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El metro cuadrado

Doctor en Historia Facultad de Artes Liberales Universidad Adolfo Ibáñez
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Carlos Cazsely fue uno de los primeros jugadores que se atrevió a manifestar su opinión política en Chile. El rey del metro cuadrado, como fue bautizado, fue un férreo opositor de la Dictadura y según él, esto le habría pasado la cuenta en más de una convocatoria a la selección.

Hoy en día y ante el estadillo social que se ha producido en distintas partes de nuestro país, algunos jugadores de fútbol, desde la comodidad de sus casas, han movido sus deditos para manifestar su empatía con los movimientos sociales, denunciando además las injusticias del sistema.

Resulta paradójico que sean ellos, los más famosos y ricos, quienes critiquen un modelo que es justamente el que les ha permitido vivir en una burbuja, llena de privilegios y comodidades.

Hay pocos lugares donde se reproducen mejor las desigualdades que en un equipo de fútbol y no estoy hablando de las ligas estelares donde se manejan millones de dólares, sino lo que pasa en Chile, donde, en un mismo equipo, conviven jugadores que ganan treinta millones de pesos mensuales versus juveniles que reciben trescientos mil pesos y donde conviven además con utileros que ganan el sueldo mínimo.

Son estos últimos los encargados de tener la ropa de las jugadores lista para cuando llegan a los entrenamientos, recoger sus cosas del suelo en el camarín y terminada la jornada, limpiar y ordenar sus zapatos, un Downton Abbey criollo, pero en el siglo XXI.

Mi experiencia en este campo, quizás me equivoco, es que uno no ve la misma solidaridad ni en los entrenamientos ni tampoco en los partidos, donde se ha visto que algunos jugadores se sacan en cara cuánto ganan o se insultan con frases como "muerto de hambre".

En este mundo de injusticias, también hay otras formas de violencia, como lucir autos que cuestan más que una casa, celulares cuyo valor supera varios sueldos mínimos o excesos de fiestas y consumo que terminan siendo un golpe a la cara a quienes conviven y trabajan con estos jugadores, pero con sueldos miserables.

Seguramente aquellos futbolistas que reciben cientos de millones se los merecen e incluso, me atrevería a decir, quizás ganan menos de lo que realmente producen. Eso no los veta para manifestarse y promover mayor igualdad. Lo que no veo es mayor consecuencia entre lo que se dice y se hace y no me refiero a que regalen parte de sus sueldos, merecidos, o que aboguen por que los sueldos de los jugadores se repartan en partes iguales.

Solo pido que esa solidaridad y que la solicitud de justicia social se manifieste en gestos. La desigualdad no solo pasa por un tema de recursos, sino también de trato. Aunque muchos quieran cambiar el mundo y esto sea muy difícil, podríamos partir, emulando a Caszely, por nuestro metro cuadrado. Hay que empezar a tratar y a empatizar con quienes ganan menos, para que la diferencia se reduzca, de forma exclusiva, a lo económico y no a lo social o a los derechos.

Asumo que todos queremos un país más justo y solidario. La pregunta clave es, en definitiva, y esto es válido para todos ¿cómo colaboro para que esto ocurra?

Gonzalo Serrano del Pozo

ENTREVISTA. jOEL SOTO, exdelantero, campeón con Santiago Wanderers 2001:

"Estoy de acuerdo con las demandas, pero en las calles el tema se escapó de las manos"

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Juan Carlos Moreno A.

Es fácil ver a Joel Soto recorriendo todos los días las calles céntricas de Valparaíso. Es uno de los exjugadores de Santiago Wanderers más reconocidos por los hinchas del Decano, desde su irrupción en el plantel campeón en la temporada 2001 bajo la dirección de Jorge Garcés, el gol del triunfo sobre Boca Juniors por Copa Libertadores y hasta hoy, en que se desempeña como asesor del departamento de Deportes en la Municipalidad de Valparaíso.

