Para decirlo en chileno, muchos parlamentarios no están haciendo la pega. Elemental y quizás injusta conclusión del ciudadano de a pie tras el fracaso de la sesión de la Cámara de Diputados del pasado martes, en que llegaron a la sala sólo 36 de los 120 diputados. De los 84 ausentes, 22 tienen excusas que van desde la licencia médica hasta el viaje a una reunión interparlamentaria en la paradisíaca islas Fiji. La situación no es excepcional, se produjo el 14 de octubre de 2015, en que los cumplidores y puntuales fueron también 36.
Este hecho, sumado a otros, tiene como resultado una baja calificación de ambas cámaras del Legislativo. Según la encuesta Adimark, un 84% de la población desaprueba la forma en cómo trabaja el Senado y un 87% la Cámara de Diputados. También tienen muy mala calificación los partidos políticos: en el último estudio CEP, sólo logran 4% de aprobación.
Y hay más: esta baja calificación de los órganos políticos y de sus representantes se manifiesta masivamente en altas abstenciones en los procesos electorales: 65% en la última votación municipal; 51% en la primera vuelta de la elección presidencial de 2013 y 58% en la segunda que llevó a La Moneda a Michelle Bachelet.
En el caso de la fracasada reunión del martes, de acuerdo al reglamento, los ausentes deberían cancelar una multa de $90.000. A la vez, Osvaldo Andrade, presidente de la Corporación, hizo un mea culpa expresando que "tenemos que estar a la hora que corresponda", anunciando, además, medidas disciplinarias: multas, llamados de atención y control horario.
Finalmente, la sesión fracasada, que se debía iniciar a las 10.30 horas, fue reprogramada y comenzó, con el quórum adecuado, a las 11.30. Multa a los inasistentes, bastante baja por lo demás considerando el monto de la dieta de los diputados, la posterior realización de la reunión, las declaraciones del presidente Andrade y los golpes en el pecho de uno que otro de los omisos, no resuelven el daño causado.
Se ha sumado un hecho más a otros que lesionan la imagen del Congreso en general y de sus integrantes en particular. Posiblemente una injusticia, pero es la realidad que deberían asumir en el día a día de su trabajo todos los integrantes del Poder Legislativo.
Son ellos, cada uno en particular y todos en general, los responsables de la imagen de uno de los órganos básicos de la democracia.
Deben los parlamentarios rescatar la confianza perdida, derrotar con su ejemplo y trabajo la indiferencia y las elevadas cifras de abstención que en buena medida restan legitimidad a su representación y los alejan de la ciudadanía. Tarea importante, urgente, para todo el espectro político.