JAIME PARDO SOTO
Académico Escuela de
Negocios y Economía, PUCV
Desde su aparición en 1981, el sistema de pensiones chileno se basó en un concepto innovador a nivel mundial, que es la capitalización individual de los ahorros para entregar beneficios de pensiones. La creciente acumulación de estos ahorros se convirtió en un motor fundamental del desarrollo de los mercados financieros en Chile.
Sin embargo, hoy el sistema está fuertemente cuestionado, dados sus resultados en términos de nivel de pensiones. A escala OCDE, Chile presenta una de las más bajas tasas de reemplazo, llegando en promedio a un 35 %. Es decir, al jubilar se percibe sólo un 35 % del sueldo que se ganaba al estar activo, provocado por hechos como la baja tasa de cotización (10 %), las lagunas previsionales por cesantía y la no cotización de independientes e informales.
Dado lo anterior, invito a plantear soluciones que consideren tomar el actual sistema y sus fortalezas, aplicando además ajustes que vayan en el sentido de corregir problemas que se plantean actualmente. En mi opinión, entre los aspectos fuertes está la capacidad técnica que ha demostrado el sistema de AFP para realizar las inversiones de los fondos, obteniendo un nivel de rentabilidad muy alta, según los especialistas internacionales. Entre los aspectos débiles, existe una nula participación de los afiliados en las decisiones de inversión y en la gestión de las empresas en que se invierten los fondos. Además, a pesar de que en 2008 se agregó un pilar solidario al sistema, el 0,7% del PIB que hoy se gasta en este sentido aparece como muy bajo, más aun tomando en cuenta la desigualdad económica que reconocidamente presenta nuestro país.
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