El cáncer de cuello uterino constituye en Chile, desde hace décadas, un importante problema de salud pública que ha sido enfrentado con variadas políticas y programas que, pese a su relativo éxito, aun no logran reducir de manera drástica sus tasas de incidencia y de mortalidad.
A nivel nacional, esta neoplasia maligna es la tercera más frecuente (después de los cánceres de mama y de pulmón) y la sexta causa de muerte entre las mujeres en edad reproductiva.
En efecto, según una proyección dada a conocer en 2018 por el Observatorio Global del Cáncer, que contó con el aval del Ministerio de Salud, cada nuevo año cerca de 2.500 chilenas contraen este mal y unas 1.200 fallecen como consecuencia directa de éste.
Por ese motivo, las autoridades sanitarias de nuestro país tienen claro que estas cifras hacen necesario reforzar las medidas de prevención adoptadas hasta la fecha, en particular las destinadas a frenar su prevalencia y promover el conocimiento general de sus causas y los síntomas del cáncer del cuello uterino, ya que se trata de una patología que apenas genera señales que puedan alertar de su presencia y, por consiguiente, la mayoría de las veces se la suele diagnosticar en forma tardía, lo que contribuye a elevar de manera significativa los casos con desenlace fatal.
Enfoque correcto
Según explica el tecnólogo médico y magíster en Salud Pública, Andrés Ibarra Pérez, director de la Escuela de Tecnología Médica de la Universidad de Valparaíso y especialista en citología de cuello uterino, el enfoque adoptado en Chile en los últimos años para revertir los índices de prevalencia y de mortalidad asociados a esta enfermedad, que tiene como eje la aplicación de la vacuna contra el Virus del Papiloma Humano (VPH), ha sido el correcto y se ajusta a la tendencia mundial que se ha impuesto en los países más desarrollados del planeta con miras a combatir sus graves efectos.
"En 2014 se instauró el plan nacional de inmunización contra el VPH -el agente causante de este cáncer-, que hizo obligatoria la vacunación -en dos dosis- para las niñas de 9 a 13 años, en todos los establecimientos educacionales del país, lo que asegura su aplicación universal. Antes de ese año ya se suministraba la vacuna pero en forma privada y a un alto valor, lo que restringía su acceso a un gran número de potenciales afectadas. Por lo tanto, esta decisión significó un acceso igualitario al principal método de prevención de esta patología", sostiene el académico de la UV, quien acaba de concluir un estudio sobre el costo y la efectividad de esta vacuna.
Aplicación masiva
El cáncer cervicouterino corresponde a una alteración de las células de los tejidos del cuello del útero, como se denomina a la estructura que conecta a este órgano con la vagina.
Esta mutación celular es causada por un virus que es capaz de provocar dos tipos principales de neoplasia maligna: el carcinoma epidermoide y el adenocarcinoma.
"En la actualidad, se considera a la vacuna anti VPH como la más eficaz herramienta para prevenir el cáncer de cuello uterino, ya que investigaciones recientes indican que ésta genera una inmunidad promedio superior al 90%, que incluso puede llegar al 99%. En otras palabras, produce una altísima resistencia al virus, por lo que es de muy alta efectividad", afirma Andrés Ibarra.
Hasta la aparición de esta vacuna, las opciones para prevenir el cáncer de cuello uterino eran escasas y los programas de detección solo se basaban en el histórico test de Papanicolaou.
"Este examen, de bajo costo y de aplicación masiva, es una herramienta eficaz para controlar esta enfermedad, pero tiene limitantes inherentes que hacen necesario utilizar otras pruebas de mayor sensibilidad que complementen y afinen el diagnóstico, sobre todo precoz, de la infección de virus papiloma. Es así como este año se anunció, para la red pública de salud, la aplicación de un test molecular par mujeres de entre 30 y 65 años, a fin de diagnosticar la presencia del virus antes de su aparición clínica o morfológica, antes de que produzca efectos visibles en las células, que es lo que detecta el Papanicolaou", precisa el director de la Escuela de Tecnología Médica de la UV.
Gracias a lo anterior, las mujeres chilenas contarán a partir de ahora con un nuevo método para asegurar el diagnóstico precoz de infección o lesiones precancerosas, lo que resulta muy alentador para evitar la progresión de estas últimas en un cáncer.
Medida complementaria
Pese a ser eficaz, los efectos de la aplicación de la vacuna contra el VPH se ven a largo plazo -dada la historia natural de la enfermedad-, ya que desde sus inicios precancerosos hasta la aparición de un tumor invasivo pueden transcurrir alrededor de treinta o más años.
Por lo anterior, para Andrés Ibarra resulta relevante considerar la inclusión de los niños varones en el programa nacional de inmunización, ya que estos, si bien no están tan expuestos a la acción del virus causante de esta enfermedad sí contribuyen a su diseminación.
"Una medida como esta contribuiría de manera decidida a disminuir el riesgo de infección por Virus del Papiloma Humano y la posterior generación de cáncer de cuello uterino en las mujeres", concluye el especialista.
¿Erradicación en el 2030?
En los países más desarrollados, donde la vacuna contra el VPH se aplica de manera sistemática a niñas y niños, ya se habla de la erradicación del cáncer de cuello uterino, lo cual en Chile recién podría ocurrir a partir de 2030. Nuestro país ya se integró a este proceso y solo cabe esperar que se aseguren los recursos necesarios para solventar el costo, no menor, de esta política pública. Si bien el costo global del programa de prevención de cáncer de cuello uterino que impulsa la OMS se ha elevado, la disminución e incluso la eventual desaparición de esta patología significarán a largo plazo un enorme ahorro de recursos que podrán destinarse a otros fines de carácter sanitario.