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¿Pueden las movilizaciones portuarias escalar a un fenómeno social nacional?

SOCIEDAD. Expertos plantean sus visiones acerca del apoyo que han concitado los portuarios en sus colegas a nivel nacional e incluso en otros gremios. ¿Podría transformarse en algo como lo de Francia?
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Cristián Rojas M.

Valparaíso siempre ha sido pionero y en materia de movimientos sociales no ha sido la excepción a lo largo de la historia. Ya en 1999 hubo una extensa huelga portuaria en la ciudad, debido a los cambios que vivió el sector con la privatización de los terminales. Hoy, a raíz del apoyo que han tenido los porteños en varios puertos a lo largo de Chile, con paralizaciones y protestas callejeras, así como el apoyo que ha surgido en otros gremios, expertos plantean su visión acerca de si esto puede transformarse en un punto de partida de una escalada que pueda alcanzar ribetes como los que vive actualmente Francia.

Para el doctor en Sociología Francisco Báez, docente e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Playa Ancha (UPLA), "estamos presenciando hoy un fenómeno global importante que tiene que ver con descolgarse en cierto sentido de la globalización neoliberal. En varios países del orbe hay muchos sectores laborales que resultaron perdedores con la globalización, que se están organizando y están promoviendo acciones colectivas, protestas generalizadas. Son sectores que representan a clases trabajadoras que han ido perdiendo terreno".

Consultado sobre si las movilizaciones de los portuarios podrían detonar un fenómeno similar a nivel nacional, Báez sostuvo que "bolitas de cristal los sociólogos no tenemos, pero uno puede llegar a establecer una cierta tendencia. En este momento hay un debate que se está dando con bastante fuerza a nivel político, a nivel mundial, y que tiene que ver precisamente con la irrupción nuevamente del nacionalismo, del proteccionismo al frente del mercado mundial de la globalización neoliberal, y en ese sentido, claro, hay sectores que se levantan".

Al respecto, el sociólogo planteó que "a veces la protesta, la acción colectiva de este tipo dialoga con el proceso electoral, y en el caso de Chile, quizás también hay algo de eso, porque cuando asume la derecha y cuando hay un proceso de radicalización conservadora como es el que está viviendo la derecha actualmente en Chile claro, a lo mejor los movimientos sociales van a empezar a emerger de nuevo, como pasó el 2011".

Báez, cuya línea de investigación es la acción colectiva, cree que "para analizar este tipo de hechos que tienen que ver con la protesta, con la movilización ciudadana, social, obrera, hay que remitirse al diseño económico del país que se implementó desde el año 1990 en adelante, lo que se conoce como el diseño institucional completo del Estado y del mercado en Chile, o sea, hay que tener en cuenta que toda la transición se construyó sobre la base de la despolitización y la fragmentación de la organización de los trabajadores".

En ese contexto, hizo notar que "los indicadores son clarísimos: nosotros estamos en los últimos lugares de tasa de sindicalización o de negociación colectiva de la OCDE, por ejemplo. Si te fijas en las tasas de sindicalización de los últimos años, en Chile no superan el 12, 13 o 14%, y el porcentaje de población que puede negociar colectivamente no sobrepasa el 8%, y en los países de América Latina, por ejemplo, en aquellos que tienen mejores tasas, índices respecto de esto, como Uruguay, está en alrededor del 60%, en Europa también".

Báez planteó que "aquí el modelo económico se construyó sobre la base de la desmovilización y la despolitización del mundo del trabajo. Aquí, por decirlo de una manera gruesa, en el plano económico el único actor político económico relevante que está organizado es el capital, son los empresarios, pero los trabajadores no están organizados como debiera hacerse. La consecuencia de esto es precariedad laboral, y en ese contexto hay que analizar esta serie de movilizaciones".

Por otra parte, el sociólogo estima que en la baja sindicalización en Chile también influye "un prejuicio generalizado en la población, y que tiene que ver también con un bombardeo ideológico que se viene empleando en Chile desde la dictadura en adelante, y que tiene que ver con menoscabar la idea de la organización política, que en general, está absolutamente desprestigiada".

Por su parte, el director de Estudios de la fundación Piensa, Pedro Fierro, académico de la Universidad Adolfo Ibáñez, estima que "evidentemente los problemas que se están viviendo en el puerto se enmarcan en un contexto más profundo de insatisfacción. Es cierto que el problema surge de una pugna concreta, pero no podemos desconocer la rapidez con que ha escalado".

