Más de 6 mil turistas a bordo de nueve cruceros han recalado en Valparaíso durante las últimas semanas, a los cuales deberán sumarse un número incluso superior para las once naves calendarizadas hasta el sábado 13 de abril, el último día de la siempre veleidosa temporada de cruceros.
Las cifras, celebradas con mesurado optimismo por parte del presidente interino del directorio de la EPV, Raimundo Cruzat ("Este aumento en la industria representa un crecimiento del 55% en naves, del 54% en recaladas y del 35% en pasajeros") y gran parte de los incumbentes, representan una excelente y esperanzadora noticia, aun cuando todavía estemos lejos de los espectaculares números de antaño.
¿Qué fue lo que cambió para que se diera este fenómeno? Incluso atendiendo la larga movilización de los empleados portuarios eventuales, con manifestaciones, violencia y una contundente campaña para espantar cualquier atisbo de turismo, el Puerto supo levantar la nariz inmediatamente y de forma silenciosa evitar el desplome de una industria capital para los intereses de la ciudad.
Clave en ello, sin lugar a dudas, ha sido el mencionado Cruzat, personaje ejecutivo, dialogante y dueño de un pragmatismo que ya se lo quisieran muchos en cualquier partido político.
Salta a la memoria entonces el peregrino acuerdo para la construcción de un muelle exclusivo para pasajeros firmado por la antigua administración de la estatal portuaria, los concesionarios TPS y TCVal, sindicatos de trabajadores, empresas operadoras de turismo de cruceros y la Municipalidad de Valparaíso, que data de mediados de 2017, con la promesa de que éste entrara en operaciones en "dos años y medio".
En la urgencia de honrar tal acuerdo coinciden la Cámara de Comercio y Turismo de Valparaíso y el propio municipio, quienes ven con buenos ojos la revitalización de un turismo que parecía definitivamente haberse mudado al menos beligerante puerto de San Antonio.
Hoy, cuando las aguas de la citada huelga de trabajadores ya ha sido largamente superada, quizás sea la hora de aprovechar el impulso de los cruceros y trabajar (¿por qué no coordinados por el mismo Cruzat?) en la concreción de tal proyecto, cuya existencia debiera conseguir más beneficios y externalidades positivas que otra cosa, además de convertirse en un verdadero hito de la ciudad. Aunque, pensándolo bien, quizás la cautela de Cruzat nos recomiende anticipar que el muelle tendrá detractores.