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A propósito del eclipse

Gracias a un eclipse -justo hace 100 años- fue posible medir la posición de estrellas que en el cielo aparecían cerca del sol. Departamento de Física USM
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Entre los fenómenos astronómicos, uno de los más llamativos es el eclipse solar. Además de ser un evento muy notorio, es un acontecimiento tan poco frecuente en una determinada zona que está lejos de provocarnos esa anestesia intelectual y emocional con la que enfrentamos lo habitual y cotidiano. Por lo tanto, es normal el revuelo que causa la expectativa de apreciar uno y es saludable para el espíritu detenerse a hacerlo (con las medidas de seguridad).

Hoy, que conocemos la dinámica que rige a los cuerpos astronómicos, nos es fácil poder disfrutar de un espectáculo tan inusual de la naturaleza. Pero no puedo dejar de pensar cómo enfrentaban nuestros ancestros tales fenómenos cuando el movimiento de los astros era visto con misterio y temor. Con dificultad puedo imaginar el miedo que provoca enfrentarse a un mundo que no puedes dominar y que sin previo aviso parece conmoverse hasta sus cimientos. Por supuesto, esta sensación no solamente debió ser provocada por eclipses. Pienso también en terremotos, cometas y lluvias de meteoritos. Desde esta perspectiva podemos apreciar el valor de que la humanidad haya descubierto que la naturaleza puede ser entendida y que podemos desentrañar sus leyes. Podemos entender la causa de fenómenos maravillosos e incluso predecirlos, como es el caso de los eclipses (aunque otros, como los terremotos, aún no puedan ser predichos). En todo caso, es un valor incontestable de la ciencia el habernos liberado de la superstición y darnos una visión más certera de nuestra posición en el mundo. Ese mismo conocimiento, nos ha llevado a vislumbrar realidades mucho más allá de nuestra experiencia cotidiana como la existencia de agujeros negros o de partículas elementales.

En cierto sentido, ese es el mayor valor transmitido por la educación en general y por la ciencia en particular: nos saca de nuestro pequeño mundo de lo cercano e inmediato y abre ante nuestros ojos un universo vasto con posibilidades amplias y novedosas que no sólo nos traen respuestas a preguntas viejas sino que, y esto es lo realmente importante, nos motivan a preguntas que antes serían imposibles de imaginar.

Por ejemplo, gracias a un eclipse -justo hace 100 años- fue posible medir la posición de estrellas que en el cielo aparecían cerca del sol. Esa medición delató una discrepancia angular entre dónde parecían estar esas estrellas y dónde debían estar. La razón de esa diferencia es que la luz es desviada por campos gravitacionales y las observaciones hechas en ese eclipse comprobaron el efecto predicho por la Teoría de la Relatividad General de Einstein. Dicha teoría hoy nos permite hacernos preguntas sobre el Universo, su origen y su destino.

Chile no es ajeno a la aventura de conocer el Universo. Nuestro país tiene valiosos grupos de científicos que expanden el conocimiento en muchas áreas de la ciencia. ¿Se puede hacer más? Sí. Pero por ahora, disfrutemos del eclipse.

Dr. Alfonso Zerwekh