minutos de pestañeo, se transformó en media hora. Para cuando desperté, el partido ya era un sueño para los franceses y una pesadilla para los italianos.
No me gusta el PSG, pero me alegré por su entrenador, Luis Enrique, quien hace algunos años perdió a su hija, y con sus palabras al término del encuentro entendí que hay cosas mucho más importantes que este partido: acompañar a mi hija en su torneo, compartir un buen rato con mis vecinos y, este sábado, el disfrute de un lindo almuerzo en familia.