"Falta una generación para saber cuál va a ser el juicio más equilibrado"
- ¿Usted cree que el camino institucional que genera la Junta de Gobierno a través de la Constitución tiene un valor en sí mismo?
"La gente joven tiene una idea épica de sí misma. Hay toda un tema con construir identidad y eso explica por qué en el Frente Amplio hay 17 partidos. Muchos son aventuras de poca gente, por no decir personales. Es el único que tiene algún sentido épico "."
LOs que apoyaron el sí "Eran gente que no sólo reivindicaba la obra de Pinochet, sino que del régimen militar", afirma el Periodista ascanio cavallo.
Mauricio Mondaca L. mauricio.mondaca@mediosregionales.cl
Ex director de la revista Hoy y del diario La Época, autor y coautor de numerosas obras, entre las que destacan "La historia oculta del régimen militar" (con Manuel Salazar y Oscar Sepúlveda) y "La historia oculta de la transición", Ascanio Cavallo es uno de los observadores más agudos de la transición: uno de los periodos políticos más importantes de la historia chilena y al que, a 30 años del plebiscito de 1988, regresa en esta entrevista en la que pone esa coyuntura en perspectiva.
Como parte del ciclo "Lecturas de fondo", por la reedición de "Los hombres de la transición", organizada por el Instituto de Estudios Sociales (IES), Cavallo estuvo esta semana junto a connotados ex miembros de los gobiernos concertacionistas para dar su particular punto de vista sobre este y otros temas ligados a uno de los hechos más trascendentales de la historia política del país. Rescata el "camino institucional" trazado por el régimen para desembocar en el plebiscito como un elemento central en el regreso de la democracia y cree entender que en sectores jóvenes, como el Frente Amplio, este periodo se ve con distancia y sospecha: "No tengo una explicación, salvo la mala educación. Pero esto es en todo orden de cosas, porque las nuevas generaciones siempre miran el pasado con cierta liviandad".
- En tanto hecho político relevante de las últimas décadas, ¿qué simbolizan para usted los conflictos que la conmemoración de este hecho genera en algunos de los partidos de la ex Nueva Mayoría?
- Lo que pasa es que en octubre de 1988 se enfrentaron dos estrategias de la oposición a la dictadura. Por un lado, seguir el camino institucional que la misma dictadura había trazado en la Constitución de 1980. Y la otra era seguir la vía armada o insurreccional, que suponía una mezcla de lucha armada con lucha callejera de protestas y manifestaciones masivas. Es un hecho objetivo que una de esas dos estrategias fue derrotada el mismo día en que Pinochet perdió el plebiscito. Esa noche hay dos derrotados y entre ellos está lo que era parte de la coalición del Movimiento Democrático Popular, integrado por una facción importante del partido Socialista, el Partido Comunista y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), además del Mapu-Lautaro y otros. Entonces es efectivo que el Partido Comunista no participó nunca en la estrategia del No. Lo que pasó fue que, dados los números, probablemente los militantes desoyeron un poco a la directiva.
- ¿Algo raro en un partido tradicionalmente disciplinado?
- No tan raro en ese momento, porque el partido estaba confundido. Se inscribió prácticamente el 93% de los mayores de 18 años. Nunca había habido una inscripción tan alta en Chile. Para que eso ocurriera tenían que haber estado prácticamente todos. Pero el Partido Comunista había llamado a no inscribirse. Por lo tanto, la única deducción es que o todos sus militantes no se inscribieron, y ellos formarían ese 6% que no participó o, lo que me parece más probable, se inscribieron a pesar de que lo que había dicho su directiva.
- ¿Habían incentivos para no inscribirse en los registros?
- No inscribirse no era inconsistente con la creencia fundamental del Partido Comunista y de esos grupos, que es que iba a haber un fraude. Si asumes que habría un fraude, lo lógico era no participar. Los partidos que estuvieron por el No corrieron un riesgo muy alto, pero es verdad que era un riesgo calculado, porque ya se había visto que todas las leyes políticas que se habían dictado harían casi imposible la comisión de un fraude.
- Claro.
- ¿Se ha reconocido poco eso?
