Bienvenidos a la gran comedia del Anfiteatro
Tal vez todos necesitábamos un golpe de esta magnitud para comenzar a entender que las cosas deben hacerse de otra manera en esta ciudad tan atribulada.
El espectáculo que han dado esta semana los principales actores de la escena portuaria de Valparaíso bien podría entrar a los anales de la historia de la ciudad, sentando el precedente más duro y tajante de todos: independientemente de quién tiene la razón o no, de quién actuó o dejó de actuar como debía, lo cierto es que por primera vez en la historia una línea de cruceros ("Norwegian Sun", con residencia en Bermudas) optó por dirigir su timón hacia el vecino puerto de San Antonio, específicamente a las dependencias de Puerto Central, perteneciente al Grupo Matte, ente que sí logró garantizarles a los turistas algo tan sencilllo -y a la vez tan complejo en los tiempos que corren- como la seguridad de que podrán desembarcar como corresponde y no pasarán malos ratos con la pérdida de reservas y, finalmente, de dinero que no se cuenta precisamente en sumas irrelevantes para la industria.
Este martes, cuando el "Norwegian Sun" recale en San Antonio, Valparaíso habrá comenzado a perder parte de su esencia, aquella que en los últimos años ha devenido en querellas y discusiones sin que ninguna de las partes en debate haya tenido la grandeza de ceder lo justo para conseguir aquello que es la piedra basal de cualquier sociedad civilizada: ponerse de acuerdo entre sus integrantes. No todo debe terminar siendo una guerra mundial, más aún cuando es sabido que, tristemente, gran parte de la discusión que hoy nos envuelve se reduce a dinero.
Tampoco los representantes parlamentarios han tenido ni la astucia ni la dedicación para intentar contribuir a la solución de las que quizás sean las grandes piedras de toque del nuevo siglo para la ciudad de Valparaíso: la pugna entre una empresa estatal y su principal concesionario; la visión de la misma estatal y cierta parte de la población sobre lo que debe hacerse con el borde costero; el nudo jamás resuelto sobre el presente, el futuro y la conservación de los espacios patrimoniales porteños; el abandono terminal en el cual se encuentra la ciudad, con autoridades regionales que lamentablemente han debido preocuparse más de que sus empleados no cometan ilícitos e irregularidades que del propio Valparaíso, entre otras.
Tal vez el Puerto se merece haber perdido sus cruceros. Tal vez la ciudadanía, las autoridades, los empresarios y todos quienes formamos parte de esta ciudad que tanto queremos -pero por la cual quizás no hemos hecho lo suficiente- necesitábamos un golpe de esta magnitud para comenzar a entender que las cosas deben hacerse de otra manera. Que no puede ser que diputados, gerentes, presidentes de sindicatos, concejales, alcaldes y ciudadanos en general, se comporten como matones, acusando a los otros de una y mil cosas e intentando imponer sus visiones, sin detenerse solo por un segundo a pensar en el irreparable daño que se le ha causado a Valparaíso.