Jorge Castillo: el adiós de un fanático e inolvidable presidente de Everton
FÚTBOL. En un par de meses, entre fines de 1995 y principios de 1996, el empresario revolucionó a toda una ciudad con sus locuras. Ayer falleció en Reñaca, donde vivía casi como un mendigo.
Su paso por la presidencia de Everton fue fugaz, pero dejó una huella imborrable en el imaginario colectivo de viñamarinos e hinchas oro y cielo.
Fue a fines de 1995 que el entonces empresario Jorge Castillo asumió la regencia de un club que se encontraba con un déficit financiero de cerca de 50 millones de pesos, sin técnico, un plantel despotenciado y recientemente descendido a Segunda División.
Según el libro "Historia de Everton", de Ricardo Gatica, se trata de uno de los episodios más frenéticos de la historia auriazul. Apoyándose en los recursos de su empresa Asevin, que estaba a cargo del aseo de la ciudad de Viña del Mar, Castillo ofreció hacerse responsable económicamente del club.
"Everton empezó a ser el centro mediático del verano, y su pintoresco nuevo presidente se convirtió de la noche a la mañana en celebridad. Junto con los anuncios rimbombantes de formar un plantel estelar, con una planilla de cien millones de pesos, prometía la construcción de un nuevo estadio, para sesenta mil personas", explica el texto.
El histórico exdirigente Óscar Padró recuerda que "gastó plata en arreglar al sede, y fue tanto el entusiasmo que demostró, que se anduvo pasando de revoluciones. Incluso pagaba para que pintaran la calle en Viana". Hasta los muebles de la sede e incluso un gato mandó a pintar de azul y amarillo. Para tal efecto, contaba con una brigada de barristas que lo seguía a todos lados.
Con el entrenador Leonardo Véliz a la cabeza y Marcelo Oyarzún como preparador físico, Castillo armó un plantel de ensueño con nombres de la talla de Jaime Pizarro, Marcelo Fracchia, Rubén Espinoza, Francisco Hörmann, José Daniel Morón, Juan Carlos Ibáñez y Carlos Gustavo de Luca. Incluso tentó a Patricio Yáñez para que saliera del retiro.
"Fue un verano caliente, infernal. No podía ser tanta maravilla", cuenta el "Pollo" Véliz, quien llegó precedido de sus buenas actuaciones al mando de las selecciones menores de Chile.
"La idea era genial: reunir a jugadores emblemáticos de los tres clubes más grandes y hacer un equipo competitivo. Ese equipo iba a llenar los estadios y no tuvo la oportunidad de hacer un partido", recuerda el expuntero.
"Era un proyecto muy ambicioso. Creo que se sintió un poco asfixiado con el tema económico, pero había armado algo muy atractivo. Era bien revolucionario para una Segunda División. Mantuvo entusiasmada a la gente, que estaba convencida", complementa Morón, recordando que "te daba todo lo que pedías. Jaime Pizarro era el capitán, y le solicitó un refrigerador para el camarín y vestimenta para el plantel. Y compraba todo. Era a otro nivel".
Conforme pasaron los días, Véliz y sus jugadores comenzaron a darse cuenta que algo no andaba bien. "Se encegueció, fanatizó, empezó a hacer tonteras", dice el entrenador.
"Le dio la locura de que iba a cambiar el técnico y ahí quedó la escoba. Ahí se destapó todo", recuerda el "Loro".
Primero, a través de un programa radial, Castillo anunció que Jorge Garcés iba a reemplazar a Véliz. Poco después, por la misma vía, Luis Santibáñez se escuchó como el reemplazante. "Después se desdijo, que lo habían suplantado", asegura el "Pollo".
"A los pocos días del incidente, Castillo despareció de la faz de la tierra, generando los más variados rumores sobre su paradero. Aconteció que la familia, para proteger el patrimonio de Castillo, decidió internarlo en una clínica psiquiátrica y poner fin a su extravagante presidencia", detalla el libro "Historia de Everton".
El club quedó con una deuda cercana a los $ 500 millones, y ante la imposibilidad de pagar contratos tan caros, jugadores como Pizarro, Ibáñez, Hörmann, Fracchia y Morón emigraron. Este último fue el único que logró cobrar su sueldo. Véliz se quedó y casi consiguió el ascenso, pese al mermado plantel.
Pero Castillo -quien además fue candidato a concejal de RN por Viña- también dejó un legado: por una moción suya la Segunda División pasó a llamarse Primera B.
Los últimos años
La última aparición pública de Jorge Castillo fue el 17 de marzo del 2018, cuando desde Andes accedió a la cancha del estadio Sausalito durante un partido contra Universidad de Chile, aparentemente con la intención de llegar al árbitro. A raíz del ingreso irregular al campo de juego, Everton fue multado con el pago de 90 UF por la ANFP, y al hincha auriazul se le aplicó el código 102 por tres años, con prohibición de acceder a los estadios hasta marzo del 2021.
Pero su entusiasmo incansable y su chispa incombustible se agotaron. Castillo se quitó la vida y su cuerpo fue encontrado ayer en la subida El Encanto de Reñaca.
"Lamentablemente, terminó en Cochoa detrás de un restaurante en las dunas, viviendo en una mediagua. Pasaba en la calle casi todos los días", confiesa Padró.
"Yo lo vi una o dos veces en Reñaca. Iba caminando y me saludó muy tímido. No supe nada más", confiesa Véliz.
Desde la Agrupación de Exfutbolistas de Everton siempre le tendían una mano a Castillo, y de hecho el lunes lo recibieron en la sede de Gómez Carreño. No sabían que sería la última. Al "Loco" le gustaba ir a gritar por el "eforé", pero también era una forma de pedir ayuda.
"Terminó muy mal, en la calle, pidiendo plata. La cabeza la tenía mal, no reaccionaba bien, hablaba cosas muy incoherentes. Lo lamento mucho, me dio pena verlo las últimas veces. A mí siempre me respetó mucho, yo siempre lo traté de ayudar... Estoy muy apenado, fue un hombre que entregó toda su fortuna para salvar a Everton y murió en la ruina", agrega Padró.
A la espera de una confirmación, el funeral de Jorge Castillo se realizaría mañana en el cementerio de Santa Inés, seguramente gritando un "eforé".
"La idea era genial: reunir a jugadores emblemáticos de los clubes grandes y hacer un equipo competitivo"
Leonardo Véliz, DT del Everton de 1996
"Le dio la locura de que iba a cambiar el técnico y ahí quedó la escoba. Ahí se destapó todo"
José Daniel Morón, Exmeta oro y cielo
Las mil locuras de un incomprendido
Leonardo Véliz tiene anécdotas para regalar de aquellos movidos meses del 96. Un día Jorge Castillo lo reprendió por andar con una carpeta común y corriente, y lo llevó a Falabella para comprarle un carísimo portadocumentos de cuero. Pero hay más: "Tenía un Vitara y de un día para otro apareció con un BMW. Yo le pregunté por qué se había comprado un auto tan caro y me dijo que cuando iba a la ANFP todos los presidentes de los clubes llegaban en sus Mercedes Benz y BMW, y él no podía ser menos. Después tuvo que devolverlo".