El exdelantero es un porteño de corazón y por ello el tono de su voz no es de los mejores cuando escucha preguntas sobre los incidentes que a nivel nacional y especialmente local se han tomado la agenda social en nuestro país.

"Yo estoy de acuerdo, y día a día me doy cuenta del descontento popular... estoy muy de acuerdo con que el descontento explotara de una vez por todas, porque son tiempos de demasiada injusticia, pero también debo reconocer que las manifestaciones en las calles simplemente se escaparon de las manos", advierte el "Huevo", asumiendo que "es doloroso ver a una ciudad tan hermosa como Valparaíso con el daño que se le ha producido".

Para el oriundo del cerro Toro es claro que el inicio de los desmanes populares estuvieron lejos de los 30 pesos de incremento en el pasaje del Metro en la Región Metropolitana.

- ¿Hay alguna explicación para lo que está pasando en Valparaíso y en todo el resto del país?

- Hay demasiada gente que desde hace mucho tiempo se ha sentido pasada a llevar. Personas que han visto casos de corrupción, los temas de las AFP y la salud, las desafortunadas frases de algunos ministros… son muchas cosas que cansaron y que provocaron el estallido final.

- ¿Coincide con quienes pensaban que esto era como una "olla a presión"?

- Sí, pero la explosión se dio de mala manera.

- ¿Por la violencia?

- Por la violencia en las calles, por el temor que existe en las calles del centro y de los cerros. Por la ausencia de líderes que canalicen de mejor manera los reclamos de la gente y de autoridades que a nivel central sepan reaccionar de mejor manera, con decisiones y también con mensajes más claros y no tan bélicos.

- Es un momento especialmente difícil.

- Así es, más aún porque no he escuchado una clara autocrítica de las autoridades.

- El tema de la presencia militar en las calles de Valparaíso a partir de los toques de queda también ha sido motivo de críticas.

- Sinceramente, yo era un claro opositor a disponer de un Estado de Emergencia y menos de la salida de los militares para resguardar la seguridad en las noches porteñas, sin embargo, hoy lo que ha sucedido me hace al menos replantearme lo que pensaba. A mí no me gusta que se coarten las libertades de las personas, no me gustan los toques de queda ni los militares en las calles, porque esa no es su función, pero el caos de los últimos días tampoco se podía dejar pasar.

- Un caos que en la ciudad se ha sentido con especial fuerza.

- Por eso digo que acá no ha existido nadie que sepa canalizar la molestia de la gente. Hay muchas razones por las que reclamar, pero no hay nadie que sea la persona que sepa llevar todas las inquietudes. En Santiago no hay nadie, porque desde el Gobierno no existe capacidad para escuchar y menos para entender los mensajes que te entrega la calle. Sólo hay ganas de reprimir y de reunirse o almorzar con los mismos rostros a quienes la gente no quiere. Acá hay un caos que se venía esperando desde hace varias décadas y que sólo en la capital nadie entendió.

- ¿Usted sentía que esto podía ocurrir?

- Todos quienes caminamos todos los días por Valparaíso y conversamos con la gente sabíamos lo que podía ocurrir. Quizás no con la violencia que se ha visto en las calles de Puerto y de todo Chile, pero son muchos años de injusticia y de promesas incumplidas.

- ¿Y qué viene ahora?

- No lo sé. La ausencia de líderes es evidente y de gente que represente a los ciudadanos es un problema. Insisto, porque no hay alguien que represente el malestar ante las autoridades de Santiago.

- Pero el Congreso está en Valparaíso.

- Así es . En Valparaíso tenemos la institución símbolo del distanciamiento entre los políticos y la ciudadanía. Es una pena, pero poco se puede hacer. Para un porteño no es un orgullo ver ese edificio.

"Yo estoy de acuerdo con que el descontento popular explotara, porque son tiempos de demasiada injusticia, pero también debo reconocer que después de todo este tiempo los reclamos en las calles se escaparon de las manos"

"Es doloroso ver a una ciudad tan hermosa como Valparaíso con el daño que se le ha producido".