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Puerto Claro: la buena mesa se sirve en el Cerro Concepción

VALPARAÍSO. Restaurante apuesta a convertirse en uno de los grandes locales en el tradicional sector porteño, el más visitado por los turistas durante todo el año.
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Gonzalo Maturana H.

Un espacio donde las personas encontrarán buena comida, frescura y un buen servicio. Esa es la idea que se busca plasmar en el restaurante "Puerto Claro", que a mediados de marzo será inaugurado oficialmente en el Cerro Concepción.

Y si bien aún quedan días para que eso ocurra, el local ubicado en Papudo 612, que marcó la restauración de una casa esquina construida a mediados del siglo XIX, ya abrió sus puertas para atender a distintos comensales, principalmente extranjeros.

Y el balance que hace el chef a cargo y socio de la familia Welsch -dueña del espacio-, Antonio Moreno, es positivo, adelantando de paso lo que es el desafío que tienen como nuevo restaurante.

"Es un barrio que está subiendo poco a poco, año a año se ha ido haciendo más famoso por su gastronomía y la idea es subir el nivel, tratar de destacar por una buena cocina, un buen servicio y también un buen lugar en cuanto a diseño", dice, agregando que "la idea es posicionarse como un imperdible de Valparaíso, a nivel nacional, también consolidar el restaurante y una marca potente, que sea un imperdible cuando vengan extranjeros".

En tanto, respecto a los platos que quiere servir, Moreno sostiene que prefiere pensar en el día a día, adecuándose a las características propias de la época.

"Lo que queremos hacer acá es trabajar todo lo más fresco posible, tengo una red de proveedores súper buena, pero creo que es malo encasillarse en un producto y después tener que estar cambiando y dando explicaciones o caer en lo que queda más barato en el mercado y ahí ver la disponibilidad", comenta el encargado, quien tiene una vasta experiencia en cocinas internacionales.

Por su parte, el encargado de relaciones públicas y marketing de "Puerto Claro", Pablo Schwarzkopf, también se muestra esperanzado con lo que pueden alcanzar en el nuevo emprendimiento, que además cuenta con dos habitaciones en su segundo piso y que tiene otros locales alrededor, formando una verdadera galería gastronómica.

"Lo que quisieron hacer es darle un plus al turismo y la gastronomía de Valparaíso porque, lo que sentía la familia Welsch y Antonio, estamos al debe de encontrar un buen restaurante, de buena calidad, de buen diseño, un buen look y que además se coma exquisito, que es la idea", cuenta.

Y complementa que "si bien en Valparaíso hay varias opciones gastronómicas, no hay un restaurante con ese nivel. Ese es el plus que ofrece 'Puerto Claro': ser un restaurante de calidad internacional en Valparaíso. Los cerros Concepción y Alegre son uno de los principales cerros que trae turistas, entonces nuestro mercado está orientado en un 70% al mercado internacional, de pasajeros y turistas".

Pero la comida no es lo único que se ofrece, según detalla Schwarzkopf, ya que "tenemos una cava de vinos increíble, creo que es la única en Valparaíso que va a tener más de 80 etiquetas de vino, una selección hecha con pinzas, entonces hay muchas cosas en las que estamos trabajando para que eso sea increíble".

Pese a que por ahora presentan un acotado menú, el encargado de relaciones públicas del local asegura que desde la próxima semana se podría conocer toda la oferta gastronómica que tendrán, con alrededor de 10 a 20 platos y un costo promedio de $ 10.000.

También tienen preparada una carta para hoy, considerando el "Día de los enamorados". Para ello tendrán un menú de siete tiempos a $30.000. Y aunque no se consideran los bebestibles, también habrá ofertas en el espumante "chandon", que irá con algún regalo para quienes lo pidan.

"El menú está basado en sabores internacionales como asiáticos, europeos y técnicas distintas. Tratamos de jugar mucho con los sabores, las texturas y eso es lo que vamos a encontrar en el menú de Siete Tiempos, que no incluye bebestibles, que pueden ser adquiridos en nuestra cava", explicó Schwarzkopf.

