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Diplomacia en estos duros tiempos de coronavirus

"El multilateralismo deberá fortalecer las reglas y también a instituciones para la ayuda internacional, incorporar nuevas preocupaciones en la agenda global y alinear la operación conjunta". Soledad Alvear Abogada y excanciller Francisco Cruz F. Abogado y exembajador de Chile
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Meses atrás, un grupo transversal de parlamentarios presentó un proyecto de ley para declarar el 1 de octubre como el "Día de la Diplomacia Chilena". El estallido social que llegó por entonces diluyó la noticia.

La fecha no era azarosa, ya que coincidía con el aniversario del fallo de la CIJ de La Haya ante la demanda de Bolivia, tras una maciza victoria de Chile que quedará en los anales de nuestra diplomacia y quizás la última causa de interés nacional que movilizó transversalidad nacional sin matices.

Luego se impuso la pandemia del covid-19 y la forma de hacer diplomacia comenzó a variar drásticamente y para siempre. Y no podría ser de otro modo, por un lado las fronteras se cerraban y los cielos se clausuraban.

Por otro, los foros mutaban de presenciales a modo Zoom, las negociaciones se suspendían y las embajadas se transformaban en grandes consulados y hubs humanitarios.

Y aquí se instaló un primer reto de la función consular al concentrar esfuerzos en repatriar connacionales a sus países de orígenes, programando vuelos y coordinando rutas de acercamiento.

La tarea consular ha sido intensa y deberá, en lo sucesivo, incorporar protocolos humanitarios que permitan afrontar contingencias como la vivida con términos de cooperación actualizados y una coordinación comunitaria permanente y estructural.

Porque una de las cosas que hemos evidenciado en la crisis es que la urgencia escala a la misma velocidad con que el tiempo consume las alternativas de acciones oportunas y eficaces.

Se hace entonces necesario "un piso compartido" de colaboración de todos los Estados, pero también un guión claro de trabajo de cancillerías y una actitud proactiva del diplomático para "echar mano" a la red pública, privada e institucional, que marca la diferencia en tiempos de respuesta y organización de la cooperación.

En segundo lugar, la forma de hacer diplomacia mutará drásticamente. Y sí, porque en la vida, y en Diplomacia era que no, las formas cuentan y cambian. Las convenciones y reglas, las liturgias escritas y parsimonias formales y generales pasarán a un lugar secundario.

Los protocolos diplomáticos se suavizarán y será más rápido avanzar en consensos que antes tomaban días o semanas.

Surge, asimismo, un nuevo realismo negociador donde el multilateralismo eficaz cobrará más importancia en un escenario que seguramente reabrirá con resguardos en lo migratorio pero, a la vez, hiperconectado en conocimiento e información.

Ese multilateralismo deberá fortalecer reglas e instituciones para la ayuda internacional, incorporar nuevas preocupaciones en la agenda global y alinear la operación conjunta en un mundo con mayores grados de interdependencia. Un multilateralismo inclusivo y renovado.

Y es que si algo ha demostrado el covid es que el "sálvese quien pueda" no es el camino. Necesitaremos de estándares mínimos de acción entre países y agencias. En una frase: respuestas coordinadas ante retos colectivos.

¿Quiere decir esto que las relaciones exteriores de Chile cambiarán? Por cierto que no en sus definiciones sustanciales, pero sí en su estrategia de medios y prioridades.

Por último, necesitaremos de una nueva diplomacia más abierta al activo científico, tecnológico y digital, que incida en los grandes desafíos globales que se avecinan.

La Diplomacia Pública y de Redes tendrá especial relevancia, lo que ayudará a legitimar comunitariamente la tarea del agente diplomático y mejorar la comunicación de mensajes y narrativas. También una Diplomacia Científica ocupará un espacio en la agenda de las políticas públicas internacionales.

En definitiva, pensar en la función diplomática hoy en día es pensar en un nuevo Chile que se vendrá "a la vuelta de esquina" y deberemos tabular en modo "post covid" nuestras capacidades y recursos desde la Cancillería para ser cada vez más eficaces y cercanos a chilenos y chilenas dentro y fuera del país.

Los testimonios de entrega profesional son muchos, pero hay que darle una expresión permanente y colectiva. Sólo así acercaremos la tarea diplomática al "ciudadano de a pie" en un nuevo ciclo.

En este contexto, cómo olvidar a Fernando Labra, cónsul de Chile en Rosario, quien falleció de coronavirus en cumplimiento de sus funciones. Como Fernando hay muchos cónsules y funcionarios cuya entrega profesional no siempre es percibida.

Vivimos tiempos donde el ruido, el emplazamiento y la etiqueta del prejuicio asoman. Nada mejor que encontrar algunas respuestas para la convivencia en lo permanente y en eso la política exterior es una gran aliada que nos une en torno a una historia y una política de Estado.

Porque la diplomacia es entendimiento, pragmatismo inteligente, pensamiento y convicción. Y a partir de esta pandemia será más necesaria que nunca, al cambiar para siempre la forma de relacionarnos con el mundo y entre chilenos.