- Se ha reconocido poco el camino institucional. Pero también, al igual que lo que ocurría al otro lado en la oposición, en el Gobierno de Pinochet también está todo complicado y confuso, con múltiples intervenciones y actores. Aquí no hay dos grupos en pugna, con un Ejército súper disciplinado y una oposición monolítica. Hay gente que estaba todo el tiempo tratando de cambiar estrategias. Incluso en el mundo del No, particularmente en el de la franja, que ha sido considerada tan exitosa y muy idealizada, lo que poca gente recuerda es que ese trabajo era muy discutido internamente. Había grupos que creían que la franja era una mala idea y que, en vez de mostrar positivismo y cantar que la alegría ya viene, se debían mostrar las torturas y las violaciones a los derechos humanos. La franja ha sido tan idealizada que muchos no recuerdan que muchos de esos elementos están presentes. Hay momentos en la franja del No que son muy duros y sombríos. No es un jardín de rosas ni pajaritos cantando.
- ¿Se ha logrado romper con la fórmula política del Sí y el No?
- La del Sí y el No sí se ha roto. Los grupos que apoyaron el Sí hoy, mayoritariamente, no lo harían de nuevo. pero hay otros sectores que sí lo harían. Era gente que no solo reivindicaba la obra de Pinochet, sino que del régimen militar, especialmente la obra económica. Después del 5 de octubre hubo movimientos para defender lo que hoy se llamaría el "legado".
- ¿Cuáles fueron los principales componentes de la campaña del Sí?
- La campaña del Sí tenía una base factual, estadística y numérica muy importante, que era el libro de Joaquín Lavín que se llamó "La revolución silenciosa". Ese libro estaba lleno de datos de cómo el Gobierno había cambiado Chile en 15 años; era una grave amenaza para la estrategia del No, porque le ponía datos al Gobierno. De hecho, se organizó otro libro, que lo terminó firmando Eugenio Tironi, que se llamaba "Los silencios de la revolución" y que apuntaba a los 4 millones de pobres que había costado el régimen militar.
- ¿Usted está de acuerdo en que están dadas las condiciones para una segunda transición, como se señala desde varios sectores políticos?
- No sé a qué se refiere, porque las transiciones se producen entre dos sistemas políticos o de gobierno. No sé a qué otro sistema podríamos transitar. Lo que ha estado ocurriendo ha sido que se ha estado revirtiendo la ausencia del Estado en algunos sectores y metiendo más Estado en algunos sectores que se han denominado neoliberales o al mercado. Eso es lo que se hizo con la reforma educacional, en gran medida, haciendo retroceder al mercado para meter al Estado.
- A 30 años de ese hecho, ¿qué significa en lo simbólico el plebiscito y la capacidad que tuvo de aunar voluntades y llegar a consensos?
- Lo que creo que es más novedoso es que, de alguna manera, ha habido una relectura de la historia de la transición como un acto de entreguismo o de excesiva conciliación, como si no hubiese habido que negociar nunca. Como si hubiese habido una alternativa real o realista a eso. Uno podría decir, en teoría, que la estrategia insurreccional al final podría haber dado resultados, la pregunta es en cuánto tiempo, ¿en 20 o 25 años? Y los países no se pueden dar ese lujo, porque sus generaciones están en juego. Lo que encuentro novedoso cuando hablo con jóvenes que no vivieron este periodo es que, de alguna forma, se dejan llevar por la película que narra esta historia y el "cinismo" de algunos publicistas que se meten a calcular estadísticas y a decir "por acá nos vamos". Y eso está muy lejos de la verdad. La visión archiderechista es creer que el No ganó porque fue más ingenioso.
- ¿Se puede comparar la capacidad de diálogo que se dio entonces con algo que esté pasando hoy en el mundo político? ¿Hay algo que convoque hoy como lo hizo en aquel entonces?
- No. Hoy no hay ningún actor político que se parezca en lo más mínimo a Augusto Pinochet. Todos los actores políticos de hoy tienen capacidad de diálogo; en ciertos momentos parece que no la ejercen, en otros momentos parece que están obligados a hacerlo, pero nada se parece al nivel de intransigencia que se daba en el régimen militar. Y está claro que es la figura que más divide en la historia de Chile. Pero vamos a ver en 100 años más.
- ¿Por qué cree que las generaciones actuales tienen una tan baja valoración del proceso político que desembocó en el plebiscito de 1988, como el Frente Amplio?
