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ENTREVISTA. Andrés Scherman, investigador UDP, experto en participación juvenil:

"Los datos nos muestran que los jóvenes también son portadores de las demandas de su familia"

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"Esto va mucho más allá de un estallido pulsional, orgiástico o carnavalesco. También hay razones bien de fondo que tienen que ver con la desigualdad y las historias familiares (para manifestarse con más frecuencia)".

"Se han vivido episodios de violencia importantes. Es frecuente y parece normalizada dentro de la dinámica de la protesta social. El apoyo a las barricadas o al enfrentamiento con Carabineros supera el 35%". "Chile en los últimos años ha tenido un problema enorme en generar alternativas de liderazgos fuertes: los últimos cuatro presidentes se han repetido dos veces cada uno. Y viendo hacia adelante, no hay claridad de qué liderazgo pueda estar emergiendo".

Patricio Tapia

redaccion@mediosregionales.cl

La juventud se ha convertido en un actor importante y creciente de la sociedad chilena. Las demandas del país han tenido un marcado ingrediente juvenil, desde 2006 hasta 2019, cuando, estallido social mediante, su participación excedió ampliamente las mediciones previas.

Esas comparaciones son posibles porque una década atrás la Escuela de Periodismo de la Universidad Diego Portales (UDP), junto a la agencia de comunicaciones Feedback, desarrollaron la encuesta "Participación, jóvenes y consumo de medios", un estudio que permite aproximarse a la manera en que piensan los jóvenes de 18 a 29 años, sus formas de participación política o la incidencia de la tecnología en la manera en que se relacionan entre sí y con los demás, además de demostrar la creciente desconfianza hacia las instituciones y las autoridades.

Desde sus comienzos, uno de los encargados de la encuesta ha sido el investigador Andrés Scherman, actual director del Magíster en Comunicación de la UDP, quien conversa aquí acerca de distintos aspectos de la juventud como actor social en los últimos años en Chile.

-¿Cuán importante ha sido el elemento generacional en el estallido social? ¿Hay algo así como un protagonismo juvenil como ha sostenido Carlos Peña, rector de la UDP?

- Creo que hay un protagonismo generacional importante en las manifestaciones públicas, en las que hay una fuerte presencia de gente joven, pero yo no creo que las demandas y las preocupaciones de la gran mayoría de la gente que participa en esas manifestaciones estén desconectadas de las preocupaciones de las otras generaciones. Los datos nos muestran que los jóvenes también son portadores de las demandas de su familia. Quienes más regularmente protestan provienen de familias en que están presentes temas como enfermedades de alto costo, deudas educacionales, hacerse cargo de adultos mayores, es decir, problemas que no afectan directamente a los jóvenes, sino que tienen que ver con su entorno inmediato. Estos problemas son "predictores", por decirlo así, de manifestarse con mayor frecuencia. Hay una mezcla entre factores generacionales (desconfianza en las instituciones o los mecanismos electorales, niveles de frustración en su desarrollo), pero esto va mucho más allá de un estallido pulsional, orgiástico o carnavalesco. También hay razones bien de fondo que tienen que ver con la desigualdad y las historias familiares.

- De hecho, el estallido en parte comenzó por estudiantes secundarios manifestándose contra el alza de las tarifas del Metro, que no les afectaba. ¿Es muy romántico verlo como una muestra de rechazo a una sociedad que persigue fines puramente individualistas?

- Hay un malestar por esa idea de la sociedad, sí, pero tampoco hay que idealizar el movimiento juvenil en todos sus aspectos, porque el movimiento presenta problemas para tomar definiciones políticas, definir liderazgos y estrategias, hay una relación ambivalente con el uso de la violencia. Pero esa manifestación de los estudiantes secundarios por un motivo que no los afectaba, sí tiene que ver con que ellos viven en un entorno más amplio, sus familias, sus barrios, y ven cuáles son las dificultades que se viven en esos lugares. Puede que esos problemas hayan mejorado en el transcurso del tiempo, pero a una velocidad muy lenta. Las expectativas están muy por encima de las mejoras que efectivamente se producen al interior de la sociedad y hay grupos que van quedando muy rezagados, lo que genera una sensación de injusticia. Esto no es nuevo, tenemos informes desde los últimos 15 años que hablan de la desigualdad y los abusos, etc. Eso en parte explica el nivel de movilización, pero también el nivel de adhesión que tiene.

- ¿Qué significa eso en concreto?

- La nuestra es una encuesta de jóvenes: vemos que hay niveles de movilización muy altos, los más altos desde 2011: registramos que este año (2019) el 62% de los jóvenes participó en alguna manifestación en la vía pública, la cifra más cercana era el 2011, con el 32%. Es prácticamente el doble. Es lejos el año de mayor movilización. Pero esto no significa que esto no despierta una adhesión importante en otros sectores de la sociedad que quizá por la edad o por las obligaciones que tienen, se movilizan menos, pero que, sin embargo, comparten buena parte de lo que se está demandando.

