Para decirlo en palabras simples, es mucha plata la que se ha entregado en subsidios desde 2010 a la fecha al polémico Transantiago, que atiende el transporte público de superficie de la capital. En cifras redondas, son US$ 2.331 millones. Las cantidades van en aumento y para este año ese aporte se estima en US$ 364 millones.
Y sobre los resultados del sistema las observaciones son múltiples, como la mala calidad del servicio y la elevada evasión, entre otras. A este gasto en el transporte público de la gran capital se deben sumar la permanente inversión en el Metro, cuyas vías suman más de 100 kilómetros de extensión, y el continuo mejoramiento de las calles por las cuales circulan los cuestionados buses.
Es cierto que en busca de cierta equidad, palabra de moda en tiempos electorales, se han establecido los "fondos espejo", es decir, que el gasto público en el Transantiago sería replicado enviando recursos a regiones, donde la movilización colectiva acusa insuficiencia y deficiencia.
¿Hay un efectivo impacto y oportunidad en la llegada de esos recursos a las regiones?
La respuesta, al menos en la Región de Valparaíso, pareciera ser negativa. Una reciente encuesta de la Fundación Piensa pone muy mala nota al transporte público regional en cuanto a frecuencia y servicios nocturnos, por ejemplo. Y hasta ahora un efectivo mejoramiento de los servicios locales e interurbanos aparece muy lejano, lo cual, como reiteradamente se ha dicho, afecta la calidad de vida de las personas.
Sin embargo, la misma encuesta pone buena nota al servicio de Merval. Pero esa buena calificación no se ha reflejado en insistente demanda de extender el sistema que, pese a calidad, sigue como "pariente pobre" del siempre creciente Metro de Santiago, estancado en su recorrido Puerto-Limache.
La buena noticia es que hoy martes se inicia la venta, en Santiago por cierto, de las bases de la licitación pública para elaborar la ingeniería básica avanzada de las obras civiles y sistemas ferroviarios para la extensión de Metro Valparaíso a Quillota y La Calera. Ese trabajo es fundamental, pero ese llamado significa que las obras, si es que se acometen y pasan del tablero de los ingenieros a la realidad, tardarán años en iniciarse.
Con una mirada desde la región es difícil explicarse tanta tardanza si considera el permanente flujo de recursos que se destina al transporte público de la gran capital, ya sea en subsidios -los señalados US$ 2.331 millones- o en nuevas inversiones en el Metro, que suman mucho más.
Esta mirada desde Valparaíso se puede repetir desde muchas regiones, que exigen equidad en algo tan básico como es el transporte público, cuestión que, seamos majaderos y repetidos, toca la calidad de vida, el día a día de toda la población.