El problema no es el tambor
La ciudad de Valparaíso se ha visto diezmada, una vez más, por miles de visitantes que se acercaron a ella con un fin muy distinto del que se pudo haber pensado originalmente. Una fiesta que se realiza ya hace algunos años en la ciudad puerto: el ahora denominado Carnaval Constituyente de los Mil Tambores.
Los organizadores de dicha comparsa crearon una serie de actividades -para algunos más, para otros menos- culturales el pasado fin de semana. Estas, según la programación oficial, tenían sus últimas actividades a las 20.30 horas en espacios públicos y el día sábado se realizó una gran fiesta oficial en un club porteño a las 23horas. Me pregunto, ¿por qué entonces hubo de detenerse a tantas personas por estar acampando de noche en las playas de Valparaíso? ¿Por qué había tantas personas yendo a Las Torpederas por las noches, si no había nada ahí? ¿Por qué fuimos espectadores de ver nuestras calles convertidas en basurales, dormitorios, comedores y baños públicos a toda hora? ¿Por qué las avenidas de importante circulación (Argentina y otras) no contaban con dotación policial ni municipal que resguardase el orden de dicho carnaval dejando a los vecinos porteños a su suerte? El Almendral no era parte de este espectáculo callejero y, aun así, podía verse en la zona gran cantidad de gente desplazándose por el sector, consumiendo todo tipo de sustancias ilícitas o en evidente estado de ebriedad al cuidado de personas en similares condiciones.
El problema no es el tambor, así como tampoco que se realice esta fiesta callejera en Valparaíso; tampoco lo es que la municipalidad autorice que los visitantes puedan realizar pasacalles por la ciudad, mostrando lo que muchas personas, especialmente jóvenes, han podido aprender sobre sus instrumentos. El problema está en la fiscalización, en dejar que las playas porteñas se conviertan en verdaderos campamentos estacionales y nuestras calles (patrimoniales) en vertederos y baños públicos.
El problema es que Valparaíso, única ciudad de Chile a la que se le atribuyen los calificativos de ciudad mágica, bohemia y cultural los pierda, cuando un sinnúmero de personas pasan de habitarla a estropearla y todo aquello que los vecinos levantan cada año para restituir ese carácter tan identitario del puerto es en vano. Pero justamente por ese aire porteño es por el que las personas vuelven y se sienten maravilladas una y otra vez. Con estas actividades, el futuro de Valparaíso verdaderamente está en peligro, así como también su ya alicaído prestigio.
Paulina Dardel
Académica Facultad de Artes Liberales, U. Adolfo Ibáñez