La cifra es dinámica, en constante crecimiento. La cantidad de familias que vive en tomas en la Región de Valparaíso ha aumentado en un 40% en cuatro años: los 7.531 grupos familiares registrados en 2011 llegan hoy a 10.512.
Estas cifras han sido establecidas por Techo, la fundación privada que trabaja por resolver el grave problema de las miles de familias chilenas que viven en tomas. Y en ese negro cuadro nacional, la Región ocupa el primer puesto del país con 173 de esos asentamientos informales, un 92% de los cuales están en el Gran Valparaíso.
El estudio revela como principal factor del problema la aspiración a "la casa propia", saludable meta que es compartida por todos los sectores sociales del país, pero a la cual no todos logran llegar exitosamente.
Y así es, pues si en las tomas aparece esa ilusión de un espacio propio, las condiciones en que se desarrolla la existencia en esos lugares son propias de un brutal subdesarrollo. El agua potable es escasa y el alcantarillado no existe. A ello se suman la lejanía de servicios, como salud y educación, la droga, la falta de espacios públicos y la violencia.
Es cierto que existen planes oficiales que abordan la demanda habitacional; sin embargo, afirma la directora nacional de Techo, Valentina Latorre, el problema no es prioritario para el Gobierno.
Junto a lo anterior, los procesos de postulación a subsidios habitacionales son largos, "gatillando la decisión por irse a campamentos".
Pero, como hemos descrito, la solución no es tal y resulta urgente resolver el problema, lo cual es complejo pues no se trata solo del traslado de los actuales ocupantes, sino que también de la condición misma de muchos de los lugares ocupados, con alto costos para su urbanización, con riesgo permanente de incendios, derrumbes o inundaciones.
Ante esta realidad el Serviu, organismo del Ministerio de la Vivienda, insiste en la aplicación de sus programas de regularización, señalando la necesidad de una estrecha coordinación con las municipalidades. Y tiene razón esa autoridad cuando sostiene que no se trata solo de entregar un subsidio, sino que proporcionar una solución definitiva que requiere, entre otros aspectos, "gestión de terrenos y aprobaciones por la Dirección de Obras".
La pregunta es sí hay coordinación y se trabaja de acuerdo al ritmo de crecimiento y a la magnitud del problema, asumiendo que tras los números hay seres humanos que sufren y cuyas condiciones de vida enfrentan múltiples riesgos.
Así, el caso de las tomas debe abordarse como una emergencia, como un incendio permanente, que amenaza la vida diaria, las ilusiones y el futuro de miles de chilenos.