"La idea es posicionarse como un imperdible de Valparaíso, con nivel nacional, también consolidar el restaurante y una marca potente que sea un imperdible"

Antonio Moreno, Chef a cargo del restaurante"

"El plus que ofrece 'Puerto Claro' es ser un restaurante de calidad internacional en la ciudad de Valparaíso"

Pablo Schwarzkopf

Encargado RR.PP. "Puerto Claro""

Viña del Mar, ciudad industrial

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En época de festival, con las playas llenas de bañistas y las calles colapsadas de autos, resulta difícil imaginar a Viña del Mar en un rubro diferente al del turismo y descanso que la Municipalidad tanto se esmera en destacar.

Sin embargo, y como ha sido estudiado por autores como Ximena Urbina y Piero Castagneto, a inicios del siglo XX, nos atrevemos a asegurar que si había algo que distinguía a Viña del Mar era su rol industrial. Aunque el sentido original de la ciudad fueron sus viñas, la disponibilidad de terreno plano favoreció la instalación de diversas industrias que se desprendían del desarrollo económico que tenía el puerto de Valparaíso.

Un año antes de la fundación oficial de Viña del Mar, un visionario Julio Berstein instaló en estos terrenos la primera refinería de azúcar en Chile, el 26 de febrero de 1873. Unos años después de su creación, la empresa se amplió a otros socios, transformándose en una Sociedad Anónima. Se trataba de un proyecto revolucionario que involucraba un trato especial para los trabajadores a quienes se los hacía parte de la "ciudadela" y que en su interior albergaba, según la crónica de Julio Hurtado: "además de la refinería misma y una planta eléctrica, servicios médicos, restorán, biblioteca, club social, gimnasio techado, billares, una cancha de palitroques y hasta un buen cine de 500 butacas inaugurado en 1938 y abierto a todos los habitantes de la ciudad (…) en Ocho Norte casi esquina de San Martín, un estadio se ofrecía a toda la ciudad".

La historia de Viña del Mar aparece marcada a fuego por esta industria. El mismo Hurtado en las páginas de este diario destacaba que era difícil que algún habitante no tuviera un familiar relacionado con la CRAV. El crecimiento de sus inversiones a otros rubros, la dependencia del mercado extranjero y la crisis de 1981, fue un cóctel fatal que acabó con poco más de un siglo de historia. El muelle Vergara y algunos rastros de rieles son los vestigios de un ferrocarril que transportaba el azúcar desde la fábrica hasta Ocho Norte.

De manera similar, de no ser por una que otra fotografía que recuerda el sector, sería increíble pensar que donde hoy está una de las playas más populares de la ciudad, Caleta Abarca y el hotel Sheraton Miramar, funcionaba, desde 1883, la maestranza comercial Lever, Murphy y Cía. Esta fábrica contaba con una amplia rampa de lanzamiento en la playa para sus buques y también se destacó por ser la cuna de la primera locomotora construida en Sudamérica, bautizada José Manuel Balmaceda en honor al presidente de la época en 1887. Lever, Murphy y Cía., además, fue la encargada de construir los principales puentes para la red de ferrocarriles que comenzó a unir al país y, desde este mismo lugar, también surgieron algunas naves íconos de la Armada como el Meteoro. Cuatro décadas duró esta maestranza en Viña del Mar, hasta que dio paso a la playa y al hotel Miramar.

A pesar de que la Ley de Casinos de 1928 fue un punto de inflexión en el camino a convertirse en una ciudad turística, a mediados del siglo XX todavía aparecían desarrollos empresariales que apostaban por esta ciudad como sede: fábricas de velas, cerillas, fideos, sebo, que se sumaban a industrias más grandes como Textil Viña, la Unión Lechera de Aconcagua y Ambrosoli. Hasta la década del noventa el olor a caramelo era distintivo en el sector norponiente de la población Vergara.

Hoy en día, Viña del Mar es un ejemplo de una ciudad que ha ido adaptando su vocación al ritmo de los tiempos y del desarrollo. Aunque todavía hay una serie de tareas pendientes, como dar solución habitacional para acabar con los campamentos, es un ejemplo que Valparaíso debería revisar para definir hacia dónde quiere ir.

* Gonzalo Serrano del Pozo

* Doctor en Historia,

Facultad de Artes Liberales Universidad Adolfo Ibáñez