Tristes postales de violencia en el país
Como era previsible, el estallido social se trasladó a la Región de Valparaíso. Es el minuto de anticiparse a los violentistas y, asimismo, enfrentar los problemas sociales de fondo. No destruyamos Valparaíso, Viña, ni ninguna esquina de la maravillosa Región en la cual vivimos. No permitamos que el vandalismo triunfe sobre la dignidad de las personas que día a día se sacrifican por un futuro mejor para sus hijos.
Los impactantes actos de vandalismo desatados en Santiago durante la semana, concentrados en más de veinte estaciones del Metro y el edificio corporativo de Enel, exacerbados durante la tarde y noche del viernes, y que llevaron al Presidente Sebastián Piñera a decretar el Estado de Emergencia en buena parte de la Región Metropolitana, suponen un grave tropiezo de nuestra democracia y de un país que el propio Mandatario definía hace solo algunos días como un "oasis" dentro de América Latina.
El fenómeno se trasladó sin escalas a la Región de Valparaíso, con graves incidentes en el Puerto, Viña del Mar, San Antonio y otras comunas, como una verdadera prueba de fuego para la seguridad, coordinada como pudo por el flamante gobernador Gonzalo Le Dantec, quien reemplazó desde el viernes por la tarde a la renunciada María de los Ángeles de la Paz.
Saqueos, destrucción, odio, mucho odio, y la prueba flagrante de que el Estado de Derecho ha sido totalmente desbordado es el resultado de una olla a presión cuyas causas no fueron detectadas y menos resueltas a tiempo por la clase política y la propia sociedad.
Pero condenar los incidentes y pedir las medidas de seguridad garantizadas por ley no obsta para evitar la crítica transversal que ha recibido la clase política por estos días, con los actores más extremos, de lado y lado, comiendo popcorn mientras congresistas y ministros dan señales de desconexión absoluta con la ciudadanía y no consiguen aliviar el evidente malestar y la ira ciudadana.
Confunde un poco, asimismo, ver desde regiones cómo los capitalinos destrozaron el que quizás sea uno de los mejores servicios de transporte subterráneo del mundo, tremendamente bien evaluado y que cada año multiplica sus líneas y estaciones, mientras las postergaciones -al menos en nuestra Región- son pan de cada día y la inequidad territorial es hasta más gruesa y violenta que aquel tan capitalino concepto de la "desigualdad".
Esta editorial, finalmente, pretende ser un llamado a la cordura: no destruyamos Valparaíso, Viña del Mar ni ninguna esquina de la maravillosa región en la cual vivimos. No permitamos que el vandalismo triunfe sobre la dignidad de las personas que, pese a tantas urgencias e inconvenientes, se levanta todos los días a sacrificarse por un futuro un poco mejor para sus hijos.
Tal vez, como decía ayer el alcalde de Puente Alto (militante de Renovación Nacional, a todo esto, y una de las comunas más afectadas por el daño a las estaciones del Metro), se requiere de soluciones urgentes y de al menos intentar "leer" el clamor que hay detrás de tanto daño, tanto odio y tanta violencia.
El estallido de esta semana no es culpa de Piñera, de los gazapos que puedan haber cometido sus ministros o de la Concertación, sino de una fractura social que debe ser enfrentada. Con firmeza o compasión, pero enfrentada al fin y al cabo.