- Más allá del número, ¿cuál es la mayor diferencia entre estos movimientos y los del 2006 y 2011?

- La magnitud es un aspecto muy importante, pero también la duración: la continuidad del movimiento en la calle durante muchos días. También es un movimiento mucho más heterogéneo: los anteriores estaban más circunscritos (a los secundarios, el primero, y universitarios, el segundo), este es un movimiento mucho más amplio en términos de la gente que participa. También está la diferencia del papel central que tienen las redes sociales. ¿Otras diferencias? Los movimientos anteriores tenían líderes muy claros e identificables. La autoridad tenía siempre una contraparte con la que negociar, un interlocutor válido. En las últimas manifestaciones esa opción no existe: no hay organizaciones ni voceros que las convoquen permanentemente. En las más grandes manifestaciones en cuanto a participantes, sería muy difícil reconstruir quién llamó a esa movilización, por el nivel de horizontalidad que tiene. Eso tiene una ventaja y una desventaja: la ventaja es que caben muchas demandas, hay una enorme cantidad de demandas simultáneas. La desventaja es que es muy difícil articular un diálogo con la autoridad, no hay un liderazgo que pueda hablar en nombre del colectivo. Otra diferencia importante tiene que ver con los resultados: probablemente esta es la movilización que desde el retorno a la democracia ha logrado los resultados más importantes en términos de efectos políticos. Este movimiento social logró abrir la discusión de cambiar la Constitución y, probablemente, vamos a tener una nueva Constitución y una asamblea mixta o electa por completo. Eso es un cambio radical en cuanto a cómo nos organizamos políticamente como país.

- Destacaba la importancia de las redes sociales. ¿Cuánto influyen las nuevas tecnologías como formas de información y comunicación entre los manifestantes?

- Hoy día las redes sociales tienen un rol preponderante. Comparado con las manifestaciones anteriores, si bien en 2011 ya eran importantes (en el 2006, no, la forma de habitual de comunicación era los mensajes de texto, pero las redes sociales estaban en un desarrollo muy inicial), hoy día son muchísimo más utilizadas. Son una alternativa cada vez más importante para informarse en comparación con los medios tradicionales. Lo que muestra que existen circuitos informativos separados de los jóvenes y del resto de la población.

- ¿Sin WhatsApp o Facebook sería más difícil hacer reuniones masivas rápidas?

- Absolutamente. Esas redes sociales tienen muchas ventajas, aunque también tienen problemas (las fake news, posible desinformación y toda la intoxicación noticiosa que se produce), pero sus ventajas están en que permitieron protestas muy, muy masivas que se organizaron en horas. Visto desde la historia de Chile, de lo que siempre fue movilizar y organizarse, es imposible sin tecnologías como esas. Tienes costos (económicos y de tiempo) infinitamente más bajos; las posibilidades de deliberar son mucho más altas; así como la de alcanzar una masa crítica de gente afín. Son todas características que alimentan la movilización y que hemos visto no sólo en Chile: en su momento se dieron en España, en Brasil, en Estados Unidos, en la primavera árabe, en Egipto, en Túnez, en Hong Kong. Es una tecnología con espacios luminosos: esta capacidad de organización y articulación antes desconocida; pero también tiene lados más oscuros: la proliferación de fake news y la gran cantidad de datos personales que las empresas disponen de nosotros.

- En todo caso, ya ni siquiera hay que hacer convocatorias. Hay como una cita tácita en Plaza Italia en las tardes y especialmente los viernes.

- Ahora se convirtió como en una costumbre. Pasa con algunos movimientos que se rutinizan (por ejemplo, los chalecos amarillos en Francia que protestan cierto día en cierto lugar), pero eso desde el punto de vista del movimiento es complejo, porque su rutinización no lo ayuda, pasa a ser un ritual y va perdiendo fuerza. Supongo que el plebiscito de abril va a ser una oportunidad para que estos movimientos adquieran otra forma y decidan o no participar. El resultado final todavía no lo vemos. Si en el plebiscito de abril vota la misma cantidad de personas que viene votando en todas las últimas elecciones, que es menos del 50% de padrón electoral, va a ser problemático.

- ¿Cuál es la configuración socioeconómica de los jóvenes manifestantes?

- En general, participan todos los sectores, pero los sectores medios y medios altos participan más en las protestas. Eso no es sorpresivo: desde que comenzamos la encuesta uno se encuentra que los sectores con mayores niveles de educación o recursos predominan. Esto tiene que ver con que son gente más conectada con temas de opinión pública, porque consumen más información, pero también tiene que ver con que el costo alternativo de protestar y hacerlo muchos días es más bajo para esos sectores que para sectores más pobres, que tienen demandas de subsistencia más fuertes. La protesta en esos sectores más pobres puede darse, pero en general es, incluso con violencia, en otros lugares: no en el centro de las ciudades, sino más en la periferia. Eso es en cuanto a quiénes participan, pero si preguntas qué nivel de acuerdo hay con las demandas, es más fuerte en los grupos más pobres. Que esos grupos no se estén manifestando mayoritariamente en la "zona cero" de cada ciudad, no significa que no tengan una alta aprobación por lo que se está pidiendo.