En esa línea, agregó, "distintos actores han sostenido recientemente que los chilenos parecemos felices con nuestro desarrollo individual, pero paradójicamente molestos con nuestra dimensión social. Esa molestia la podemos apreciar en los desmanes que día a día se están viviendo en Valparaíso. Esto es relevante, pues hasta hace algunos años la disconformidad ciudadana podía transformarse en resignación. Hoy no, pues existe la sensación de que, si el sistema no responde, es posible generar cambios por fuera de la institucionalidad, a través de paros, movimientos o desmanes. Sin duda eso puede ser peligroso".

En cuanto a si lo de los portuarios en Valparaíso podría llegar a involucrar a un gran número de trabajadores en Chile y se termine coinvirtiendo en algo similar a lo de los "chalecos amarillos", Fierro considera que "por distintas razones, creo que sería demasiado aventurado comparar lo que sucede en Valparaíso con los que se está viviendo en Francia. Pese a eso, esperemos que el problema de los trabajadores eventuales no siga el patrón de ese tipo de manifestaciones".

Ello, porque a su juicio, "en Chile tenemos instituciones sólidas y suficientemente inclusivas que nos permiten participar, denunciar y promover soluciones en respeto y en diálogo. Y es acá donde los 'tomadores de decisión' se toparán con un desafío gigante. En la misma encuesta de Piensa podemos observar que al ciudadano porteño le interesan las cosas que pasan en su barrio, ciudad o región, pero creen - al mismo tiempo - que el sistema sociopolítico no responde, que la institucionalidad no permite generar cambios relevantes. Ahí está la tarea. Acercar las estructuras a la gente, al porteño. De otra forma, los ciudadanos buscarán igualmente otras alternativas que podrían dañar nuestra democracia y nuestra vida en comunidad".

"En un proceso de radicalización conservadora como el que vive la derecha en Chile, a lo mejor los movimientos sociales van a empezar a emerger de nuevo"

Francisco Báez, Doctor en Sociología, académico de la Universidad de Playa Ancha"

"Los problemas que se están viviendo en el puerto se enmarcan en un contexto más profundo de insatisfacción"

Pedro Fierro, Director de Estudios de la Fundación Piensa"

Agustín

Squella

Premio Nacional de Humanidades


"Muestra la incapacidad de privados"

Los trabajadores de todo el mundo, a la largo de la historia de la humanidad, han tenido que luchar por sus derechos y por condiciones laborales dignas. Ni esos derechos ni tales condiciones les han sido reconocidos y otorgadas sólo por la buena voluntad de sus empleadores. Con todo, eso no significa que la lucha tenga que ser siempre violenta. El empleo de todas las formas de lucha -como se promueve a veces- es insensato, como también lo es que empresas que ganan muchísimo dinero se comporten de manera injusta o mezquina con sus trabajadores.

El capital tiene derecho a obtener renta, pero no al precio de la justicia que hay en las demandas laborales de obreros y empleados.

¿Que si este conflicto puede expandirse más allá de los puertos? Puede, pero lo veo difícil. Hace ya rato que se acabaron las grandes movilizaciones colectivas en nombre del pueblo o de los pobres. Lo que tenemos hoy, casi siempre, son demandas y movilizaciones sectoriales, y a veces muy sectoriales, tanto como lo son, por ejemplo, las que efectúan las personas que han llegado a la tercera edad, o que padecen enfermedades no bien atendidas por el sistema público, o los vecinos que no quieren que en su barrio se construya un recinto penal o se instale un vertedero.

Y si me apuran, detrás de estos movimientos sociales no está sólo el sistema capitalista imperante, sino la hegemonía que ha alcanzado, y esto a nivel planetario, un capitalismo (sistema económico) reforzado por el neoliberalismo (una doctrina que es mucho más que económica), y todo eso en medio de democracias cuyas instituciones se ven frecuentemente debilitadas y en las que se confía poco como instancias de regulación y solución de conflictos.

La intervención del gobierno en el conflicto portuario de Valparaíso muestra también algo que muchos en el sector privado se resisten a reconocer: la incapacidad de ese sector para manejar sus propios conflictos.