Cuando discutimos sobre gratuidad en la Educación Superior deberíamos recordar que no solo estamos hablando de la formación de futuros profesionales, sino también de personas que están llamadas a ser actores destacados en el desarrollo de una sociedad. Aportar al bienestar de una comunidad desde la especialidad laboral, y por sobre todo desde los valores y principios, es una misión que nadie debería eludir; al contrario, debería ser asumida con gusto.
En ese sentido, creo pertinente recordar el concepto de Responsabilidad Social Universitaria, que hoy está tomando una nueva dimensión que busca modificar la relación de las instituciones educacionales con su entorno. Estamos transitando desde una visión paternalista y asistencialista en la que los centros de estudios se situaban sobre un inmaculado pedestal para entregar directrices a su comunidad, a una relación más humanista y horizontal en la cual se asumen los problemas ajenos como propios y se colabora en su solución.
Pensando en que por estos días los problemas sociales de Viña del Mar se hacen más patentes con la proliferación de campamentos, colapso vial y progresiva desaparición de la vida de barrio, se hace necesario redoblar los esfuerzos por establecer una relación cercana e igualitaria con la comunidad, aportando desde nuestra labor docente, pero sobre todo desde nuestra responsabilidad social que se debe ver reflejada en una gestión colaborativa con el medio. Y lo queremos hacer desde una perspectiva igualitaria, sin sentirnos superiores a nadie, sino que sabiendo que cada uno puede aportar al desarrollo social.
Se trata de un desafío enorme, ya que por años la vida universitaria se ha refugiado en una "burbuja académica" que pareciera inmune a los problemas de su entorno, el territorio mismo donde desarrolla su labor. Así, los discursos provenientes de la Educación Superior transitaban y se perdían por un camino paralelo que pocas veces se cruzaba con la realidad de la población a la que, en teoría, buscaban beneficiar.
En Santo Tomás Viña del Mar hemos dado algunos pasos asumiendo este nuevo modelo de modo tal que varias de nuestras carreras han enfocado gran parte de su trabajo al servicio en la comunidad, esfuerzo que también se replica, por ejemplo, en la labor de nuestro Comité de Inclusión. Adicionalmente, nuestros estudiantes organizados realizan trabajos voluntarios de invierno, verano y de emergencia. Al momento que una catástrofe asola al país, toman sus herramientas y con espíritu solidario parten donde se les necesite. Las últimas experiencias a destacar han sido la tragedia ocurrida en Valparaíso por los incendios y la catástrofe por los aluviones en el norte del país.
Así, mientras la discusión por la gratuidad de la Educación Superior sigue sin avanzar (o lo hace en una dirección que consideramos equivocada), es bueno recordar que no solo estamos formando profesionales, sino ciudadanos que deben contribuir responsablemente al bienestar de su entorno.
José Weinborn del Villar
Rector Santo Tomás Viña del Mar