- No tengo una explicación, salvo la mala educación. Pero esto es en todo orden de cosas, porque las nuevas generaciones siempre miran el pasado con cierta liviandad. Yo miraba así la experiencia de la Unidad Popular o el proceso de Eduardo Frei Montalva y hoy tengo una visión mucho más matizada y compleja, porque entiendo que el país también es más complicado. Lo que ocurre con muchos sectores jóvenes es que, por naturaleza tienden a simplificar y a polarizar las opciones. Nadie se pone en el escenario de qué habría pasado si hubiera ganado Pinochet. Se cree que la derrota de Pinochet estaba garantizada. Y no solo es una idea errada, sino que sacó el 44% y más bien estuvo a punto de ganar. Y tampoco nadie se acuerda de que el 5 de octubre fue una fiesta del No. El 6 de octubre también, con una gran concentración en el Parque O'Higgins, pero el 7 de octubre salió gente del Sí a la calle a pegar palos y a decir que estamos presentes, sacamos el 44% y no somos una bolita de dulce.
- ¿Qué le parece que las voces en contra de EE.UU. sean tan críticas respecto de su supuesto rol en la intervención de los militares en 1973, pero se pase por alto el hecho de que habría planteado a Pinochet que desconocer el resultado del plebiscito no era aceptable? ¿Cuál cree usted que fue la influencia real de Washington?
- Creo que las dos cosas están magnificadas. Estados Unidos no botó a Allende; pudo contribuir en forma bastante lateral, pero el conflicto chileno fue chileno. Si te fijas en el Informe Rettig, se registra una muerte marginal de extranjeros. En el caso de Pinochet fue una advertencia que pudo haber desoído, como había desoído varias hacia atrás, incluyendo el embargo de armas. Nada le podía doler más a un Ejército como el embargo de armas. Sin embargo, a partir de 1976 lo sostuvieron. No solo eso, sino que con el peligro de una guerra. Para Pinochet, Estados Unidos fue una complicación y un adversario.
- ¿Dónde está la épica en la política de hoy en día?
- Buen punto. La gente joven tiene una idea épica de sí misma. Hay toda un tema con construir identidad y eso explica por qué en el Frente Amplio hay 17 partidos y no cuatro. Muchos son aventuras de poca gente, por no decir personales. Es el único sector que tiene algún sentido épico.
- ¿La centroderecha ha hecho algún ejercicio retrospectivo respecto de su rol en aquel proceso?
- Claro, tantos como los que hizo la izquierda después del golpe. Es difícil medir cuánto de eso consiste en arrepentimiento, porque esta es una discusión muy farragosa que se ha dado en el tema de los derechos humanos. Tú dices "yo exijo arrepentimiento a los otros", pero esa es una libertad absolutamente personal y subjetiva. Y se puede mentir muy bien. Es una discusión muy espesa.
- De todo eso surgió la discusión sobre la supuesta "superioridad moral" de la izquierda por los delitos en contra de los derechos humanos. ¿En qué está eso?
- Es evidente que, en gran parte de la transición, eso lo ejerció la centroizquierda. Era el gran elemento de fuerza, ya que no había fuerza militar.
- ¿Ve algún vaso comunicante entre la centroderecha de hoy y la derecha de aquel entonces?
- Es que las personas son más o menos las mismas. En 30 años muchos eran jóvenes y hoy son mayores. Lo que probablemente pase en toda la estructura del país, no solamente en la derecha, sino que en la izquierda y en el centro, es que falta una generación para saber cuál va a ser el juicio más equilibrado. Falta que se mueran los presos de Punta Peuco, los familiares de detenidos desaparecidos, aunque es duro decirlo, y los actores políticos de entonces. El de 1973 es un fenómeno raro, porque si lo comparamos con el otro gran trauma que tuvimos como país, la Guerra Civil de 1891, el periodo de superación de los rencores fue mucho más corto.
- ¿Qué le dicen las figuras de Sergio Onofre Jarpa o de Fernando Matthei, quien en la noche del 5 de octubre señaló que "parece que realmente ganó el No. Al menos para mí, lo tengo bastante claro"?
- Ellos coincidían en algo que era muy polémico dentro del régimen: de cumplir o no la Constitución que ellos mismos habían dictado. Habían sectores que estaban por no cumplir, porque consideraban que esa Constitución era un error. El principal era el ministro de Justicia, Hugo Rosende, además de bastantes juristas de derecha. Muchos y de mucho prestigio, como Enrique Ortúzar, intentaron que no se dictaran las leyes políticas antes del plebiscito. Y estaba la DINA plenamente vigente. Quien no conozca estos detalles es fácil que se pierda, porque no estábamos ante un pueblo victorioso al lado de un tirano derrotado. Estábamos ante un dictador con el 44% de los votos y que tenía que tomar la decisión de irse. Y uno podrá decir que no había otra decisión posible, pero sí la había. El hecho es que no la conocimos.