"Aquellos que están hablando de salario o contrato, la verdad es que eso es falso"
Michelle Bachelet
Presidenta, por críticas a su
nombramiento en la ONU
"El Senado está actuando como un cartel en no entregar información"
Beatriz Sánchez
Candidata presidencial del FA, por negativa del Senado a requerimiento del Ministerio Público
Los fuegos pirotécnicos de las fiestas patrias, trabajados por Mr. Pierrau, han sido tan buenos, variados y abundantes como nunca. El público ha quedado muy complacido, deseando, seguramente, que la residencia de Mr. Pierrau se prolongue en Valparaíso, para que no tengamos que echar de menos sus fuegos artificiales en las fiestas futuras.
El crucero "Chacabuco" llegó sin novedad al puerto de New London, en Connecticut, Estados Unidos, donde se encuentran los seis submarinos chilenos que deben ser convoyados a nuestro país. Tras su arribo, el contraalmirante Luis Gómez Carreño, quien se hallaba en el país a cargo de la próxima partida de los sumergibles, izó su insignia en el crucero.
Anoche, a las 23.30 horas, a la salida de un foro de televisión en el Canal 9, fue detenido el senador socialista Carlos Altamirano, contra quien se dictó una orden de detención en la tarde de ayer. El parlamentario, que fue desaforado para ser juzgado por los delitos de injurias al Presidente de la República y por apología de la violencia, no ofreció resistencia.
Todo país desea tener y proyectar su propia identidad, pero a menudo es solo una ilusión. Una "marca" colectiva que interprete a millones de habitantes no puede definirse por la suma de diferencias ni por la ocupación de un espacio común o por la dictación de un decreto. ¿Qué une a un ariqueño y a un magallánico con un santiaguino? ¿Qué nos representa? La cueca es una danza de la zona central. Incluso la bandera tiene versiones regionales en Magallanes y en Isla de Pascua. Vivimos en un territorio que es de todos, pero nuestras historias y símbolos más preciados son distintos.
En estos días de septiembre he visto en Facebook las actividades folclóricas organizadas y comentadas por los rapanui, muchos de ellos mestizos y por lo tanto más cerca de los aires del continente. Bailes, música y rituales ajenos a su cultura tradicional, pero incorporados, respetados y hasta adaptados. Recuerdo con cariño a Analola Tuki, una gran matriarca que falleció este año, avivando con entusiasmo a huasos y chinas en una presentación dieciochera.
La comunidad rapanui es todavía pequeña, sigue siendo una aldea primordial de contacto directo, en la que cada isleño suele conocer a sus coterráneos, lo que favorece un sentimiento de pertenencia colectiva, aunque por sus venas corra sangre continental y extranjera.
Los ritos y valores materiales e inmateriales que los unen están presentes. Si bien la pérdida del idioma es un factor muy crítico y quedaron en el pasado los relatos memorables de sus ancianos, siguen vigentes las fiestas religiosas, las reuniones a la muerte de un pariente, los curantos, la tapati, los bailes, los coros, la pesca, los paseos de fin de semana, la confección de collares, la talla en madera e incluso las discusiones sobre el futuro de la isla. Los rapanui comparten de modo natural un legado común que no muere, con el testimonio permanente de sus moai, esas esculturas gigantescas y únicas en el mundo, que les pertenecen y enorgullecen sin excepciones, porque nacieron de las manos de sus antepasados.
El pueblo de Hanga Roa fue un espacio donde sus habitantes debieron recluirse y concentrarse desde fines del siglo XIX, cuando los arrendatarios de sus tierras les impusieron tres puertas que les impedían salir del gueto sin un permiso. Hoy, muchos isleños prefieren el campo, por su tranquilidad y buena vista, lejos del bullicio del pueblo. La vida sigue su curso y no hay cómo detener las influencias foráneas, que se cuelan por todos lados. Los cambios son muchos, pero a pesar del mestizaje, la globalización, el turismo, o la nueva economía, los rapanui siguen siendo un pueblo que nadie confundiría con otro. Su alma original sigue viva.
Patricia Stambuk M.
Periodista, Academia Chilena de la Lengua
Aunque ya parece historia conocida, ya han transcurrido 15 años desde su primera versión, la nueva edición del carnaval "Mil Tambores", que tendrá lugar entre el 29 de septiembre y 1 de octubre próximo, continúa generando encontradas reacciones entre los vecinos de la ciudad puerto.
Por un lado, la actividad se ha transformado en un atractivo innegable para los miles de turistas que llegan hasta Valparaíso para disfrutar de sus coloridos pasacalles, comparsas y cuerpos pintados en su jornada de clausura, sin embargo, dirigentes vecinales y residentes de los cerros del área patrimonial de la ciudad, no ocultan su descontento con el inicio del carnaval.
Agrupados en la denominada Junta de Vecinos de la Zona Roja, que abarca desde los cerros Bellavista hasta el Concepción, además de comerciantes del plan de la ciudad, tanto diurnos como nocturnos, han creado un frente común para exigir a las autoridades que se adopten todas las medidas necesarias para evitar los excesos y desmanes que han protagonizado asistentes al evento durante las últimas ediciones.
Tanto el alcalde Jorge Sharp, como el gobernador provincial, Jorge Dip, han manifestado su preocupación por adoptar todas las medidas de resguardo necesarias, sin embargo, han sido enfáticos en señalar que no todas las actividades que contempla el programa requieren de autorización, así como también que no son parte de la organización que lidera el gestor cultural Santiago Aguilar.
Más allá de los indeseados efectos que genera en una ciudad como Valparaíso la presencia de más de 30 mil personas pululando por sus calles, lo cierto es que los visitantes, con todo el derecho que tienen a celebrar y disfrutar de un evento diseñado para la comunidad, deben aprender a respetar la ciudad, su patrimonio y a su gente. Quienes no estén dispuestos a someterse a los cánones mínimos dispuestos para asegurar la convivencia entre todos los actores, estarán expuestos a multas, detención y un repudio generalizado de una ciudadanía que no quiere más excesos.
Valparaíso se ha caracterizado por ser una ciudad que acoge de gran forma a sus visitantes, quienes ahora tienen un rol preponderante para actuar de acuerdo a las reglas exigidas.
La fiesta que ofrecen los "Mil tambores" es para disfrutarla, eso no está en discusión, pero nadie está por sobre el bienestar de toda una comunidad.
Bienvenidos artistas, músicos y visitantes, pero recuerden que no hay permiso para destruir lo que no les pertenece. Esta vez nadie podrá decir que no se tomaron los resguardos o hacerse el desentendido con sus debidas responsabilidades, el carnaval se encamina a su mayoría de edad y deberá demostrarlo.