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¿Por qué Medellín?

Arquitecto PUCV "Bogotá primero, luego Medellín, Bucaramanga, Pereira y Manizales han sido protagonistas de reconversiones urbanas en infraestructura, equipamiento público y transporte, con fuerte integración social".
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Medellín, segunda ciudad de Colombia, es un ejemplo en el combate al coronavirus. Pero ¿por qué Medellín, con 3,5 millones de habitantes -gran parte viviendo en la informalidad- tiene al 26 de junio apenas 12 fallecidos? Entender este fenómeno podría orientar la discusión a nivel local.

Debido a la guerra narco, Colombia activó hace décadas estrictos protocolos de datos y causas por las que fallecen las personas. Podemos suponer que las sorprendentes cifras del covid responden a la eficacia de la administración local. Sin embargo, la gestión del alcalde, Daniel Quintero, no es el único factor. Tampoco el sistema de salud, que casi no se ha visto estresado. La gobernanza ha actuado de manera correcta, pero son otras las claves para tener en cuenta.

La primera es la ambiental. Medellín, en el valle de Antioquia, se yergue sobre la cuenca del río Atrato, que corre entre los páramos del cordón occidental de la cordillera de Los Andes y el Golfo de Urabá, en el caribe. Es parte del Chocó biogeográfico, la zona con mayor biodiversidad del planeta. Esta conurbación convive con la naturaleza en una relación de cohabitación simétrica, que favorece la calidad de vida y salud de sus habitantes. Se trata de una cultura neotropical desde la que nace la segunda clave para el éxito ante una emergencia sanitaria como esta: la solidaridad.

Medellín es tierra de emprendedores. Su gente lidió con la selva y las miles de cuencas para llevar sus productos al puerto de Barranquilla, 700 kilómetros al norte, configurando una industria local fuertemente organizada. En los caminos trazados los puentes no llevan nombres, las quebradas sí. Una identidad que rindió prueba frente a la peor de las desgracias: el narco y la guerrilla, en que la industria y sus gremios, ante el pánico de la época, se abrieron a la convocatoria de la sociedad civil. Entre todos contribuyeron a la cohesión social a partir de la nueva constitución de 1991, que descentralizó el Estado, otorgando las autonomías necesarias para generar recursos propios y propendiendo a una redistribución con sentido y arraigo.

Fue un proceso país en que primó el interés colectivo. Bogotá primero, luego Medellín, Bucaramanga, Pereira y Manizales han sido protagonistas de reconversiones urbanas en infraestructura, equipamiento público y transporte, con fuerte integración social. Pero Medellín fue un poco más allá. La repolitización de la ciudadanía llevó a Sergio Fajardo y Alonso Salazar a sucesivas alcaldías que implementaron sendos planes y programas en educación. Relevaron a los actores que sacaron barrios completos adelante durante el proceso de recuperación comunitaria, con decenas de colectivos organizados, mujeres cabeza de familia, ONG extranjeras y universidades locales. Esto generó una red de apoyo comunitario permanente que funciona de manera solidaria hasta el día de hoy y que ha sido la razón principal de contención del covid, un modelo implementado hoy por la actual alcaldesa de Bogotá, Claudia López, que se espera cobre forma por toda Colombia. Quién sabe si llegue a hacerse patente un poco más al sur, donde tanto se necesita.

En Chile, conurbaciones como las del Gran Valparaíso tienen todas las condiciones para explorar transformaciones de este tipo, partiendo por la riqueza de su paisaje, la capacidad de la sociedad civil y, sobre todo, la gran necesidad de mayor autonomía de la región y sus ciudades.

Gonzalo Undurraga