La palabra viralizar ha pasado a ser parte de nuestro diario hablar. No hace tantos años. Se refiere a propagar como un virus. Está vinculada directamente con internet y sus diferentes plataformas vigentes. Es una palabra que es parte del ambiente de las redes sociales.
Muchos estudiosos han hecho parte de su actividad la indagación, el modelamiento, de cómo la información (auténtica o distorsionada) se reproduce exponencialmente. Sí, como un virus se propaga y crece de epidemia a pandemia, la información se difunde, cunde, alcanza a las personas. Hasta es una competencia particular el saber viralizar mensajes. Hasta aquí todo en términos puros, éticos. Sin embargo, la "viralización" puede estar al servicio de la mentira y el odio, la manipulación y la "captura" del otro.
El tema central de los últimos meses y de los que vienen, hasta que en un momento decline, como ha sucedido en la historia, se refiere al virus cuya denominación oficial es desde hace poco tiempo Covid-19, el coronavirus ya conocido a través de los medios. Este no se refiere a la difusión de información, sino que a un riesgo a la salud humana.
La revista The Economist del jueves pasado señala, no literalmente, que la pandemia amenaza con una crisis económica y una crisis sanitaria y que ambas necesitan ser enfrentadas. Al jueves se habla de una diseminación en 85 países y territorios, más de 95 mil casos confirmados y 3.200 muertos. Además, existen casos circulando que no han sido detectados, en una magnitud no calculada.
Como se puede apreciar, hay a lo menos "dos tipos de virus": uno que podría costar la vida "física, si se puede decir así", y otro que "ataca la mente, el alma humana". Existe, entonces, una situación análoga entre los virus. Pueden ser estudiados con instrumentos similares, aunque la "sanación" requiere de estrategias, instrumentos, desarrollo científico, tiempos y muchos más, que son diferentes. También puede haber interacciones entre ambos ámbitos: por ejemplo, la propagación en las redes sociales acerca del coronavirus puede interferir en el esfuerzo concertado y colaborativo de la sociedad global para el manejo de la crisis. Para ser justo, también puede haber una viralización de la palabra de carácter bondadoso (de fuentes competentes y éticas) para ayudar en la estrategia.
Finalmente, ambos casos anotados sólo confirman que no somos infalibles, nada está seguro. Parece obvio, pero ciertas lecturas y relatos parecen indicar lo contrario. El futuro no lo tenemos comprado, aunque en rigor podemos influir en éste. Nuestra condición humana, por sobre el progreso notable alcanzado y por sobre la Torre de Babel y la soberbia, sigue siendo débil. Nuevas pobrezas materiales y espirituales pueden aparecer en el camino. La conciencia de esto, que parece tan sencilla, natural y obvia, en más compleja en nuestra lucha interior. La colaboración leal es una parte del progreso humano.