Y después del 10%, ¿qué es lo que viene?
El nuevo país que algunos quieren "construir", cosiendo los retazos del mismo que antes pretendieron destruir, no se ve tan auspicioso como prometen. ¿En serio no hay otro camino? ¿Es necesario quemarlo todo para volver a empezar bajo los términos que postula la extrema izquierda? ¿Es lógico que los legisladores voten expuestos al escarnio público?
Más allá del resultado de mañana en la votación de la Comisión de Constitución del Senado sobre el retiro anticipado del 10% de las pensiones, nadie puede desconocer que por estos días se ha legislado más con el corazón que con la cabeza, atendiendo eso sí al pequeño detalle de que el oficialismo no pudo convencer con argumentos sólidos no sólo a la oposición, sino también a miembros de sus propios partidos, desde los cuales muchos ya comienzan a emigrar antes de ser sometidos a sus respectivos Tribunales Supremos.
La cuestión en el último tiempo es, sino el quiebre, al menos las gruesas fisuras del modelo que pareciera anticipar, como advierte el economista de Cieplan, Patricio Meller, el advenimiento de un "gran cambio sistémico estructural", en el cual corren riesgo los cuatro paradigmas clásicos: la globalización, el capitalismo, el neoliberalismo y el mercado; y se definen tres bloques políticos claros: el antisistema (que aboga por enterrar los cuatro paradigmas mencionados), el del statu quo (que postula un "maquillaje" que nos retrotraiga a septiembre de 2019; "gatopardismo", lo llama Meller) y el socialdemócrata (que apunta a la supervivencia del capitalismo con un Estado cada vez más presente, de bienestar, alta movilidad social y un sector financiero regulado y supervisado.
La preocupación por las pensiones no empezó hoy, sino hace más de 15 años durante el primer gobierno de la Presidenta Bachelet, con las comisiones Marcel y Bravo, pero cuya imperdonable demora en dar con la solución ha derivado, como establece la economista jefe de Quiñenco, Andrea Tokman, en los costos que el país paga hoy. En eso no hay discusión.
Ahora, ¿es necesario quemarlo todo para volver a empezar bajo los términos que postula la extrema izquierda? ¿Es lógico que los legisladores terminen votando expuestos al escarnio público y a las presiones de ambos extremos? ¿Será ésta la política que se utilizará para discutir una futura Constitución para nuestro país, la del bidón con parafina?
Así, mientras la ciudadanía, cansada ya de esa eterna sensación de que los créditos Covid, Fogape, IFE 1, IFE 2 y planes de protección a la clase media se enmarquen dentro de una irritante negociación, espera expectante por liquidez para afrontar el peor invierno de los últimos 35 años. Aprovechando tal angustia, los extremos fuerzan sus posiciones y parecieran dejarnos claro que lo que viene después del 10% no es nada bueno: una discusión constitucional que se hará a punta de presiones y revólveres sobre la mesa, tal como cuando permitieron que la delincuencia y la cobardía campearan por nuestras ciudades en octubre del año pasado, saqueando el comercio, incendiando nuestros lugares de trabajo, asustando a nuestros hijos y dándonos a entender que el Chile del mañana puede ser tanto o más excluyente que el actual. El Gobierno, claro está, tampoco ayuda mucho.