Empezaremos este artículo, señalando algunas variables que definen el escenario macroeconómico actual.
La tasa de política monetaria (TPM) ha estado fija en 3% desde noviembre del 2014. Adicionalmente, la depreciación cambiaria ha sido muy fuerte. Desde octubre del 2013 a noviembre del 2014 la depreciación fue de casi 20%; desde esa fecha al presente la depreciación es de una magnitud equivalente. La persistencia y magnitud de esta depreciación es un hecho que llama la atención desde la vigencia de metas de inflación desde el año 2000.
Adicionalmente, la economía chilena ha experimentado una desaceleración importante concurrente con el término del super-ciclo del precio del cobre.
Y por último, el gobierno ha propiciado cambios de política que han generado incertidumbre principalmente para los inversionistas en el país.
Los efectos y la política monetaria
Un esquema muy sencillo para interpretar los hechos macroeconómicos consiste en pensar en un esquema de "oferta y demanda agregada". En este esquema sencillo, diversos factores pueden mover la curva de pendiente negativa de demanda y de pendiente positiva de oferta en un plano de producto y nivel general de precios.
En general, si existe un shock transitorio contractivo de demanda agregada, la política monetaria puede ser expansiva, lo cual no genera un costo en términos de inflación. Si el shock transitorio negativo es de oferta, entonces surge el dilema de política monetaria, pues reducir la TPM estimula la demanda agregada, la cual presionaría aún más el nivel de precios que lo producido por el shock de oferta negativo inicial.
Ahora bien, ¿cómo se interpretan los cambios en el primer punto y sus efectos sobre inflación y producto? La depreciación encarece las importaciones de insumos para las empresas y, por lo tanto, tiene un efecto en la producción de la economía; por cierto, también ayuda a las exportaciones, que más bien aumentan la demanda agregada.
La caída en el precio del cobre implica una disminución de riqueza que influye negativamente en el consumo y, por tanto, en la demanda agregada. Es importante recalcar, sin embargo, que el término del super-ciclo del cobre tiene más bien una característica permanente y no cíclica.
Por último, los cambios y las discusiones de cambios futuros de política han generado una caída en la inversión, la cual tendrá, tarde o temprano, efecto negativo sobre la producción de la economía.
Así las cosas, en el esquema muy sencillo de oferta y demanda agregada, tenemos que existen dos shocks, uno de tipo de cambio que vía el traspaso al nivel de precios, genera inflación por el lado de la oferta y un shock de incertidumbre que también estaría influyendo negativamente en la oferta agregada.
Tenemos también un shock de demanda, pero más bien de características muy persistentes asociado a un precio del cobre persistentemente más bajo. Por el lado de la demanda agregada, el shock de incertidumbre estaría siendo acotado, más aún ya que el nivel de gasto de los hogares parece estar apuntalado por el empleo, ya que la tasa de desempleo aún no presenta tasas importantes de incremento. Al parecer, según este sencillo análisis, los shocks de oferta estarían siendo más importantes en el presente contexto, y por consiguiente, la política monetaria expansiva actual estaría teniendo influencia perjudicial sobre la inflación, la cual lleva varios meses ya por sobre la meta del Banco Central.
¿Cómo resolver el dilema?
Desafortunadamente, no existe una solución fácil, de ahí la palabra "dilema". El Banco Central ya ha anunciado que es probable que suba la tasa de interés muy pronto, puesto que la política monetaria ya hizo todo lo que puede hacer (¿hizo más de lo que debió hacer?). Al parecer, por tanto, la política monetaria se hará más contractiva en el corto plazo, y entonces el dilema se estaría resolviendo en favor de contener la inflación, a costa de un menor producto. Esto me parece que es razonable, ya que la credibilidad de las metas de inflación no se puede poner en riesgo; bien sabemos que las expectativas inflacionarias hay que controlarlas a tiempo, antes de que la inflación se salga de control.
En una mirada más de mediano plazo, es urgente que se ponga en discusión una agenda pro-competitividad y productividad. Elevar la competencia en los mercados y la productividad es lo que hará que la oferta "se mueva" hacia donde queremos, con una mayor producción en equilibrio y una menor inflación.