"Acá hay una obsesión, por parte del contralor, de ir tras municipios que no son de izquierda"
Jacqueline van Rysselberghe
Senadora UDI
"Se ha demostrado un grave descuido y una falta de experiencia por parte de los organizadores"
Nelson Morgado
Arquitecto y representante de Pedro Figuerola, comisario de la exposición "Gaudí en Valparaíso" y socio fundador del Gaudí Research Institute
Uno de los aspectos que ha llamado la atención en relación con las nuevas bases curriculares para III y IV Medio informadas por el Consejo Nacional de Educación (CNED) ha sido la respuesta desinformada de gran parte del gremio de los historiadores frente a lo que este cambio significa, la forma como hasta este momento se estaba llevando a cabo la enseñanza de la historia en tercero y cuarto medio y la función que posee el Consejo como un ente independiente del gobierno de turno.
Resulta lógico y esperable que los historiadores lleven a cabo una defensa irrestricta de su rol e importancia de su disciplina en la enseñanza media. No obstante, todo proceso de selección implica elegir una cantidad de ramos en desmedro de otros. Si no eran los historiadores, podrían haber sido los filósofos, como de hecho ocurrió al inicio, los profesores de música, de arte o lenguaje.
Entre los aspectos destacados por Pedro Montt, presidente del CNED, figura el hecho de que, con un currículum más flexible, "les otorga poder decisión a los estudiantes, les permite aplicar y operar en la toma de decisiones por sí mismos".
No obstante, queda la duda respecto a si los alumnos, entre la gama de asignaturas que decida impartir su establecimiento, van a escoger aquellos ramos de acuerdo a lo que realmente les gusta o interesa, tal como se ha planteado por el Consejo y la ministra de Educación, o si, según a como está elaborado el sistema de ingreso a la universidad, en relación a aquello que les pueda resultar más fácil.
Hay que recordar que el actual sistema de ingreso a las universidades establece que un 30% corresponde a su desempeño escolar, porcentaje que se divide en un 20% para el lugar que ocuparon en el ranking de su establecimiento escolar y un 10% para el promedio de notas.
Estamos hablando de un porcentaje bastante elevado como para hacer el sacrificio de optar por lo que a uno le gusta frente al ramo que nos puede significar subir el promedio o tener más tiempo para preparar la prueba de selección universitaria.
En concordancia con esto, queda la duda razonable, además de otras que se han planteado sobre su urgente implementación, tema que da para otro editorial, si estas nuevas bases van a cumplir con el propósito que se ha establecido (flexibilidad) o si es que finalmente el sistema va a terminar sucumbiendo frente a la presión que implica llegar con un buen puntaje a la PSU.
Decía Umberto Eco que una de las principales tareas de la universidad es la custodia de la memoria de la sociedad, porque en el ámbito académico es posible la selección de eso que se recuerda. En internet está toda la memoria, pero sin filtros; es la pesadilla de Funes el Memorioso: una tragedia borgiana, si se me permite el exabrupto. La cura de la memoria, filtrarla y proyectarla hacia el futuro es una labor que la academia no puede renunciar. Por eso, desde los institutos, escuelas o departamentos de Historia se debe defender la disciplina cuando ella está bajo amenaza.
Una sociedad sin historia se asfixia en el presentismo absoluto, porque sin pasado por conocer no hay futuro por construir. Cuando se habla de hurgar en el pasado para ver los fenómenos presentes "en perspectiva", lo que se está diciendo es que hay que dar una mirada histórica.
Decía Ricardo Krebs que el tigre siempre estrena el ser tigre, porque no sabe que antes de él hubo otros tigres, y que después de él todavía habrá otros. Ese "estrenarse" en el tiempo es un vicio que puede anquilosar a las sociedades cuando creen que sus inquietudes y problemas, o sus traumas y sus miedos, son únicos y nuevos sin ponderar su existencia desde una perspectiva histórica. Y no se trata de saber mucho de ese pasado, sino de la reflexión de lo que significa vivir históricamente, esto es, vivir proyectado, en tensión de futuro, de un futuro que se crea a partir del presente. "Yo soy yo y mis circunstancias", decía Ortega y Gasset; y las circunstancias creadas por mí, agregaba Héctor Herrera Cajas, refiriéndose a la capacidad de vivir históricamente enfrentándose a lo que él llamó, la "rompiente histórica".
La reforma curricular que hoy se discute condena a la Historia a un lugar secundario y a nuestros estudiantes a una existencia sin raíces ni proyecciones. Si bien hasta segundo medio hay contenidos históricos, al eliminar la Historia como ramo obligatorio y desdibujarlo en una "educación para la ciudadanía", se pierde la oportunidad de reflexionar seriamente sobre el acontecer histórico con jóvenes de tercero y cuarto medio, en una edad en la que ya pueden mirar su presente con eso que llamamos "perspectiva histórica". Eliminar Historia supone un reduccionismo vergonzoso y un inexcusable atentado a la formación humanista.
En 2010, escribí lo siguiente: "La decisión del Mineduc de reducir las horas de enseñanza de historia es lamentable, aunque no sorprende. (…) Consecuentemente, se ha privilegiado el estudio del presente, de modo casi periodístico, en perjuicio del estudio del pasado, objeto del análisis histórico. En efecto, hace años que vemos cómo, paulatina pero de manera consistente, se ha empobrecido la enseñanza de la historia en el mundo escolar, y es de temer que termine desapareciendo por completo de los programas…". Lo que más lamento, es no haberme equivocado.
El señor Mc Clure ha puesto a disposición del Superintendente del Cuerpo de Bomberos de Santiago la cantidad de 5.000 pesos para que se adquiera una bomba a vapor en Europa. Esta será utilizada por la Segunda Companía de la capital. Apenas llegada a este puerto será armada y transportada gratuitamente a su destino.
En el vapor "Cachapoal" llegaron ayer, a Valparaíso, diecisiete insanos traídos de la zona Norte. Estas personas provienen de las ciudades de Iquique, Huasco, Caldera y Taltal, donde no tenían atención médica especializada. Una vez desembarcados, fueron llevados a la Casa de Orates de Santiago para su ingreso y tratamiento.