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Artesano de 92 años crea miniaturas con ojos y pulso perfectos

VILLA ALEMANA. Hace dos décadas, cuando ya estaba jubilado, empezó con esta afición que convirtió en arte.
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Fernanda García

En el centro de Villa Alemana, calle General Ibáñez, se encuentra un jardín de creación propia y que pocos conocen porque está en los intramuros del hogar de don José Molina Hernández. Él a sus 92 años tiene una original manera de contemplar la naturaleza.

Hace un par de décadas descubrió que tenía talento para la elaboración de miniaturas en distinas presentaciones, con las que ha ido cambiando la cara a su casa. Grandes terrarios con jardines imaginarios que pueden pesar hasta 30 ó 40 kilogramos ha ido sumando a una colección personal que da cuenta de las distintas expresiones a las que José les da forma.

Preferentemente son botellones de vidrio antiguos con capacidad de 50 litros en los que diseña meticulosos paisajes con efectos especiales. A veces ocupa también recipientes plásticos.

"No es que esté dedicado a esto, de repente me viene la tincada, lo hago de vez en cuando y así he ido juntando más de media docena de terrarios", dice. Cada uno es un mundo único y a la vez diverso lo que logra con diseños distintos e incorporando sistemas ingeniosos que ayudan a proporcionar movimiento.

"Es complicado pero es parte de la apuesta. Les he ido agregando un pequeño motor con una bombita interna que viene a ser un depósito de agua. Eso genera una cascada que desciende desde un cerro hecho con piedras diminutas", explica este hombre, quien a pesar de sus 92 años, tiene una notable destreza tanto por su pulso firme como por su vista envidiable. Tanto que entre sus curiosidades se cuentan granos de arroz en los que él mismo grabó el Padre Nuestro y el Ave María completos; también escribe largos versos poéticos.

José Molina nació en Valparaíso, se crió en el cerro O'Higgins y fue alumno del colegio salesiano. El puerto fue su entorno hasta que se casó con la señora Antonieta y decidieron instalarse en la ciudad de los molinos. Alcanzaron a estar seis décadas juntos, tuvieron seis hijos, pero ella hace un par de años falleció

Él de joven se dedicó al oficio de las artes gráficas y la imprenta. Era dibujante de profesión y trabajaba con troqueles para moldear y cortar cajas. Siempre tuvo aptitud para el dibujo. Entre sus reliquias y curiosidades cuenta con un perro esculpido en un grano de tiza. Lo otro llamativo es un cabrito equilibrándose al interior de una botella pequeña en una única pieza de madera. No mide más de un centímetro.

También tiene veleros encristalados. Son a lo menos 15 piezas excepcionales trabajadas con paciencia y rigor. Su arte no ha pasado inadvertido. Una vez lo invitó Enrique Maluenda al "Festival de la Una" porque en esos años, ya causaba admiración su facilidad para el trabajo miniaturizado.

Don José goza de excelente salud en esta etapa creativa en la que su principal herramienta es un dremel que a 25 mil revoluciones por minuto le permite plasmar su imaginación. "Me encanta lo que hago. Son pocas las personas que se dedican a esto porque se necesita tiempo, pulso y paciencia. No es fácil", concluye mostrando sus apreciadas miniaturas.

Apartado de la tecnología

Don José no usa celular, no tiene e-mail, ni está conectado a internet. Son tecnologías que no ha necesitado para hacer lo que le gusta y darle un nivel que sorprende. "Muchas personas me han preguntado si vendo los terrarios, pero la verdad, no. Este es un arte escaso por acá. Los hago más por entretención y prefiero que queden para nosotros. No les podría poner un precio porque creo que saldrían muy caros", comenta.