- Cuando comenzaron la encuesta, hace una década, había ciertas tribus (de "pokemones" a "peloláis"). ¿Cómo han envejecido?, ¿podrían haber pasado a estas manifestaciones?, ¿hay nuevas "tribus" reconocibles hoy?

- De manera muy exploratoria, en la primera encuesta encontramos algunos grupos, pero que no eran muy masivos. Obviamente, en 10 años algunos han cambiado y otros se han mantenido. Ahora, la encuesta se hace a todo tipo de jóvenes, no solamente a los que estaban en las marchas y este año no preguntamos por "tribus", pero pensando en lo que se podía ver en las marchas, había grupos de jóvenes que iban en conjuntos grandes y que tenían bastante menos temor del esperado al enfrentamiento con la policía. En la dinámica de las manifestaciones se fue armando este grupo que empezó a ser conocido como la "primera línea", encapuchados, una especie de grupo de "choque" y a veces de asistencia, sacando heridos de las marchas. Tiene apoyo entre algunos de los manifestantes, pero en otros, menos. Preguntamos sobre apoyo al grupo de encapuchados y no hubo una respuesta mayoritaria: sólo el 31% decía que lo apoyaba. Como una apreciación personal, las veces que fui a las marchas a observarlas me daba la impresión que era importante la presencia de sujetos jóvenes, bien activos y muy distintos de la manera en que se retratan en medios como la televisión, en el sentido de grupos más carentes, vistos desde la conmiseración, gente que está sufriendo en medio de la catástrofe. Lo que se ve, más bien, son jóvenes que vienen de sectores medios o medios bajos, con dificultades, pero que también tienen cierta sed de protagonismo. No quieren una atención compasiva, sino que quieren ellos impulsar o participar en la solución del problema.

- ¿Y en cuanto a la violencia?

- El tema es un poco preocupante y efectivamente se han vivido episodios de violencia importantes. Es frecuente y parece normalizada dentro de la dinámica de la protesta social. El nivel de apoyo a las barricadas o a los enfrentamientos con Carabineros supera el 35%. Y son más lo que apoyan que los que desaprueban esas situaciones. Intuíamos que podía haber tal apoyo, pero no pensamos que en esos niveles. Ahora bien, no en todos los grupos es igual. En los grupos más carenciados, los más pobres, y en grupos que han vivido al interior de sus familias más directamente las causas de la protesta (deudas educacionales, enfermedades de alto costo, etc.), el apoyo a acciones que implicaran algún grado de violencia era significativamente más alto que en el resto. Tampoco es un apoyo que esté desvinculado de sus historias vitales.

- Las razones del descontento, según la encuesta, están no sólo en la desigualdad, sino también el maltrato…

- Sí, pero en general las situaciones de maltrato tienen que ver con la desigualdad. Se relacionan con el lugar donde vives, la clase social a la que perteneces, tu apariencia física, tu forma de vestir o de hablar. Las causas de maltrato son expresiones de la desigualdad.

- La falta de identificación con partidos y con líderes. ¿Cómo se explica?

- Creo que lo que hay acá es una crisis gigante de confianza en el sistema institucional completo. Casi todas las instituciones tienen niveles de confianza que bordean el 10% y muchas de ellas hace 10 años estaban sobre el 50%: los medios de comunicación, Carabineros, Fuerzas Armadas, etc.; las municipalidades son unas de las pocas instituciones que están mejor y, por lejos, la que está peor son los partidos políticos: 2% de confianza. Por lo mismo, tampoco se considera que los actores políticos estén capacitados para salir de la crisis. En la encuesta preguntamos por líderes (no necesariamente líderes políticos) que pudieran ayudar a salir del problema y el 67% digo que ninguno o no responde y todos los demás están en un nivel bajísimo. Como reflexión mía, que no está en la encuesta, Chile en los últimos años ha tenido un problema enorme en generar alternativas de liderazgos fuertes: los últimos cuatro presidentes se han repetido dos veces cada uno. Y viendo hacia adelante, no hay ninguna claridad de qué liderazgo pueda estar emergiendo.

- A pesar de esta desconfianza generalizada y especialmente en la política, no surge la imagen del joven desinteresado en política, sino uno muy interesado en ella.

- Claro. De hecho, hay dos preguntas que hicimos que tienen que ver con el interés en consumir noticias políticas y el interés en conversar de política con otras personas. Las dos tuvieron un alza importante en esta encuesta. Hay que distinguir dos formas de acción política: una electoral institucional y en general los jóvenes chilenos todavía están lejos de eso y hay que ver qué pasa en abril; la otra forma de acción política tiene que ver con la manifestación en la vía pública, las protestas y marchas. En esta los jóvenes chilenos han sido bien protagónicos: 2006, 2011 y 2019.

gustavo alvarado

udp uno