¡Malditos hippies!
Lo que pedimos, y nos parece del más básico sentido común, es que estas decisiones respondan a un proyecto público, capaz de integrar miradas con visión de futuro como ha ocurrido en todos los casos que se destacan internacionalmente.
Es lamentable que la discusión sobre el destino del borde costero de Valparaíso haya tomado un tono inadecuado y que la Empresa Portuaria (EPV) y los profesionales o asesores que trabajan para ella, hayan elegido el camino fácil de descalificar al oponente y crear debates artificiales para defender sus proyectos de ampliación portuaria o de arriendo de terrenos para fines comerciales.
La caricatura es típica y busca situar la discusión en torno a principios binarios: una guerra entre buenos y malos, entre hombres de Estado y "hippies" trasnochados. En simple: o estás conmigo y a favor del puerto, o estás en contra, te opones al progreso, y de paso, comprometes la base económica de la ciudad y una buena parte de su empleo. Luego, ya no solo un hippie, sino que uno insensible e inconsciente.
Algunas autoridades, incluso, han reforzado esta caricatura, apelando al infundio que los opositores a su plan no tienen pensamientos propios, sino que responden a intereses comerciales de otros, sin ofrecer una prueba concreta para respaldar tan grave afirmación. Se ha difundido más de una vez y algunos lo han repetido sin siquiera saber lo que están diciendo. Aquella es una forma muy cobarde de debatir, además de ser paradojal, ya que el único interés económico en esta discusión son los estados operacionales de la EPV y su apuro por la concesión de estos frentes.
La realidad en rigor, es bien distinta a estas caricaturas. Primero no es efectivo que esta discusión deba plantearse en términos binarios como para elegir entre puerto o ciudad, entendiendo como "ciudad" a un diseño de borde costero que solo incluye espacios públicos, áreas verdes, miradores o actividades distintas.
Decimos que es un debate artificial, porque casos emblemáticos como Barcelona o Vancouver demuestran que es posible y deseable conciliar puerto y ciudad con un diseño que genere sinergias y beneficios sociales y económicos relevantes. Claro que para ello, se requiere tener una mirada más integral y holística, o también visión le denominan, una que asume que la actividad portuaria es una parte de la solución, pero que este espacio tan valioso, como es el borde, debe incluir otros enfoques y miradas que además de beneficiar a los residentes y turistas de Valparaíso, impulsen un nuevo desarrollo económico que ayude a revertir la muy delicada situación socioeconómica de la ciudad.
La postura de la EPV olvida que los reparos surgen por la forma en que ha sido planteada esta ampliación del borde costero, privilegiando intereses sectoriales, con soluciones diseñadas entre cuatro paredes o con muy poca discusión pública sobre sus alcances.
El ejemplo más emblemático ha sido el diseño de la expansión portuaria del Terminal 2 que no considera el impacto que tendrá sobre el distrito patrimonial y el Almendral, arriesgando con ello la denominación de Valparaíso como Patrimonio de la Humanidad, que es un elemento de identidad tan relevante como lo portuario. Lo mismo ocurre con el Puerto de Gran Escala, que además de afectar la vista desde los cerros Barón y Placeres, compromete para siempre el destino de valiosos terrenos como Yolanda o Barón, obligando a ejecutar un acceso por Cabritería de enorme costo e impacto urbano.
El problema entonces, no es que una empresa pública decida ampliar sus frentes portuarios o arrendar sitios para generar rentas. El cuestionamiento que hacemos nosotros y que hacen múltiples organizaciones, es a la forma en que se ha hecho y a la ausencia de un proyecto público que concilie y potencie las distintas vocaciones y miradas que deben existir sobre este valioso y escaso territorio.
Cuando decimos "proyecto público" no estamos planteando nada muy novedoso. Es lo que hicieron los catalanes o los canadienses cuando decidieron localizar su expansión portuaria fuera del área de influencia de su centro histórico, para ubicar ahí nuevos paseos, playas artificiales, comercios u oficinas, desplazando las zonas industriales hacia áreas de menor impacto.
Por lo tanto, tampoco pensamos que hay un problema con que exista algún tipo de comercio o nuevos frentes de atraque. El gran defecto es que estas iniciativas privadas han sido las protagonistas de una decisión estratégica que es por esencia pública y que marcará por décadas el destino de la ciudad. Ello no es aceptable en ningún país que aspira al desarrollo.
Y es cierto que éste no es un problema exclusivo de la EPV. Es un defecto arraigado en la forma que hacemos ciudad en Chile donde se impone una mirada sectorial, donde manda el que llega primero. Esto sería impensable en España, Canadá o Japón donde los alcaldes o gobernadores lideran estos procesos y no se limitan a aprobar o rechazar permisos de edificación. Son, en suma, los encargados de planificar el desarrollo integral del territorio y convocar instancias de debate público.
En resumen, acá no existen buenos ni malos. No existen posiciones que se opongan al progreso por "hippismo", y otras que lo defiendan, incluso a costa de mitigar, o más bien maquillar infraestructuras de gran impacto urbano como se busca ahora. Tampoco se trata de negar que puedan existir actividades comerciales u oficinas.
Lo que pedimos, y nos parece del más básico sentido común, es que estas decisiones respondan a un proyecto público, capaz de integrar miradas con visión de futuro como ha ocurrido en todos los casos que se destacan internacionalmente. No entendemos porqué Valparaíso podría ser la excepción y no consideramos justo con sus habitantes ni con sus visitantes, con sus fundadores, ni con su historia.
Hemos pedido debatir con altura y respeto más de una vez y así lo han expuesto otras entidades de manera reiterada. Esperamos que no sea demasiado tarde.
Macarena Carroza
@macacarroza
Ignacia Imboden
@lafibrade_i
Integrantes de Metropolítica
@metropoliticacl