Casi cada día abren nuevos locales gastronómicos. Cocinas variadas: peruana, china, japonesa o tailandesa y, por cierto, se mantiene la europea y no abandonan el terreno los fogones criollos. Y ante tanta competitiva y tentadora carta, paradojalmente, languidecen e incluso desaparecen las librerías. Y este cuadro se da precisamente en Valparaíso, Patrimonio de la Humanidad, polo cultural con varias universidades. De esta realidad da cuenta, con heridas personales, Víctor Hugo Bustamante, propietario de la tradicional e itinerante Librería Ivens, local próximo a cerrar pues no logra sustento económico.
Malo. Las librerías son un eslabón más en la cadena de la cultura y en ese rubro, como en muchos otros, Valparaíso es pionero. Fue en 1833, en oficinas de este Diario, donde abrió la primera librería de Chile, con oferta de textos en castellano, inglés, francés y otros, junto a revistas extranjeras.
La tradición librera se mantuvo en el tiempo y en el siglo pasado tenemos locales clásicos como El Pensamiento, de Macario Ortés, y Parera, de Modesto Parera, libreros españoles que ilustraban a sus clientes y mantenían tertulias.
Bustamante, continuador de esa tradición como propietario de una librería con orígenes en el siglo XIX, toma su caso como "algo natural" y agrega que "hace bastante tiempo el libro y la lectura están en decadencia en Chile, no así la utilidad del texto que aún se sigue compartiendo, utilizando y estudiando".
Así, no estaría todo perdido, el rescate es posible, pero habría que buscar las causas que llevan al abandono de la lectura y del libro.
Por un lado, esta el bombardeo de los medios digitales, que ofrecen amplia oferta de información, amplitud que no quiere decir calidad. Esa oferta captura niños y jóvenes y prima como elemento fundamental en la educación. Así, el proceso educativo no incentiva la lectura que se ahoga entre el televisor y el computador. Y es en ese ámbito escolar donde hay que trabajar para rescatar esa vieja práctica.
Pero está también el tema económico. Los libros son caros y están gravados con un alto IVA, olvidando que todos los libros aportan a la cultura y a la educación.
El caso de la vieja librería porteña próxima a cerrar llama, una vez más, a buscar incentivos para la lectura, partiendo por la educación en todos sus niveles y sin dejar de lado el tema tributario donde menos impuesto puede significar más cultura, conocimiento, formación y saludable esparcimiento.