El documental "Terramotourism", estrenado el año pasado por el colectivo artístico Left Hand Rotation, da cuenta de los cambios que ha vivido la ciudad de Lisboa a partir de la decisión estratégica de potenciar al turismo como una de sus principales actividades económicas.
Lejos de tener una perspectiva complaciente, en el filme se plantea que la "turistificación" de la capital portuguesa ha tenido un impacto similar al del terremoto que la afectó en 1755.
Los problemas de la urbe lusa suenan conocidos: barrios patrimoniales que se convierten en sectores gourmet donde sus habitantes no pueden costear una cena; desplazamiento de la población hacia la periferia de los centros urbanos destinados a los visitantes; colapso en el tránsito; lugares con vida nocturna a bajo costo que dan paso al vandalismo.
Lograr un balance entre los recursos que deja la actividad turística y los costos que ella significa para quienes viven en la ciudad es un debate que se produce muy de vez en cuando y aparentemente resulta necesario.
Según un artículo publicado en el diario El País de España por el doctor en antropología social Daniel Malet Calvo, el "monocultivo" del turismo "está descomponiendo los barrios y devorando las ciudades".
Hace unos días Juan Luis Crespo, dueño de la agencia de viajes Smartrip, advertía en La Segunda que el desafío en Chile no es atraer una mayor cantidad de visitantes, sino que mejores turistas.
Según el empresario, el masivo arribo de argentinos a Viña del Mar no le deja demasiado a la comuna, pues alojan en cualquier parte. Y pone una luz de alterta: Tailandia es un país donde llega una inmensa cantidad de extranjeros de vacaciones, pero el gasto promedio de esas personas es muy bajo y las instalaciones están constantemente copadas. "Es un desafío de sustentabilidad, porque nos llenamos de gente que no le genera nada al entorno del destino que viajan", sentencia Crespo.
En una región como la de Valparaíso, donde la gastronomía y la hotelería son actividades importantísimas para el crecimiento económico, vale la pena reflexionar sobre la forma en que se quiere desarrollar este negocio.
¿Se puede complementar turismo con vida digna de los habitantes de las ciudades? ¿Hay que apostar por los bajos costos y la masividad, o quizás por los visitantes que registran un gasto más alto? ¿Cuánto deben involucrarse los gobiernos locales en el control de estas actividades?